El guapachoso de la música tropical
Una vida artística bien bailada y cantada por Sebastián Jaramillo, conocido como Don Sebas o el Loco, por su performance en el escenario.
Esa mañana llueve a cántaros. En Esmeraldas y Camilo Destruge, imposible perderse, una placa de una puerta grita: “Sebastián Jaramillo/Director musical/Orquesta Conjunto Discjockey/Peña (Animación total)”. A pocos metros está parqueado un carrito blanco de un montón de años con la leyenda “Don Sebas y su ritmo show”.
Las paredes de su oficina están tomadas por afiches, gigantografías, fotos del recuerdo y trofeos. Es el reino de Sebastián Jaramillo Ramírez, 70 años, oriundo de Baba, Los Ríos, pero afincado en Guayaquil desde sus 2 años. Luce una inmensa sonrisa y su característica vitalidad.
Viste camiseta, bermudas y mocasines con el escudo del Barcelona Sporting Club, su equipo del alma al que escribió varias canciones, siendo la más popular Camisetas amarillas, mi equipo es Barcelona, de 1978. “Si ahorita me piden: ‘Sáquele otra letra a Barcelona’. Digo: Déjenme tranquilo”, sonríe con cierta nostalgia y decepción.
A sus 9 años cantaba las rancheras famosas de los mexicanos Aceves Mejía, Pedro Infante y Jorge Negrete en los programas de radioaficionados. La corte suprema del arte, de los hermanos Vela Rendón, fue el primero en que participó. Pero también era monaguillo y cantaba la misa en La Victoria, la iglesia de su escuela. Pronto los escenarios serían otros. “El guitarrista Pepe Jordán me aconsejó que mejor interpretara música tropical, porque yo era muy alegre cantando”. Aceptó la sugerencia y a sus 15 años era el cantante de Vicente Bartolomé y su Conjunto, que sería la banda del programa El show de la tarde, conducido por Ángela
Játiva en el antiguo Canal Cuatro. Así comenzó su vida artística profesional.
Pero la agrupación de sus amores sería la Orquesta América, a la que llegó siendo un muchacho de 18 años y salió de 40. Todo comenzó en el colegio Aguirre Abad durante un mano a mano entre Vicente Bartolomé y su Conjunto y la Orquesta América. “Cuando los músicos de la América fueron a ver por qué la gente se aglomeraba” –evoca– “se dieron cuenta de que era porque yo bailaba, cantaba, saltaba y atraía al público. Esa misma noche Rosendo Pino, director de América, me mandó a decir que quería hablar conmigo”. Después de dos días fue contratado. “Yo no he trabajado en mi vida en otra cosa que no sea la música”, asevera. Empezó a grabar discos exitosos con América, que ganó más popularidad siendo la orquesta de planta del programa de televisión Chispazos.
Fiesta a son de orquesta
Sebastián Jaramillo siempre fue un cantante distinto, alocado, el alma de la Orquesta América, que animaba de cuatro a cinco bailes semanales en Guayaquil y el resto del país. “Nosotros vivíamos en carros, hoteles y bailes –dice con brillo en la mirada–. Era una vida bien trajinada y la orquesta tenía solo un cantante que era yo. La gente nos pedía las canciones que tocábamos en Chispazos”. Calla un momento y como mirándose a un espejo, confiesa: “Soy inquieto para cantar, no puedo estar quieto. Eso nació conmigo y eso quizá me dio popularidad. Cuando canto, me piden: ‘Ya, don Sebas, péguese un brinquito’, y lo hago porque aún lo puedo hacer. Yo nunca he sido un cantante seco. Era un cantante bailarín, en ese tiempo no se ensayaba coreografía”.
Apodo ‘cristalino’
En esa época eran un éxito los mano a mano entre la Orquesta América de Ecuador con Sebastián Jaramillo y Los Graduados de Colombia con Gustavo Quintero. Ambos, excelentes intérpretes y considerados locos en el escenario. Esos eventos eran verdaderos duelos musicales. Un espectáculo bailable que comenzaba a las nueve de la noche y terminaba a la cuatro de la mañana casi con el canto del gallo.
“Recuerdo que mi pana del alma, el Rey de la Cantera, animaba los bailes y decía: ¡Señoras y señores, aquí viene el mano a mano entre Gustavo Quintero y el Loco Sebastián Jaramillo. Aquí está Gustavooo Quinterooo con Sebastián Jaramillooo que a los cantantes extranjeros se los mete al bolsillooo!”. Ríe a carcajadas.
Ambos simulaban que se peleaban, que se picaban, eran un espectáculo en el escenario. “Gustavo era un showman, yo de él aprendí mucho. Yo ya tenía ese swing, pero aprendí más, me di cuenta de que el cantante tiene que animar. Por eso digo: cantante que es frío, apático, no llega al público, puede cantar bien pero no tramsmite”, sentencia.
Don Sebas, como le decía Armando Romero Rodas, de radio Cristal, integró la Orquesta América hasta fines de los años ochenta. Después fue cantante de Don Medardo y sus Players, estuvo un par de años en Nueva York en la orquesta de los hermanos López, regresó a cantar en las orquestas guayacas La Unión y Los Cinco Ases. Hasta que en 1993 armó su propio combo: Sebastián Jaramillo y su Orquesta, que duró cinco años hasta que la gente empezó a contratarlo a él solo. Era cuando las orquestas empezaron a desaparecer.
“Me decían: No, don Sebas, usted es el show, usted es la estrella. Así comencé a trabajar solo hasta ahora”, que lo acompaña su hijo en la computadora, donde están las pistas de cientos de canciones de diversos géneros. Así todo es bueno, bonito y barato.
Actualmente reside entre Estados Unidos y Ecuador. En Nueva York, Nueva Jersey y Miami, canta en restaurantes latinos y fiestas particulares. En Guayaquil canta en peñas como Punta del Este, Rosalinda Cisneros, El Rincón de los Amigos, Barricaña y en fiestas de su público de siempre.
Considera que su mayor éxito fue a fines de los años ochenta cuando ganó el disco de oro con su versión de Mi carrito –original del colombiano Lisandro Meza–, que vendió tres millones de discos en México. “Mi carrito es más alegre y animado”, bromea.
Cuando cesa el aguacero, indago por sus sueños futuros y dice: “Mis sueños ya se realizaron. Mi sueño más grande era ganar popularidad y ya la tengo. Ese es el combustible que me alimenta. Voy a cantar a un sitio y la gente me recibe con aplausos”.
Afuera está parqueado su fiel Volkswagen de un montón de años con un motor que no enciende rápido pero termina rodando por Guayaquil. Es cuando suena la alegre cumbia Mi carrito: “La dicha en mi carro/ Es un vacilón/ No usa gasolina/ Lo tanqueo con ron/ Ay, pipiripi pipiripi/ Es el pito de mi carrito que suena así”. Así es don Sebas y su vida marcada por la música tropical. (I)
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