Augusto Enríquez: Vive y comparte el teatro
Su pasión por el teatro lo llevó a involucrarse en este mundo desde los 14 años. En la búsqueda de formar parte de algún elenco, Augusto Enríquez Carrillo se involucró con unas cuantas agrupaciones y tomó varios talleres.
Su inclinación hacia el arte y la poesía lo acercaban cada vez más a lo que se convertiría en su destino. Así, en 1977 su profesora de inglés lo invitó a un taller de tres meses dirigido por Enesto Suárez. “Ella se quedó una semana y yo me quedé hasta ahora”, expresa sonriente.
De ese grupo de talleristas surgió la agrupación el Juglar, el cual Augusto integró durante 15 años, desde su inicio hasta el final, incluso llegó a dirigirlo luego del retiro de Suárez. De ahí resultaron varios actores conocidos del medio local, con quienes a lo largo de los años ha compartido escenarios.
Con la experiencia adquirida, Augusto decidió complementar con la preparación académica, por lo que viajó a Argentina con su esposa, la también actriz Mirian Murillo. “Sentía que me hacía falta, tenía toda la práctica en el escenario como actor, empezaba a dirigir un poco, pero faltaba especializarnos, sacar un título”. Augusto estudió dos carreras: Actuación y dirección escénica, y Pedagogía teatral. Actualmente, está por culminar una licenciatura en Lenguaje y Literatura.
Nace Kurombos
A su regreso de Argentina notaron la necesidad de volcar aquí los conocimientos adquiridos. “Había mucha gente que quería aprender, actuar, pero no había la parte formativa, didáctica”, dice. Junto a Mirian decidieron armar talleres, empezaron con un grupo de 80 personas, de las cuales quedaron 20 que dieron lugar al elenco de Kurombos.
Un local alquilado en Tulcán y Primero de Mayo fue su primera sala de teatro durante cinco años, donde empezaron a realizar trabajos de investigación, talleres, y montajes para niños y adultos. De ahí surgió un grupo de niños que duró tres años con el que armaban puestas en escena para público infantil.
Durante veinte años, Kurombos ha sido semillero de actores, quienes con la ‘patadita’ de buena suerte de Augusto han surgido en las tablas y en la televisión. “Ha sido gente que ha pasado por aquí y luego salen y arman sus propias iniciativas, y bueno la idea es esa, dar para que la gente amplíe ese conocimiento, pensamos que es una manera de que el teatro crezca”, expresa el actor de 56 años, quien además de las clases de teatro ha sido docente en varias universidades de la ciudad y en el colegio Vida Nueva en el Barrio Centenario.
Actualmente, junto a su elenco conformado por 15 actores, produce y dirige obras infantiles para el Teatro Centro de Arte, propuesta que realiza desde hace cinco años en este lugar.
Se encuentra preparando además tres obras para microteatro y continuará con funciones en Quito y Machala de El ruiseñor y la golondrina, creación que presenta hace algún tiempo y en la que actúa junto a su esposa.
Su escuela funciona desde hace ocho años en el primer piso alto de un edificio de Panamá 604 y Manual Urzuriaga en el centro de la urbe. El sitio guarda en distintos ambientes escenografías y utilería de sus producciones, el espacio se mantiene como cuna de nuevos actores con talleres para niños, jóvenes y adultos.
Su enfoque en los niños
Haciendo énfasis en la importancia de crear público, Augusto orienta sus esfuerzos hacia la preparación y el consumo del teatro en los más pequeños. “Es nuestra consigna, es importante, no solamente como un elemento formativo, sino que es un público que en el futuro será degustador del teatro”.
Aunque asegura que es un área difícil, por lo que son escasas las obras para niños, considera el factor lúdico como vital para entender la dinámica del menor, y para poder llegar y cautivar, no solo al niño, sino también entretener al público adulto que lo acompaña al teatro. “Es una responsabilidad, porque no le puedes dar cualquier cosa, están de por medio la parte pedagógica y de valores, porque además de divertirse, aprende a través del espectáculo y crea una capacidad de criterio”, explica el maestro.
Esto implica, según cuenta, constante preparación y entrega de sus actores quienes deben disponer de creatividad, expresión corporal, y el conocimiento de la técnica. “Hago mucho taller al respecto, para que se entienda esta parte y entonces estos actores puedan trabajar con los niños, el espectáculo guste y tenga la efectividad que estamos buscando”, explica.
Creaciones propias y adaptaciones dirigidas a mayores de cinco años tienen lugar dos veces por mes en el Teatro Centro de Arte, La Odisea, ¡qué aventura marinera! es una de las obras que presentó este año, y que también tendrá espacio en el Segundo Festival Internacional de Artes Vivas Loja 2017, que se desarrollará del 16 al 26 de noviembre. La casa embrujada es la más reciente de sus creaciones que tendrá lugar hoy en el Teatro Centro de Arte.
En la línea de formación, realiza talleres para chicos de 6 a 12 años. Añade que el teatro también sirve para mejorar problemas de personalidad, como la timidez; por otro lado están aquellos niños muy desenvueltos que gustan de actuar.