Freddy Girón y Miriam Herrera: Desde La Culata apoyan el arte
Freddy Girón y Miriam Herrera, a través de La Culata y el Café del Cangrejo, le han dado vida a la calle Córdova y apoyan iniciativas artísticas.
Se conocieron hace unos 12 años en Barricaña, cuando ese lugar, de la mano de Enrique Ponce, actor y gestor cultural ya fallecido, aglutinaba a gente del quehacer cultural y artístico de la ciudad. Ahí trabajaba Freddy Girón, más conocido como el Negro, mientras Miriam Herrera, la Manaba o Muñeca, como le dicen sus amigos, frecuentaba el lugar porque Enrique era su compadre, padrino de su hija mayor, y llegaba hasta allá a vender cosméticos, perfumes y ropa por catálogo.
“Yo la atendía a ella”, dice Freddy con sonrisa pícara mirando a Miriam. “Él era talla 30 cuando empecé a venderle pantalones... ahora es 34”, responde Miriam, y ambos sueltan una carcajada que contagia.
Es con esa alegría y buena onda con las que reciben y atienden a la gente en La Culata, en Córdova y Mendiburu, una picantería que se ha convertido en punto de encuentro de personas que hacen arte y de gente que disfruta del arte y de la buena comida.
Allá llegan pintores, escultores, fotógrafos, cineastas, actores, poetas, escritores, bailarines, diseñadores y gente que ellos arrastran, así como extranjeros que ya saben que no pueden irse de Guayaquil sin visitar La Culata y probar el tapao, el encurtido de pescao, el encocado, el encebollado, entre otras delicias, únicas del lugar.
Fue el propio Enrique Ponce quien siempre animó a Freddy a que tuviera su propio negocio. Fue así que en el 2008, diagonal a la actual picantería, abrió el bar Guayaquil de la Culata, que cerró cuatro años después. “No cuajó la sociedad con un amigo y no cumplíamos con la ordenanza porque era un espacio muy pequeño”, cuenta Freddy, que además del Barricaña estuvo también en El Gran Cacao, de Jimmy Mendoza.
Ya entonces Miriam ‘acolitaba’ a Freddy en sus proyectos. En esos cuatro años del Guayaquil de la Culata se hicieron pareja, y además la calle Córdova revivió por las noches, ya que de otros locales les pedían piqueos. Se hicieron famosos, tanto, que el dueño de un nuevo edificio que se construía al frente los invitó a ser sus inquilinos y fue así que en octubre del 2012 se abrió La Culata, en su local actual.
Ahí se juntaron la experiencia de Freddy en el servicio al cliente con la habilidad de Miriam para la cocina, quien desde su Alejo Lascano natal, en Paján, ya preparaba comida elaborada: encebollado, cebiches y otros platos a base de mariscos y pescados.
Pero La Culata es más que rica comida. Se ha convertido casi en lugar obligado para ir a la salida de algún evento artístico o cultural; ahí mismo, en cualquier momento se improvisa música, danza, teatro, se exponen obras de arte. Su clientela aumenta cada vez. ¿A qué se debe el éxito de La Culata? “Tenemos una cartera fija de clientes que son los artistas, y en otros lugares no les paran bola, ellos no tienen problemas al entrar aquí”, responde Freddy, mientras Miriam añade: “Aquí no hay etiquetas, aquí les damos libertad a los artistas”. Freddy puntualiza: “Los artistas andan por allá por acá, no hay mejor publicidad para un lugar que ellos, y el boca a boca”.
Hoteles y hostales de Guayaquil, conocedores de la calidad de la comida de La Culata, recomiendan a sus huéspedes ir a comer allá. Casi como una marca, La Culata estuvo hace dos años atendiendo en la Bienal de Cuenca, invitados por el colectivo de artistas Cuarto Aparte. “En el MAAC también hemos estado invitados en eventos”, añade Miriam.
El éxito ha sido tal, que en enero de este año abrieron La Culata 2, justo al frente de la primera Culata, y antes, en el 2013, abrieron El Café del Cangrejo, en Córdova y Juan Montalvo, una cafetería-bar donde se lee poesía. “Le hemos dado movimiento a la calle Córdova”, dice con sencillez Freddy, que recuerda que era un lugar oscuro y “botado” por las noches.
Ayuda al prójimo
“Nosotros sin los amigos no somos nada”, dice Freddy refiriéndose al éxito de su negocio, por ello lo comparte a través de auspicios de La Culata en lanzamiento de libros, exposiciones de arte, performances, danza, música. Ahora mismo, la pincatería es uno de los sitios donde se receptan aportes económicos para la culminación del documental Siguiente round.
Agradecidos con la vida, cada Navidad parten a Alejo Lascano, el pueblo natal de Miriam, con regalos y una caravana de artistas que llevan teatro, música y alegría a sus moradores.
Ante el terremoto, siempre solidarios, Freddy y Miriam pusieron anuncios en las redes sociales para receptar ayuda y llevarla personalmente a Manabí.
Tal fama se han ganado, que pronto Miriam y Freddy aparecerán en la película Sin muertos no hay carnaval, de Sebastián Cordero, donde hacen pequeños papeles. (I)