Álex Alvear: Un 'man' lleno de influencias
El cantautor quiteño Álex Alvear es un personaje vital para la música nacional.
“No soy cultor de ningún estilo en particular. Soy un man lleno de influencias, así que agarro muchos estilos y los amalgamo”.
Eso explica que el cantautor Álex Alvear, considerado un referente del escenario musical andino, prefiera componer un yaraví con toquecitos de blues o un sanjuanito que suene medio funk.
“La música tradicional es enormemente bella dentro de su contexto, la amo, pero yo prefiero tocarla con mi piquete, yo hago mi vaina...”.
De paso por el puerto
Tuvimos la oportunidad de conversar con Álex durante la visita que realizara a Guayaquil el fin de semana pasado para brindar, el domingo 26, un recital en el auditorio del Museo de la Música Popular Julio Jaramillo Laurido.
A eso del mediodía del sábado 25 se lo observa bajar al lobby del céntrico hotel donde se hospedaba, sonriendo con una amabilidad infinita, dispuesto a narrar su historia.
“A decir verdad, cuando era pelado pensaba que la música ecuatoriana era una pendejada. Yo quería ser roquero y creía que todo lo extranjero era lo mejor”. Eran tiempos en que su imagen era de roquero, hippie, anarquista y melenudo (aún conserva un poco de todo aquello).
Pero su mirada cambió en 1981 cuando un día viajó hasta Cotacachi (Imbabura) con motivo de la fiesta de san Juan. Allí se percató de lo injusto que era, según dice, al no darse cuenta de la riqueza musical de los indígenas andinos.
“Tenía un universo en mis narices, y no lo había visto por el racismo y el complejo; el poco cariño que nos tenemos los ecuatorianos nos hace despreciar algo que es tan esencial de quienes somos, de nuestra identidad”.
Ese fue un sacudón histórico en su vida, una explosión que le removió sus sensibilidades para comenzar a incluir en su repertorio el sanjuanito, el albazo, el yaraví, el pasillo y el fandango, entre otros ritmos que él prefiere tocar con su estilo.
Lejos de casa
A inicios de los años 80 fue parte del trío 80 Promesas Temporales, junto con los entonces jóvenes músicos Héctor Napolitano y Hugo Idrovo; con ellos desarrolló una versión local del rock progresivo anglosajón, fusionando el acerbo musical popular andino con el rock y el blues.
Pero por esos años ocurrió algo que le cambió la vida: fue secuestrado por un grupo armado. “Aún no sé exactamente los motivos”, indica. El rapto duró entre las 12:00 y las 21:00, cuando lo soltaron sin darle explicaciones.
Una semana después ya estaba viajando a Estados Unidos para escapar de las posibilidades de un segundo ataque. Su avión apuntó hacia Boston (capital del estado de Massachusetts) porque quería estudiar en la Berklee College of Music. Así lo hizo, y desde el primer año ya trabajaba en el ambiente de la música latina, con bandas de salsa y latin jazz, y luego formó su propia agrupación: Mango Blue, con la cual continuó creando fusiones.
“También hice un par de cosas con Celia Cruz. No trabajé de planta con ella, pero participé en un homenaje dedicado a ella en el Carnegie Hall; yo era parte del grupo de Orlando Puntilla Ríos”.
Álex también le escribió una canción que le envió en casete, pensando que quizás Celia ni siquiera iba a escucharla. Pero a la semana, ella le envió a Álex otro casete grabado con una entrevista que le hacían en Nueva York, en que ella hablaba de él y ponía su canción. “Allí comenzó una amistad con Celia. Era una bella persona, muy generosa”.
Inspiraciones de migrante
Álex residió 23 años en Boston y 5 más en Nueva York. Por esos años también estaba construyendo, quizá sin saberlo, los pilares de su disco Equatorial, lanzado en 1997. “En la Yoni, en mis momentos de soledad, de nostalgia, escribía las canciones. Ese fue un proceso que duró 20 años. Y un día me doy cuenta de que tengo mucho material para un disco”.
El Fondo de Salvamento del Patrimonio Histórico (Fonsal), extinta entidad municipal de Quito, financió parte de la grabación de esas catorce canciones con 18 músicos, vientos andinos, cuarteto de cuerdas, un ensamble medio roquero, instrumentos tradicionales y solistas invitados, como el cubano Paquito D’Rivera y la colombiana Marta Gómez.
“Equatorial es un disco para el migrante”, confiesa Álex sobre ese trabajo que tiene canciones casi de culto, como De dónde vengo, Tarde de lluvia en Peguche y El caballito azul. Este último tema es una canción de cuna. “Siempre recibo e-mails de madres que me dicen que sus hijos solo se duermen si se las cantan”.
Hoy Álex prepara Equatorial 2, con canciones inspiradas en el migrante que regresó a su tierra, porque hace tres años retornó al país para desarrollarse en el escenario ecuatoriano.
“En Equatorial 2 quiero agregar ritmos costeños, como la marimba de Esmeraldas. También quiero conocer la música saragura, en Loja”. Para ello piensa recorrer el país, escuchar su diversidad, para seguir sumando esos piquetes que hacen su música tan especial. (E)
Tiempos de transición
Jenny Estrada, directora del Museo de Música Popular Julio Jaramillo, fue quien invitó a Álex Alvear a venir a Guayaquil para brindar el recital del domingo anterior. “Sus composiciones son definitivas en el momento que vive la música ecuatoriana. Nosotros estamos en un momento de transición y él aporta con una renovación muy saludable”. Ella se refiere a la transformación que parte de los clásicos pasillos ecuatorianos, que son inmortales, hasta las composiciones de las nuevas generaciones que quieren expresar su propio lenguaje musical. El año pasado, Jenny también invitó a Álex a formar parte del jurado del concurso Buscando nuevos compositores del pasillo. Él dice que se sintió complacido de observar jóvenes que componían e interpretaban pasillos con un toque muy tradicional. “Sé que en varias ciudades hay jóvenes que trabajan con la música nacional e incluso se atreven a innovar con ella”.
Contacto y venta de discos: alexalvearmusic.bandcamp.com