También añora Galápagos
No es la única que ha pasado por esa tristeza de ver un Galápagos completamente transformado. (‘Ese Galápagos que añoro’, Memorias en el equipaje, junio 2). Yo nací en Puerto Ayora, en Santa Cruz, de padres noruegos. Mi madre tenía un café antes de llegar a la estación Charles Darwin pero cuando tenía seis años nos fuimos a San Cristóbal donde estudié la escuela y parte del colegio. Cuando mi padre nos abandonó, tuvimos que viajar a Guayaquil.
En 1983 regresé solo a Puerto Ayora y llené una solicitud para obtener un terreno municipal, pero nunca respondieron. Luego viajé a Noruega y estuve 22 años fuera del país. Estudié cocina y me gradué. Pero en los fríos inviernos, recordaba mis islas y las añoraba. Regresé en septiembre del 2010 a Puerto Baquerizo con mi madre, pensando devolver a las islas la linda juventud que me dieron, llevando mi experiencia laboral, pero el choque que recibí fue tremendo: saludaba a mis contemporáneos y no me tomaron en cuenta. Al contrario, la generación de mi madre nos saludaban y nos invitaban a pasar, interesados de saber qué había sido de nuestras vidas.
Fui al Municipio para averiguar por mi solicitud y me dijeron que ni pierda el tiempo porque yo ya era extranjero. Fui a sacar mi carné de colono, saqué mis documentos de la escuela y del colegio y cuando llegué a la oficina se habían acabado las especies, así que tenía que esperar. Regresé a los tres años y me dijeron que no encuentran mi carpeta y que tengo que hacerlo de nuevo. A los galapagueños que regresamos, años después de haber sido pioneros, a compartir la experiencia que hemos obtenido, nos tratan peor que en el extranjero. Me da tristeza volver a mis islas el saber cómo están y el trato que voy a recibir. Solo quedan como memoria de una linda juventud sana y las anécdotas bellas galapagueñas que con mi madre compartimos.
Bjarne Eduardo Escalante