Ciudadanos del mundo real
Ver la felicidad desbordante de los otros en las redes contagia a algunos. Deprime a otros. Leer las opiniones sobre temas políticos y sociales despierta a unos. Ahuyenta a otros. Seguir las noticias de último momento de cualquier lugar del mundo gusta a algunos. Repele a otros.
Comparo el mundo virtual que vivimos con las grandes vías de una ciudad superpoblada. Hay de todo, letreros de todo tamaño con los mensajes más descabellados en muchos idiomas. Las personas van a toda velocidad haciendo ruido, exhibiendo sus mejores (y peores) galas. Hay gatos, perros, pájaros, ardillas, corriendo por todas partes. Unos desfilan con elegantes correas y placas, otros buscan un hogar.
Hay también repartidores de hojas volantes con mensajes de amor y pensamientos filosóficos. Hay luces pero también hay rincones oscuros y callejones sin salida. Como esos que se forman cuando se arma un debate de temas delicados en los muros virtuales. Hay músicos, poetas, locos, comentaristas de fútbol y comediantes. Hay quienes los aplauden y otros les lanzan piedras.
Esas grandes vías se congestionan a ciertas horas, llenándose de ruido con diferentes mensajes, unos opuestos y otros dispuestos a cambiar el mundo. Allí unos se hacen amigos, se estrechan lazos que elásticamente mantienen a pesar de la distancia. Se hacen también grandes enemigos, de esos que sobrepasan las barreras virtuales y se llegan a agredir cuando se encuentran físicamente. Pero el encuentro real de los amigos virtuales puede llegar a ser tan fraterno como si se hubieran conocido desde pequeños.
También se encuentran desconocidos comprometidos a vivir en hermandad, sin importar característica alguna de los otros. Esto es posible gracias a una aplicación muy usada por los grandes viajeros. Se llama Couchsurfing, concepto que se traduciría en español como “surfeando de sofá en sofá”. Se trata de encontrar alojamiento gratuito en cualquier “sofá” del mundo, en casa de personas dispuestas a compartir su cultura y su espacio con gente que lo requiera, aunque no las conozcan.
De esta forma los viajeros del mundo real encuentran una herramienta muy efectiva, donde pueden cumplir su sueño de recorrer el mundo. Y sí, aunque muchos no se lo crean, esta red funciona, es gratis y las personas que hacen uso del beneficio de encontrar un lugar donde dormir adonde vayan están conscientes de que deben cumplir con la principal regla: el respeto. En el sitio de Couchsurfing las personas son evaluadas y de acuerdo a eso crean un historial que permite que los otros vean qué tan confiable es, tanto el que hospeda como el huésped.
Para quienes aún satanizan las redes y consideran que estas separan a las personas del mundo real, los invito a ver el otro lado. Couchsurfing es posible gracias a las redes y las personas que hacen uso de esta app viajan de una manera más humana, contactándose con la cultura, las tradiciones, las costumbres y las historias cotidianas de gente común que comparte la idea de que lo verdaderamente virtual son las fronteras del mundo real. (O)
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