La juventud, tema central: Vocación desde niño: cineasta
David Trueba abrió el IV Festival de Cine La Orquídea de Cuenca con su laureada película Vivir es fácil con los ojos cerrados, ganadora de seis Premios Goya este año.
“El cine te seduce a veces con elementos que no son sinceros”. El jovial cuarentón de sonrisa bonachona que respondía la intensa curiosidad de un trío de cinéfilos –el fotógrafo también participaba del extenso diálogo– se refería además a su posición dual de periodista y cineasta, porque para él es difícil definir su predilección. Para Trueba el periodismo es rapidez y contactos casi inmediatos. En cambio, el cine “es un viaje largo que puede tomar años y es un oficio un poco tramposo”, recalca.
Insiste: en el cine contemporáneo “es fácil dejarse seducir por elementos muy superficiales: el éxito, el dinero, la fama, el estar activo; pero el oficio tiene otros motores que hay que encontrar en el camino, son esas historias de personajes que te hacen vibrar, que te hacen ponerte en marcha”. Trueba ha descollado en el cine español con películas que han merecido elogios de la crítica, especialmente la más reciente Vivir es fácil con los ojos cerrados, donde se llevó seis Premios Goya, incluidos los de mejor película, director y guion, además del mejor actor para su protagonista Javier Cámara, la banda musical original del famoso jazzista Pat Metheny y la mejor actriz revelación Natalia de Molina.
Fue una larga espera para el director, que ya había visto a su hermano Fernando llevarse –además del Goya– hasta el Óscar por Belle Epoque (1992) como mejor película extranjera. En la modesta y madrileña familia Trueba existió algún germen artístico que para el niño David al principio era lejano. “Para mi hermano Fernando, sí existió”, dice, “para mis padres no, éramos una familia pobre, no éramos una familia de artistas, mis padres ni siquiera iban al cine”.
El primer clic
“Yo tuve mucha suerte porque Cristina, la mujer de mi hermano era gerente de una sala de cine donde daban películas de reestreno y algunas clásicas, donde pude descubrir El padrino a los 12 años”. Así comenzó un virus cinéfilo que lo llevó a conectarse primero a Hollywood, especialmente con musicales como Cantando en la lluvia o westerns como Siete hombres y un destino y El Dorado. “Recuerdo una película que me marcó muchísimo: El Hombre tranquilo con John Wayne y dirigida por John Ford. Era en el fondo una película europea, porque el protagonista ha matado a un hombre y huye a Irlanda, a un ambiente que es inventado magníficamente por el director”, dice.
Para un director como Trueba el cine debe crear una tradición propia, personal. Ese es el reto primordial del verdadero cineasta. Traer a la pantalla rasgos que parecen reales pero que son de la imaginación y la memoria. Pareciera que de eso surge Vivir es fácil: “Una de las pocas cosas que yo le dije a Javier Cámara es que mirara con la limpieza de James Stewart, que siempre miraba la realidad desde un estado de pureza, nunca era demasiado intelectual o psicológico o retorcido. Como si fuera normal comportarse con dignidad”.
David se afila con el cine de autor, pero nunca como un sermón. “Yo les insisto a mis amigos cineastas que no caigan en el error de considerar la opinión de unos pocos como la opinión general”. Para él, ese es un asunto grave que perjudicó el desarrollo de la industria cinematográfica en España: “en todos los países del mundo el cine nacional representa mayoritariamente la parte más progresista del país, frente a aquellos grupos ‘racionales’ que critican e insisten en que el cine nacional no le gusta a nadie”.
La juventud: tema central
Vivir es fácil con los ojos cerrados trae de nuevo una de las obsesiones de Trueba: la juventud como una base esencial del desarrollo de la sociedad. “Sí, en mis películas siempre hay un joven, pero visto como un ser intergeneracional, alguien que provoca encuentros entre distintas generaciones. No me gustan esos departamentos estancos vitales en demasiadas películas, gente que solo se relaciona con los de su edad o de sus mismas costumbres”.
David es parte de una familia de ocho hermanos. Herederos de la generación de Franco. “Era muy común que unos fueran más adultos y otros más pequeños... A mí me gusta reproducir siempre eso en mis películas, desde que los jóvenes se enfrenten a gente mayor y que los mayores tengan la responsabilidad sobre los jóvenes”.
Quizás por eso el protagonista de la nueva película es un profesor que no se viene abajo en las dificultades, sino que les enseña a sus dos amigos jóvenes una manera de afrontarlas, a no perder el entusiasmo, a no perder los sueños. “Simplemente también quería recordar que las generaciones anteriores no la tuvieron más fáciles que las de hoy. Pero no quería hacer un comentario demasiado evidente sobre la represión y la violencia. Al final, el poder político se impone a la sociedad porque da una manera de resolver los problemas, y los padres y profesores de la época de Franco consideraban que esa era la única manera de controlar a los hijos... Era así, y había que luchar contra eso”.
El cine actual
“Ahora el cine vive preso de unas modas”, añade David. “Yo siempre les digo a los jóvenes que la mayor lucha que tiene que hacer un cineasta es no hacer lo que le dicen que tiene que hacer en ese momento, sino hacer lo que uno cree. Porque ahora, si no eres pérfido o malo, pareciera que el protagonista no tiene clase o inteligencia. Eso me molesta mucho: la asociación que el cine moderno hace de la inteligencia con el crimen. Siempre sostengo que el crimen es la carencia de la inteligencia, para mí la persona inteligente es la que supera las dificultades”.
Lo interesante del fenómeno es que Vivir es fácil es precisamente lo contrario de esto. El personaje central es provocador porque es positivo y honesto. De una manera sutil, en las películas de Trueba la realidad se inmiscuye con otro oxígeno que no es el de los psicópatas o el de las megaproducciones en las que un Pablo Escobar es la figura central.
Su sentir es el de que en la representación cinematográfica actual un Escobar produce en los cineastas esa atracción que no les trae un pintor o un padre de familia responsable. O la cansona insistencia de hacer biografías de personajes “relevantes” de la historia. “Entonces llegan más Mandelas, o Martin Luther Kings, o Lincolns y por qué no, más terroristas Carlos”.
“Pero las películas importantes siempre han tratado de seres anónimos, nunca basados en personajes reales”, dice. “Así se hicieron las grandes de Keaton, Chaplin, John Ford, Howard Hawks, Rossellini, Fellini, Bergman...”.
Esa canción habla de la profesión artística. No pierdas nunca la vocación infantil que te trajo a este oficio”. David Trueba, hablando de Strawberry Fields Forever
Y John Lennon
Para alguien nacido en 1969, la música de los Beatles no tenía que ser parte de su formación, pero en el caso del director, todo comenzó con el asesinato del cantante y la conmoción global que esto ocasionó. “Inmediatamente me dije quién era este tipo, por qué el luto mundial, las reuniones para cantar sus canciones. Entonces comencé a escuchar a los Beatles, después de la tragedia”.
Todo llegó al periodista Trueba cuando en el 2006 vio la noticia de que en Almería se festejaba con orgullo la llegada de Lennon 40 años antes con la develación de una estatua conmemorativa. “Y en medio del alcalde y de toda la gente estaba este viejo profesor de inglés que decía que él había buscado a John con un viejo cuaderno para que le corrigiera las letras. Pensé: este hombre es digno de una película, porque tenía el coraje de dar clases con unas canciones de la radio y se tomó el trabajo de enseñarles a sus alumnos esas letras y motivarlos a estudiar el inglés y así comprender quién es el autor de esos versos”.
La canción que Lennon da a conocer al profesor es Strawberry Fields Forever, que en su tiempo se la relacionaba con drogas. “Hasta que John explicó años después en Nueva York que no tenía nada que ver con eso, sino con un orfanato frente a su casa en Liverpool durante su infancia que se llamaba Strawberry Fields (Campos de frutillas). Como no había dinero para otras diversiones, él iba a jugar con esos niños. Y en la cumbre de su éxito John canta “Yo quiero volver a Strawberry Fields, quiero volver a ser un niño, ese niño”.
Y Trueba esta vez muy serio nos dice: “Esa canción de lo que habla es de algo que tiene que ver con la profesión artística, de que no pierdas nunca la vocación infantil que te trajo a este oficio porque si la pierdes y te dejas deslumbrar por el éxito, estarás traicionando al niño que llevas dentro”.
UNA MIRADA A LA PELÍCULA
Nada es fácil
Es 1966 y todo comienza en blanco y negro con imágenes de la televisión en una España donde el franquismo es la única ley, pero que recibe jubilosamente la llegada de John Lennon a filmar How I Won the War en Almería. Pareciera que en Vivir es fácil con los ojos cerrados, David Trueba no puede desligarse de una dualidad vocacional que une el periodismo a sus perceptivas creaciones cinematográficas, como en la recordada Soldados de Salamina (2006).
Pero esta historia es en colores y desde el inicio sentimos la calidez que emana Antonio, su divertido protagonista interpretado brillantemente por Javier Cámara. Él es un profesor de inglés en una escuela católica donde es común ver sacerdotes golpeando niños por alguna travesura. Antonio enseña el idioma de sus ídolos: Los Beatles. Obsesivamente, la letra de esas canciones también son para él lecciones de vida. Cuando se entera de que John Lennon está en Almería cerca de su pueblo, toma su ruidoso carrito y va a conocer a su ídolo con una misión quijotesca: pedir a John que incluya la letra de sus canciones en sus discos para así facilitarle su trabajo.
En la carretera Antonio recoge a dos “escapados”: Belén (Natalia de Molina), una joven embarazada que deja la casa para madres solteras donde también hay golparrones y a Juanjo (Francesc Colomer), el chico con pelo ‘beatle’ que provoca la ira –y las cachetadas– de su padre (Jorge Sanz). Su madre (Ariadna Gil) no puede hacer nada en un hogar de seis hijos donde el machismo inherente parece el reflejo de la represión política que se vivía entonces.
En el camino hay sorpresas para este solitario y calvo solterón que nos contagia de una ingenuidad que luego se convierte en un asunto muy serio. Trueba ha logrado aquí lo que solo grandes maestros perciben: la trivialidad de las relaciones humanas no solo esconde oscuras verdades sino misteriosos afectos reprimidos y una ternura recóndita que finalmente acerca a los seres más dispares.
Hay muchos descubrimientos en esta fascinante película. No hay la cursilería rampante que trastoca el realismo del cine actual, sino una sencillez y naturalismo en los diálogos –Trueba ganó el Goya como director y guionista– destilando la humanidad de sus protagonistas. Ni siquiera escuchamos a los Beatles durante la trama, sino las estupendas melodías de Pat Metheny y Charlie Haiden creadas para el filme.
Y nada es obvio: esperamos encontrar a John Lennon al final y el encuentro es manejado por Trueba como un anticlímax extremadamente ingenioso. Al regreso, escuchamos una grabación de la icónica Strawberry Fields Forever en una cinta semidañada. Vivir es fácil con los ojos cerrados canta John ahí. Poesía pura y música pop en doble lenguaje. Él y Antonio nos enseñan la lección primordial: vivir es difícil con los ojos abiertos.
Carlos A. Ycaza