Lupita Ferrer: 'Mi vida es como una telenovela’
“Ella fue un gran momento de las telenovelas latinoamericanas”, decía la legendaria guionista Delia Fiallo refiriéndose a Lupita Ferrer. Ahora en Guayaquil, en una filmación, ella nos cuenta dramáticos escenarios de su vida.
La sola evocación de su nombre nos traslada a décadas cuando las telenovelas dominaban todos los ratings de sintonía en América Latina. Su participación en más de treinta realizaciones en la pantalla chica, primero como actriz de reparto y luego como protagonista, es uno más de sus logros. Ha trabajado junto con Anthony Quinn, Tony Curtis, Dolores del Río y Mario Moreno, Cantinflas, en cintas que el celuloide llevó a los cinco continentes.
Sus pasos en el arte escénico también le abrieron caminos para que las marquesinas de Venezuela, México, España, Nueva York, Hollywood y Miami se iluminaran con su nombre anunciándola en obras clásicas y contemporáneas.
Nuestra huésped
La venezolana Lupita Ferrer llegó a Guayaquil porque forma parte del elenco de la película Medardo, que reseña la vida del poeta Medardo Ángel Silva, y cuya participación como madre del amor imposible del bardo la lleva a descubrir una realidad, hasta ahora, lejana para ella.
Acostumbrada a las luces y cámaras, la artista posa para el lente, mientras los fans se las ingenian para evadir la seguridad y llegar hasta ella a pedir “una foto conmigo, por favor, soy su admirador desde hace cuarenta años”. Ella sonríe complacida, es benevolente, pero es más profesional y pide que la comprendan: “Estoy cumpliendo con una entrevista”.
Sin el menor atisbo de querer ocultar su edad, la señora de 66 años tiene el envidiable peso de 125 libras, una piel de porcelana y luce trajes entallados. Para amainar el calor tropical de estos días, solo pide “una limonada”, lo que me hace suponer que cuida prolijamente su alimentación. Pero no solamente es eso. “Vivo al pie del mar, hago ejercicios, algunas veces me da flojera, pero no dejo de hacer mis ejercicios de ballet, danza moderna y ahora zumba; no fumo, ni bebo licores fuertes”, dice. “Como de todo, pero en balance; como proteínas, muchos vegetales, frutas y también carbohidratos. Ni bien llegué he comido los cebiches de camarón y pescado que ustedes tienen, son en verdad ¡de-li-cio-sos!”, afirma.
Pero el cuidado de su figura no fue la única prioridad. “Empecé muy jovencita, tenía 15 años cuando hice el papel de Ofelia en Hamlet, esto fue en Caracas, luego vino Medea, en Nueva York, y después otras obras que me llevaron a Madrid y a otras ciudades de los Estados Unidos. Aprendí que ningún exceso es bueno”.
Es la primera sorpresa. Lupita en el teatro y después... “La vida me ha llevado por caminos que yo no sabía que se me iban a presentar. El teatro fue mi primer contacto con el público y estaba muy satisfecha de hacerlo. De pronto vino la oportunidad de hacer telenovelas y desde 1967, cuando hice Donde no llega el sol, no he parado de trabajar, gracias a Dios”.
De su trabajo en la pantalla chica se la recuerda en Esmeralda, Mariana de la noche, La Zulianita, Ligia Sandoval, Los años felices, Cristal, Amándote, Nada personal, Destino de mujer, Rosalinda, Soledad, Inocente de ti, Pecados ajenos, Eva Luna, lo que la llevó a surcar las Américas de norte a sur, con lo cual ganó notable popularidad.
Éxito en Venezuela
Se la conocía como la Reina de las Telenovelas y su asidua participación junto con José Bardina, su coterráneo, dio mucho que hablar a la prensa del espectáculo, que los presentaba como la pareja ideal. “Pero nunca tuvimos nada entre nosotros”, aclara. “Él y yo vivimos la época de oro de las telenovelas, desempeñábamos los papeles que el guion marcaba, eso era todo, trabajamos juntos ocho años”.
Siempre su nombre estuvo ligado a grandes personajes de la producción de telenovelas.
“No solo José Bardina y yo le debemos mucho a Delia Fiallo, ella se destacó como la más reconocida escritora de guiones, a muchos actores nos abrió el camino de la fama con producciones como Esmeralda y Cristal, que se convirtieron en productos de exportación a Europa y Medio Oriente”.
Lupita creó su imagen internacional en un producto que a veces era criticado. “La novela es una ficción, hay que ver cuál es el lado positivo, puede ser romántico, familiar; hay que escoger el lado bueno de la vida. Las telenovelas de antes eran completamente diferentes, el eje fundamental era el romanticismo, antes la realización era más rudimentaria, ahora hay mucha más tecnología, pero también hay mucha más violencia. Ahora se escucha un lenguaje soez. A la telenovela actual se le ha matado la ilusión”.
Pero ella no parece alguien lejano de la realidad actual y no descarta hacer temas controversiales. “Habría que leer bien el libreto. No trabajaría en una novela en la que se mandara un mensaje equivocado, en la que se les enseñara a los jóvenes a elaborar drogas o en la que se glorificara al narcotráfico”.
Luego de su exitoso trabajo como actriz de telenovelas en géneros disímiles, fue invitada a participar en Ugly Betty, la versión estadounidense de la novela colombiana Betty, la fea. Simultáneamente, Yolanda Guadalupe Ferrer, hija de padres españoles y de signo sagitario, comenzó a presentar en escenarios de México, Miami y Nueva York un espectáculo matizado con canciones, sketches y una especie de conversatorio con el público hispano, que la sigue considerando una gran figura de Venezuela. “Pero México es también mi patria artística”, declara.
La tierra natal desde lejos
El tema es inevitable. Venezuela vive una convulsión social y a pesar de su apretada agenda en Ecuador (estará dos semanas en el rodaje de las escenas que le corresponden), no se desprende de los informativos televisivos.
Hasta ahora la había acompañado una sonrisa genuina, alegre y divertida. De pronto su rostro se vuelve adusto y sin llegar a las lágrimas admite que siente mucho dolor. “Me duele mucho la situación de mi tierra, quisiera saber que pronto haya un buen nivel de entendimiento y paz. Venezuela ha sido un país pacífico, próspero; lo que se ve desde afuera es otro país, es otra realidad, es muy preocupante. No hay comida, no hay papel para imprimir los periódicos, escasean productos de primera necesidad, ¿cómo se puede vivir así?”.
Vida familiar
La entrevista ha sido interrumpida por una llamada telefónica. Es de Miami, donde ella reside. El momento se ha tornado en una marea de amor filial: “Sí, mamita, estoy bien”. Con cierta complicidad me dice en voz baja: “Es mi madre”, y continúa atendiendo el auricular. “Estoy feliz, el trabajo es intenso, pero los ecuatorianos me tratan muy bien, Guayaquil está convertida en una bellísima ciudad”, dice con voz cariñosa.
A manera de justificación, me cuenta que doña Yolanda de Ferrer tiene 92 años y que sigue de cerca todos sus éxitos profesionales y sus desamores también. Que viven juntas en Miami y que la señora, a pesar de su edad avanzada, se mantiene muy lúcida y en buen estado de salud.
Amores
Luego de su exitoso trabajo escénico y en medio de la admiración y reconocimiento que ya había logrado como “dama joven de la televisión”, Lupita se casó con Alfredo Carrillo, un venezolano, ingeniero de profesión. La vida matrimonial comenzó a trastabillar y al cabo de 24 meses, la pareja anunció oficialmente su divorcio.
Ingresó a estudiar en el Actor’s Studio de Nueva York, motivada por su deseo de consolidar su carrera escénica. Nuevas perspectivas profesionales se perfilaban para la venezolana cuando conoció al estadounidense Hall Bartlett. Él le declaró su amor. Bartlett, famoso productor, dueño de una mansión hollywoodense, le pidió matrimonio y la Ferrer le dio el “sí”.
Bajo la dirección de Bartlett, Lupita protagonizó Los hijos de Sánchez, con Anthony Quinn, una de los 18 filmes que ha rodado, desde que en 1965 se estrenara en México en la pantalla grande el filme Me ha gustado un hombre, con Julio Alemán y Tere Velázquez.
La mansión de Hollywood, la bonanza y el aparente brillo cinematográfico no lograron detener a la sudamericana, que decepcionada reconoce: “Él me prometió pajaritos en el aire, al principio todo iba bien, pero después todo cambió, las mentiras salieron a relucir...”.
No tuvieron hijos y Lupita lamentó que por la intensidad del trabajo que ella llevaba se le presentara una pérdida luego de un embarazo de tres meses. “No tengo hijos, me habría encantado tenerlos, Dios sabe cómo hace las cosas... He tenido suerte en mi carrera, pero no he tenido mucha suerte en el amor”.
Hay un dejo de tristeza en sus palabras, pero por su rostro no hay reproches. “Sí, mi vida es como una telenovela, pero que no se conoce el final”. En tantos capítulos de turbulencias dramáticas recreadas, ella parece querer para su vida una paz que la llene por completo.
Lupita está en silencio, pero sus ojos brillantes la delatan. Sabemos que su actual pareja es el actor neoyorquino William Paulson, de ascendencia guayaquileña por el lado del padre.
Con una sonrisa cálida, ella lo afirma con un gesto. Lupita Ferrer vive a plenitud el presente, como siempre lo ha hecho en una existencia que la llevó a innumerables experiencias profesionales.
Así, la vida de quien será en Medardo la casi suegra del poeta. Así, la historia de Lupita Ferrer, declarada en el 2010, por la revista People, uno de los 50 rostros más bellos de América.