Carlos Rubira Infante: El alma llena de música
Un festival que se inicia la presente semana impulsará la creación artística a partir de la obra del compositor Carlos Rubira Infante.
Él es una leyenda viva de la música. A sus 93 años, el guayaquileño Carlos Rubira Infante es nuestro compositor vivo más destacado y prolífero. Ha compuesto alrededor de 600 canciones. Siendo, en su ciudad natal, la más popular el pasacalle Guayaquileño madera de guerrero. Pero Rubira le ha creado canciones a todas las provincias del país, por eso siempre, con justa razón, dice: “Soy muy ecuatoriano, más que guayaquileño, soy bien ecuatoriano”.
Su vida artística comenzó a los 14 años cuando le compuso a su madre Perdóname madrecita. “La escribí porque me dijo que si yo llegaba a la casa luego de las nueve –y llegué a las diez de la noche–, me iba a poner un colchón en el portón. Me dio mucha pena, me fui a Santa Elena a la casa de una tía y ahí escribí la canción”, recordó en una anterior conversación.
A los 20 años interpretaba sus canciones en programas radiales. Luego integró el dúo Vera Santos-Rubira y después, con Olimpo Cárdenas, Los Porteños. Durante 36 años trabajó en Correos Nacionales, donde comenzó como cartero y en sus ratos libres escribía canciones, en 1990 se jubiló.
Fue maestro, en sus inicios de cantantes como Julio y Pepe Jaramillo, Olimpo Cárdenas, Fresia Saavedra y otros cantantes. Se desempeñó como profesor y actualmente es asesor de la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi del Museo de la Música Popular Julio Jaramillo, ideado por la historiadora Jenny Estrada. “La música ecuatoriana no puede caer, hay que preocuparse para que no muera”, siempre ha proclamado.
En el 2008, el Gobierno Nacional le otorgó el premio Eugenio Espejo, y al siguiente año, la Universidad de Guayaquil, en reconocimiento de su trayectoria como intérprete y compositor, lo nombró doctor Honoris Causa.
El lunes anterior conversamos en su casa de Las Acacias. En una sala colmada de retratos y recuerdos, Rubira Infante, sentado en una silla de ruedas y empuñando un bastón, cantó una de su más recientes composiciones. La reunión se da entre bromas y sus frases sentenciosas. Él siempre transitó por su vida que es una canción auténtica. Esa tarde, disfruta de la compañía de Cecibell e Ivonne Pinzón Rubira, sus queridas sobrinas nietas, gestoras de la primera edición del Festival El alma llena de música, que se realizará los días 9, 10 y 11 del presente mes.
Con el sello Rubira
Desde hace tres años: Ivonne, Cecibell y su esposo, Julio Vergara, –todos integrantes de la agencia de diseño y comunicación Doble Clik– y la artista plástica María Beatriz Plaza, estuvieron ideando cómo mantener viva la huella artística de Carlos Rubira Infante, entonces surgió la idea de realizar un evento multidisciplinario de artes que tenga como punto de partida las canciones –letra y música– creadas por él. Este año en el festival intervendrán, como invitados, artistas consagrados –artes plásticas y visuales, danza, letra, música y teatro–, pero en la próxima edición, a manera de concurso, serán convocados artistas jóvenes y los triunfadores se harán acreedores al trofeo Carlos Rubira Infante –que en esta ocasión será entregado a los artistas invitados– y un premio económico. Lo interesante que El alma llena de música será un festival que ha aprobado y disfrutará en vida el compositor.
“Pensamos que cuando mi tío ya no esté –manifiesta Cecibell–, debe estar creada una huella a seguir por las nuevas generaciones para que no olviden su historia y su tradición artística”.
Ellas recuerdan las tertulias familiares, llenas de música, que se realizaban los fines de semana en su casa. Ambas eran niñas y así aprendieron a amar y valorar nuestra música. Su madre, Mariana Rubira de Pinzón es hija de Otto, hermano mayor de Carlos Rubira Infante. Ese abuelo fallecido, también era cantante –hizo dúo con el legendario Carlos Solís Morán– y además componía. Carlos Rubira es su querido y siempre admirado tío abuelo.
Ivonne –quien desde niña estudió en el conservatorio y es profesora de piano– dice: “Nosotros no buscamos un reconocimiento para el maestro Carlos Rubira Infante, nosotros buscamos trascender su obra. Le preguntamos: tío, qué es lo que usted ha querido siempre. Él dice: Que la patria esté unida, que la gente ame a su país, a su madre, que se inspire y haga cosas nuevas. Esos siempre han sido sus objetivos. Inspiradas en ese pensar de él, que también es nuestro, pudimos hacer que él se entusiasme con este festival y se involucre mucho, él está muy contento”.
Manifiestan que a su tío –como a ellas–, lo motiva saber que a través de este festival su obra musical no va a quedar en el olvido, que se va a enraizar y trascender a través de las nuevas generaciones de artistas.
Por su parte, Carlos Rubira, emocionado expresa: “Como todo Rubira siempre he tenido el deseo de triunfar, no personalmente, sino que triunfe el país, sus artistas y sus talentos. Estoy muy agradecido con mis nietas y con todos mis colegas y artistas que van a intervenir”. Luego entre aplausos y vivas de sus familiares, interpreta una canción que compuso en honor a su ciudadela Las Acacias y una pequeña vecina.
Antes de la caída de la tarde, Carlos Rubira dice palabras sabias: “Vivo la vida de artista, como un artista modesto. No tengo nada que lamentar ni pedir. Como se dice: Ni dar ni pedir cuartel. He sido sencillamente amplio, sincero, honrado. No he sido pillo, no he sido mariguanero, no he sido sodomita, no he sido nada de eso. He sido un guayaquileño bien parado. He sido como he querido ser, así quiero que sean todos. Amplios, sinceros, sin hipocresías. Que no haya odio, que es parte de la envidia. Y la envidia es la venganza del cobarde. No tengo nada de esas cosas”.
Carlos Rubira Infante es una leyenda viva de nuestra música. De nuestra música viva.