Entre lo íntimo y la calle
Los visitantes o los extraños que llegaban a una casa no entraban directamente a los lugares más privados del hogar, sino que se recibían primero en el zaguán.
Como los patios interiores y las celosías, el zaguán es otro de los elementos que sobreviven de un Guayaquil que se construyó hace siglos, con planos coloniales y republicanos.
Parecido a las casas de ahora, con una puerta en el cerramiento exterior y una secundaria en el interior que da acceso a la intimidad hogareña, las viviendas antiguas también solían tener una doble entrada.
La diferencia es que en vez de un jardín o patio delantero entre los dos ingresos, existía un área cubierta: el zaguán. Y en vez de ser un espacio privado, era abierto, lo suficientemente amplio, con capacidad para recibir a visitantes extraños y conocidos.
El ingreso al dominio privado nunca es directo, destaca el arquitecto y docente colombiano Alberto Saldarriaga, autor de Arquitectura como experiencia: espacio, cuerpo y sensibilidad.
“El zaguán es el umbral mediador entre el afuera y el adentro. Tiene dos puertas: la exterior pesada, hermética, segura, y la interior blanda, insinuante, acogedora. De día la primera permanece abierta, la segunda cerrada… Quien traspasa el zaguán ya es de confianza”.
Las personas que querían ser admitidas en el interior esperaban en el zaguán. Allí también ofrecían sus mercancías, entregaban mensajes o acordaban negocios. El único fragmento que podían divisar del mundo interior era el patio principal a través de la segunda puerta.
Otra forma de entender este elemento arquitectónico es como la transición de lo público (la calle) y lo privado (el hogar), explica Claudia Peralta, directora de la carrera de Arquitectura y especialista en historia andina. En ese sentido, además, era el primer lugar que uno pisaba de las viviendas y, por tanto, reflejaban el estatus de sus propietarios.
“Era uno de los espacios más ornamentados en la casa, con las mejores pinturas y murales. Eso daba cuenta de la riqueza del dueño”, añade Peralta.
En la actualidad
El zaguán, junto con las celosías (chazas) y patios interiores justamente son elementos arquitectónicos heredados de la construcción española luego de la conquista, que a su vez recibió esta influencia de los árabes. Estas tres piezas que han acompañado la rutina de Hispanoamérica hablan de estar siempre conectados con el exterior sin salir de lo íntimo.
Según Peralta, la idea de la puerta exterior abierta de par en par se produjo en nuestra región. Era una cuestión de funcionalidad: los encargos (como de carbón, por ejemplo) se despachaban más rápido sin necesidad de llamar a la puerta en cada ocasión. Además, se facilitaba el aparcamiento de los carruajes.
La Casa Verde en el Parque Histórico de Guayaquil recuerda esta costumbre con mucha claridad. Al ingresar por el portón principal, el invitado era recibido en una zona que antecede al patio central y, al mismo tiempo, está al pie de una escalera donde lo aguarda una reja intermedia en el escalón superior.
Actualmente, por motivos de seguridad, la noción de los zaguanes, tal como los hemos presentado, parece descabellada. Lo más cercano que tenemos de esta tradición son los lobby o vestíbulos de espera en edificios y condominios, los cuales se configuran de forma similar. Se trata de recibidores con muebles, adornos, dando paso a un ascensor o escalera. Pero desaparece la idea de entrar libremente, pues el forastero debe anunciarse en el puesto de control o guardianía. (G.Q.)
Familia y sociedad
“El zaguán es el filtro que separa la familia de la sociedad urbana. Sirve para clasificar a los visitantes. Como sala de espera, tiene a un lado una entrada a la oficina en donde se despachan los negocios”, crónica de Germán Arciniegas (1996).
Utilidad
En una vivienda en Segovia (en Hoyuelos), construida en el siglo XVI, se puede apreciar la noción de antesala a un patio central y tener espacio suficiente hasta para dar cabida a carruajes. Pertenece a la familia Arias Dávila.