Educación y avatares
En Japón inauguraron el primer colegio virtual, un lugar donde profesores y alumnos interactúan mediante avatares en internet. ¿Es cierto? ¿Cómo funciona? ¿Existen alumnos?
Esther M. Velarde
Es cierto. Se la abrió con la esperanza de ofrecer una alternativa académica a los hikikomori, personas que sufren un síndrome que les lleva a aislarse de los demás. Al primer curso, que empezó el pasado 24 de abril, se inscribieron hasta esa fecha 204 alumnos tras abonar 180.000 yenes ($ 1.500) que cuesta la matrícula anual. Al ingresar al centro, bautizado en japonés como país del ciberaprendizaje, es necesario crear un simpático doble virtual cuyo aspecto puede recordar al de un personaje de un videojuego de rol japonés o al de los avatares de Nintendo para sus consolas Wii.
Para personalizarlo y así distinguirlo del resto de los alumnos, se le pueden incorporar infinidad de peinados o accesorios de ropa. Los estudiantes están obligados a acceder a diario –a través de un programa instalado en su computador, tableta o teléfono– al sistema informático en el que se aloja su nuevo colegio.
Una vez dentro, el software les permite mover su avatar por el campus para recibir lecciones en el aula (consistentes en videos de 20 minutos y un examen escrito), consultar material audiovisual o libros electrónicos en la “mediateca” o interactuar mediante chat con los avatares de compañeros y profesores. El País del ciberaprendizaje fue creado por el instituto Meisei, un colegio privado de secundaria de la prefectura de Chiba (Tokio), que desde hace varios años viene ofreciendo cursos académicos para obtener el título de bachillerato por correspondencia.
La idea surgió de la dificultad que algunos alumnos experimentaban a la hora de asistir a las 20 tutorías presenciales al año incluidas en estos planes de educación por correo. Estos estudiantes mostraban los síntomas típicos del hikikomori, vocablo nipón que define un trastorno comunicativo y también a las personas que lo padecen.
Según Tamaki Saito, el psiquiatra nipón que acuñó el término, “es una persona que, sin presentar ningún síntoma psicótico, se mantiene aislado de todo contacto social –a excepción de intercambios mínimos con su familia– de manera continuada durante más de seis meses. Muchos de ellos –en la mayoría de los casos, varones– pueden llegar a aislarse de manera radical encerrándose durante años e incluso décadas en sus habitaciones o departamentos, y manteniendo el mínimo contacto posible con el exterior”.
La escuela virtual del instituto Meisei incluye menos entrevistas cara a cara (solo cuatro por curso) y a la vez busca fomentar el intercambio, aunque sea a través de la pantalla. “El sistema de educación por correo tiene el problema de que obliga a estar estudiando uno solo durante muchas horas en casa, lo que hace difícil mantener la motivación y fomenta la soledad”, cuenta Masaki Shimoda, profesor y jefe de estudios del colegio, quien cuenta con su propio avatar.
“Por eso, concebimos el País del Ciberaprendizaje, un programa que, pese a ser a distancia, permite comunicarse con maestros y alumnos”, añade. (I)