Malala Yousafzai desafió a los talibanes
Malala Yousafzai es una joven pakistaní que lucha por los derechos de los niños (as) a la educación. Es la más joven en haber recibido el premio Nobel de la Paz. Un documental celebra su altruismo.
El 9 de octubre de 2012 una joven mujer fue víctima de un atentado realizado por un miliciano perteneciente al grupo Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), un movimiento terrorista vinculado a los talibanes. La víctima fue Malala Yousafzai, una niña de apenas 15 años que se atrevió a ir en contra de lo que ese grupo extremista, en parte, prohibía en territorio pakistaní: la educación de las niñas. Además de pregonar que la música era pecado, que las mujeres no debían ir al mercado.
Esto sucedió justo cuando ella, después de subirse al bus escolar, recibió disparos en repetidas ocasiones con una pistola impactándole en el cráneo y cuello, por lo cual debió ser operada quirúrgicamente. Ella sobrevivió.
Desde entonces Malala fue señalada, junto con su padre, por abogar por su causa. La noticia fue mundial y su ataque provocó las protestas de simpatizantes de todo el mundo, especialmente en las redes sociales.
Ahora es una de las principales activistas para la educación mundial de las niñas como la cofundadora del Fondo Malala. “Un niño, un maestro, un libro y una pluma pueden cambiar al mundo”, ha declarado en varias ocasiones.
Pero a los 13 años, Yousafzai no era una total desconocida ya que escribía en un blog para la BBC bajo el seudónimo Gul Makai, explicando su vida bajo el régimen del TTP y sus intentos de recuperar el control del valle, luego de que la ocupación militar los sacaran hacia las zonas rurales. Hay que recordar que los talibanes obligaron el cierre de las escuelas privadas y se prohibió la educación de las niñas entre 2003 y 2009.
En 2009, los periodistas del New York Times, Adam Ellick e Irfan Ashraf dirigieron Pérdida de clases, la muerte de la educación de la mujer, un corto documental que siguió, durante seis meses, las vivencias de los Yousafzai, una familia pakistaní, el día previo a que los talibanes prohíban a las niñas ir la escuela. El corto toma como protagonistas al padre de la familia, Ziauddin, director de una escuela, y a su hija de 11 años, Malala. Al inicio del filme, la niña llora al pensar que no verá cumplido su sueño de ser médico porque no podrá seguir estudiando. Al final, una Malala luchadora asegura que no le privarán de su educación.
Por su lucha, por lo que consiguió, ella fue condecorada con el Premio Nobel de la Paz en diciembre de 2014 –simultáneamente con el activista por los derechos de los niños indio Kailash Satyarthi–, convirtiéndose, históricamente, en la ganadora más joven de este premio y de otros también. “Volver al colegio me hace muy feliz. Mi sueño es que todos los niños en el mundo puedan ir a la escuela porque es su derecho básico”, ha dicho Malala, quien, en mayo de 2014, participó también en la campaña para la liberación de las jóvenes nigerianas secuestradas cuando estudiaban, por un grupo islamita.
Durante su discurso por el Nobel, Malala manifestó: “Este premio no es el final de la campaña que hemos empezado; es el principio. Quiero ver a cada niño yendo a la escuela. En los tiempos en los que nadie habla, tu voz se hace más fuerte”.
Su ejemplo sirvió de estímulo para que niñas y jóvenes de todo el mundo se atreviesen a reivindicar su derecho a recibir educación y gozar de las mismas oportunidades que los hombres.
Nueva producción
Por su activismo, por lo que pasó, la figura de Malala (actualmente de 18 años) sirvió para que el aclamado realizador de documentales, Davis Guggenheim, culpable de Una verdad incómoda (2006), Esperando a Superman (2010), entre otros, mostrara en Él me nombró Malala (He named me Malala), un íntimo retrato de la joven y su familia y cómo están comprometidos con la causa de pelear por la educación de todas las niñas del mundo. El largometraje da un vistazo a la extraordinaria vida de la chica y su cercana relación con su padre, quien le inspiró su amor por la educación, a sus apasionados discursos en Naciones Unidas y a su vida diaria con sus hermanos.
Guggenheim ha hecho películas sobre líderes mundiales (Barack Obama, Al Gore) y estrellas de rock (U2, Jimmy Page, Jack White), pero la que más lo impactó ha sido sobre Malala, “ya que salí de la experiencia profundamente conmovido”, dijo el cineasta, quien pasó un año y medio con la ganadora del Premio Nobel y su familia para realizar el documental.
“Ella es mi favorita. No se supone que uno tenga favoritos, pero ella es increíble. Me he enamorado de esta familia”, declaró el documentalista ganador del Óscar por Una verdad incómoda.
Más que por el activismo de Malala, Guggenheim se sintió inspirado por la dinámica familiar de los Yousafzai, cómo valoran la tradición, la educación y la diversión. “Quería que mi familia fuera más como su familia. Quería que mi familia sintiera este amor alegre por los otros, este sentido del amor tan expresivo”, dijo el cineasta de 51 años, casado y padre de tres hijos.
“Tengo tres hijas, y ellas son un misterio para mí, quiero saber lo que él hizo (el papá de Malala), lo que ella hizo en esa relación. Quiero desembalar la relación de algún modo”, dijo Guggenheim.
Aprendió sobre el historial de oradores públicos en la familia de Malala: su abuelo fue un clérigo y su papá ha defendido por años la educación y la libertad frente al extremismo religioso. El realizador aprendió sobre la heroína de Pashtun por la que le dieron su nombre: Malalai de Maiwand, una valiente joven que congregó tropas afganas contra el ejército británico en 1880 y fue asesinada por ser tan franca.
En el filme se puede ver a Malala y a su padre mientras viajaban a Kenia, Nigeria y Jordania para apoyar los derechos de los niños; en su casa, donde hace sus tareas, bromea con sus hermanos y se sonroja viendo fotos de Roger Federer en internet. “Claramente, ella es una combinación de todas estas cosas maravillosas: el sueño de su padre para ella, la intensa espiritualidad de su madre”, dijo. “Pero también es simplemente quien es”.
Para el director estadounidense, Malala se convirtió en un ícono para él. “Esta película ha sido mi favorita porque realmente me cambió la vida. Me deslumbró. Quiero lo que ellos tienen. Quiero ser el padre que Zia es. Quiero que mis hijas sientan el amor que él le da a ella. Quiero que sientan ese amor y ese respeto”, dijo.
Malala ahora vive en Birmingham (Inglaterra) y sigue abogando por el derecho universal a la educación a través de su fundación malalafund.org, una organización sin ánimo de lucro que apuesta por programas de gestión comunitaria y apoya a los defensores de la educación en todo el mundo. (A.C.J.) (E)