Pura pasión femenina

30 de Noviembre de 2014
Roberto Ayabaca, desde Quito. | Fotos: Estuardo Vera

Miembros de la selección nacional revelan sus sacrificios por el fútbol.

Faltan dos días para que la Tri de mujeres enfrente a Trinidad y Tobago, en Puerto España. Es el juego de vuelta de la repesca por un cupo al Mundial Canadá 2015 (en la ida se dio un empate a cero), por ello, visitamos la Casa de la Selección, en Quito, sitio donde permaneció concentrado el combinado nacional.

Las jugadoras Ligia Moreira (i), Alexandra Salvador y Tamara Angulo.

La directora técnica Vanessa Arauz (su apellido es sin tilde) no lo dice de forma textual, pero resulta lógico pensar que en ese partido preferiría estar en la cancha. Aunque no puede, ya que abandonó la práctica de esta disciplina a los 18 años, debido a un accidente que sufrió cuando tenía 15. 

La estratega quiteña cayó de una altura mayor a los 4 metros y eso le produjo un tumor en el nervio ciático. Recibió un tratamiento, pero no funcionó. “Cuando jugaba la pierna a veces perdía movilidad, había mucho dolor...”, cuenta la exvolante por derecha. 

La única solución fue la cirugía. “Fueron más de dos años hasta terminar con la rehabilitación. Los doctores me dijeron que era imposible que volviera a jugar a un nivel exigente”, rememora sobre esos tiempos en que perdió una beca para estudiar y jugar en Estados Unidos. Solo una decisión personal enrumbó su vida nuevamente hacia el fútbol. “Decidí estudiar para entrenadora y ahí reencontré el camino a mis sueños”.

Hoy, a sus 25 años, Vanessa se convirtió en la primera DT en dirigir una selección nacional absoluta de fútbol. Además, ubicó a la Tri en tercera posición en la Copa América, torneo realizado el pasado mes de septiembre en el país. Esa posición le otorgó el derecho a Ecuador para jugar la repesca ante Trinidad y Tobago.

Las chicas lucen muy animadas en el sitio de la concentración, ya que están conscientes de que atraviesan un momento histórico como selección conformada por las mejores jugadoras del torneo femenino nacional, que este año se jugó con 12 equipos desde marzo a agosto, quedando Rocafuerte F.C. campeón por segundo año consecutivo.

Ese equipo es la base de este combinado de jugadoras que ahora buscan la gloria deportiva, para lo cual están pagando como precio principal el alejarse de sus familias.

Ecuador es el tercer mejor equipo de América. Sabíamos que clasificar al Mundial (Canadá 2015) sería un reto y nos estamos preparando para darle esa alegría al país”. Vanessa Arauz, directora técnica

Corazones que extrañan

La capitana de la Tri, Ligia Moreira (22 años), cuenta que tuvo que renunciar a las fiestas, las reuniones sociales y a jurar la bandera con sus amigos en el colegio Santa María, en el poblado del mismo nombre (parroquia Manga del Cura, ubicada en un territorio disputado por Guayas, Manabí, Santo Domingo y Los Ríos). “No me arrepiento de nada”, relata la zaguera, quien cursa séptimo y octavo semestre de Comunicación Social en la Universidad Católica de Guayaquil. 

Con sus padres hubo un acuerdo tácito: el apoyo para su incursión en el balompié estará presente, siempre y cuando continúe con los estudios de tercer nivel, lo cual la anima para, en un futuro, quizás dedicarse al periodismo deportivo o de investigación.

Los planes de su compañera Érika Vásquez son, más bien, emocionales, ya que mira su futuro superando la distancia que ahora la aleja de su hija Norelys, de un año y nueve meses, debido a sus obligaciones como futbolista.

“La cuida mi madre (Eugenia Valencia) y a ella le dice mamá. Cuando estoy libre regreso a mi casa”, pero siente que la relación entre ellas es distante, cuenta esta madre soltera que cuando puede ayuda a su progenitora con la limpieza de hogares, de donde surge el sustento familiar. Pero aspira a que el deporte le brinde esa tranquilidad económica que desea brindarle a su pequeña.

La cercanía familiar ayudó a desarrollar su vocación deportiva de Ámbar Torres, la más risueña del grupo de seleccionadas. Su pasión por el fútbol lo lleva en la sangre, afirma la creativa del combinado nacional. Y es que su padre, Omar Torres, fue el cómplice perfecto para sus travesuras con el balón.

“Él me enseñó a patear, me explicó de técnica y de táctica, mucho de lo que sé se lo debo a él”, cuenta la futbolista guayaquileña, de 19 años, y a la vez asegura que su progenitor fue entrenador de clubes de segunda categoría del Guayas, como Panamá. Recibió una beca en el Liceo Cristiano de Guayaquil y de ahí saltó a la selección nacional.  Ahora su gran meta es motivar el orgullo de su padre... y del país.

Ese orgullo también proviene de logros ajenos al deporte. Así le ocurre a Íngrid Rodríguez, quien hace años tuvo que sacrificar sus estudios colegiales. “Fue doloroso tomar esa decisión, pero no me arrepiento”, sintetiza la extrema diestra. No obstante, hoy con 23 años, se muestra muy feliz de que tiempo después retomara su educación básica y que este año llegará a graduarse en Informática en el colegio Profeta Jeremías, de Guayaquil.

La DT quiteña Vanessa Arauz confía en el talento de sus jugadoras.

Balón que representa un país

Pese a los contratiempos, todas concuerdan en algo: la pasión por el fútbol pudo más que cualquier otra situación.

“Es un deporte que era considerado solo para varones y supimos salir adelante”, dice Lorena Aguilar, de 29 años, una de las más experimentadas de la Tricolor.

“Siempre les digo a mis compañeras que llegar a este momento no ha sido fácil”, porque antes no sentían que había incentivos, así que solo las impulsaba el orgullo de representar al país. “Eso nos ayudó a madurar y a no darnos por vencidas. Hoy muchas cosas han cambiado. Hay apoyo y por eso estamos optimistas de que podemos clasificar al Mundial (Canadá 2015)”, agrega Lorena, porque la Ecuafútbol les está pagando un sueldo mensual tras los buenos resultados en la Copa América. Pero su mayor satisfacción será la gloria deportiva para el Ecuador, y el consuelo de que todo sacrificio tiene su premio.

 

Giannina Lattanzio
el juego de la ‘italiana’

Su casa en Milán, Italia, tuvo que ser antisísmica. En el hogar de la familia Lattanzio-Flores todos los días había temblores. Eso lo cuenta Giannina Lattanzio, hoy cuando tiene 21 años, y recuerda los “terremotos” que ocasionaba junto a sus hermanos por jugar al fútbol durante la infancia y adolescencia.

“Hasta cuando tuve 17 años mi casa era un temblor constante. Con Luigi y Estefani (sus hermanos) jugábamos dentro y fuera de la casa. Los vecinos se molestaban mucho”, rememora la Italiana, tal como la conocen a esta delantera por ser nacida en ese país. Tiene doble nacionalidad porque su madre, Gina Flores, es ecuatoriana. Entre risas, añade que en el vientre de su madre quizás los tres jugaban fútbol. Giannina, Luigi y Estefani son trillizos, siendo ella la más pequeña, tanto así que al principio sus papás pensaban que solo había mellizos.

Alexandra Salvador Duthie
Fuerza desde Canadá

Esta jugadora no nació en el Ecuador, sino en Canadá, hace 19 años. Su residencia está en la ciudad de Waterloo, provincia de Ontario. Gran parte de su vida la hizo allá. Pero sus dotes futbolísticos llamaron la atención de entrenadores de selecciones nacionales, y hoy Vanessa Arauz la convocó para integrar el combinado nacional.

Su español no es fluido, mas dice con claridad que el fútbol siempre ocupó un lugar especial en su vida.

“En la escuela, en el colegio y hoy en la universidad jugué de forma oficial”, cuenta esta jugadora, cuyo padre es ecuatoriano y su madre canadiense. Ahora sus planes son afianzarse en esta selección que apunta a grandes logros. Porque aunque su español es básico, se siente muy ecuatoriana.

Lorena Aguilar
Utilera de su hermana

Esta seleccionada era muy pequeña cuando su hermana Rocío ya jugaba fútbol en el Atlético Quevedo, de su ciudad natal.

La idea era llegar a participar en el Interbarrial de Diario EL UNIVERSO, cuenta Lorena Aguilar, de 28 años.

No obstante, esta futura defensa no pasaba de ser utilera de su hermana. Su tierna edad le impedía competir con las chicas mayores. Sin embargo, una tarde faltó una futbolista y le preguntaron: ¿quieres jugar? Ahí comenzó todo. Ella aprovechó la oportunidad y se destacó entre las demás jugadoras.

A los 18 años fue llamada a la selección de Ecuador y desde entonces ha estado en varias convocatorias, e incluso ha sido capitana. En este 2014 entregó ese cargo a Ligia Moreira y, según planea, el próximo año colgará los botines, pero con la satisfacción de haberlo entregado todo a su gran pasión: el fútbol.

 

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