Carlos Estarellas: Fidelidad al magisterio
Las numerosas funciones desempeñadas jamás le han impedido entregarse a su pasión mayor: la enseñanza.
En los primeros días de este mes, Carlos Ernesto Estarellas Merino cumplió 50 años de caminar por los pasillos de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, para dirigirse a las aulas donde lo esperan sus alumnos, incluidos los actuales discípulos que cursan estudios en la Facultad de Jurisprudencia de esa institución.
Sus inicios como docente universitario fueron en las instalaciones de Eloy Alfaro y Manabí, que ocupó también el colegio Veinte de Abril, donde fue llevado por el doctor Leonidas Ortega Moreira, y ahora continúa con su acostumbrado ir y venir, especialmente en horario matinal, en el edificio de la avenida Carlos Julio Arosemena.
Vestido siempre de terno, de porte austero pero de sonrisa amable que inspira confianza, cuando avanza a dictar sus clases no escatima tiempo para contestar el saludo de quienes le llaman la atención, tampoco para entablar algún breve diálogo con los colegas profesores que cruzan y los jóvenes que se acercan a plantearle alguna inquietud.
Así ha sido y así es gran parte de la actividad magisterial cotidiana de este jurisconsulto y maestro guayaquileño nacido el 6 de marzo de 1934, emblemática fecha que resulta de mucha influencia en su comportamiento ciudadano y cívico cuando se trata de defender los auténticos intereses de su tierra natal y de la patria en general.
Lo último consignado y los méritos profesionales reconocidos son verdaderas cartas de presentación para haberle encargado el desempeño de importantes funciones públicas, entre las que sobresalen: gobernador del Guayas, subdirector de Educación, subsecretario de Gobierno, ministro juez de la Corte Suprema de Justicia, entre otros.
Carlos Estarellas Merino desciende de una familia de preceptores, como es el caso de su padre, Carlos Estarellas Avilés, un verdadero ícono del magisterio patrio; su esposa, Zoila Velásquez de Estarellas, es maestra jubilada, y sus hijos Carlos, Enrique y María del Pilar son doctores en Jurisprudencia y de diversas maneras se identifican con el ejercicio de la docencia.
El personaje recordó que el andar junto con su progenitor y su padrino, el célebre Pedro José Huerta, se le pegó el amor por la cátedra y empezó a trabajar en el Liceo América, ciclo educativo Tarqui y los colegios Urdesa, Leonidas García, Dolores Sucre y Aguirre Abad, donde enseñó Filosofía, Historia, Biología, Psicología y hasta Música.
Años después estuvo entre los fundadores de la Universidad Espíritu Santo y dio las primeras clases de Introducción al Derecho, Derecho Político, Obligaciones, y otras asignaturas. De su paso por aquel establecimiento tiene muchos recuerdos y evoca con agrado las horas que laboró.
Excelente conversador, aficionado a la música, la lectura y el cine, con sólidos conocimientos de su historia, Estarellas es un intelectual que comparte sin egoísmos las novedades encontradas en textos, películas y discos. Pone énfasis al consignar que siente predilección por la ópera y que le hubiera gustado ser cantante de ese género.
Carlos Estarellas ratifica que ama entrañablemente a la ciudad que lo vio nacer y en más de una ocasión ha premiado sus desvelos y sacrificios; tararea con gusto los pasillos clásicos e incluso atesora los inolvidables episodios cuando en tiempo de estudiante llevó serenatas a sus novias.
Agrega, finalmente, que su espíritu batallador no se doblegará jamás, pese a cualquier tipo de situación, pues su padre le repetía para animarlo aquella vieja sentencia: “Don Hernán Pérez del Pulgar, quebrar pero no doblar”. (I)