Jorge Morán: El arquitecto de la caña
La vida de Jorge Morán está marcada por el estudio, enseñanza y utilidad de la caña guadúa.
Es nuestro sabio de la caña guadúa. Jorge Morán Ubidia, arquitecto guayaquileño de 75 años. Pero con corazón y monte de 18 años, aclara en son de broma. Sobre la caña acepta que aprendió más de nuestros campesinos que en la academia. Su gestión es reconocida en Ecuador como en el extranjero. En septiembre de 2015, en Damyang, Corea del Sur, le fue otorgada la distinción World Bamboo Pioneer por haber dedicado su vida al estudio y progreso del bambú en el mundo. En dicha ceremonia, Susanne Lucas, presidenta de la Organización Mundial del Bambú, resaltó: “El profesor Morán fue uno de los primeros en comparar las propiedades físicas del bambú con la madera y reconocer la gran fuerza estructural de algunas especies de bambú”.
Ahora es docente jubilado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil y Universidad Católica de Santiago de Guayaquil en la que actualmente es asesor del Vicerrectorado de Investigación y Posgrado, porque a Jorge Morán lo que más le gusta es enseñar, transmitir sus conocimientos a la comunidad.
Conversamos en el Centro Documental del Bambú de la Universidad Católica que lleva su nombre. Morán le donó su biblioteca personal, entre ellos textos de su autoría, publicados en español e inglés, sobre arquitectura vernácula y diversos temas del bambú, como su popular manual: Construir con guadúa.
El arquitecto de la caña comenta que en su primera época construyó casas de concreto y hormigón, aunque siempre fue curioso y siendo estudiante se preguntaba: ¿Por qué soportan las cañas semejantes losas de hormigón, qué son? Nadie me daba razón, poco a poco fui reconociendo que era bambú.
La caña fue utilizada antes de la llegada de los españoles. Cuando se impuso el cemento, el concreto y el hormigón, los ingenieros la empleaban para hacer andamios y la gente pobre como material de sus casas.
En los años ochenta, Morán en un libro del arquitecto colombiano Óscar Hidalgo López se informó que la guadúa es un bambú. Existen 1.300 especies, nuestra caña guadúa –también conocida popularmente como caña Guayaquil– es la Angustifolia Cunt. Después de un tiempo, los campesinos se lo confirmaron.
No fue la academia la que me lo enseñó, fueron los campesinos –narra Morán, quien es delgado y fuerte como el bambú– de ellos aprendí cómo se corta la caña, cómo se abre, cómo se pica, cómo se la utiliza, ellos fueron mis maestros, y después la academia en Colombia y la Universidad de Eindhoven, Holanda.
En esos años se inicia su proceso de aprendizaje. Leyendo, escribiendo, redescubriendo, recopilando información de Ecuador y otros países donde el bambú ecuatoriano es apreciado por ser superresistente. Se convierte en especialista de la caña guadúa. Ha dictado no menos de 200 conferencias en América, Asia y Europa. Talleres y conferencias en el 80% de nuestras universidades y escuelas politécnicas.
Lo importante para mí es enseñar, así ha sido toda mi vida –manifiesta-. He contratado construcciones grandes, pero ahora en la etapa final, necesito enseñar, hacer mi libro para que la gente se quede con el conocimiento, porque si no, sería un egoísta, por eso tengo alumnos, y cuando doy un taller, se llena de gente porque me conocen que yo no guardo secretos.
Sembrando caña
Con su equipo de la Universidad Católica y el apoyo económico de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) lleva adelante el proyecto Eco Materiales que produce planchas de caña guadúa prensada de gran durabilidad, firmeza y con la densidad de una madera tan dura como el guayacán. Han obtenido 9 patentes y se aprestan a tener 9 más. En febrero de 2016 ganaron el Primer Premio Innovación “Matilde Hidalgo de Procel”.
El laboratorio de investigación de ecomateriales funciona en Durán y está integrado solo por seis personas. Entre ellas, Pedro Córdova, el primer ingeniero especializado en bambú de la Universidad Católica de Guayaquil.
Estos tableros ecomateriales– de 120 por 240 cm, se estima que costarán $ 30– son durables y difícil de quemar, están destinados a la gente de menos recursos –dice Morán– porque lo importante es tener resultados que beneficien a la sociedad–.
Morán en el 2011 hizo las normas técnicas necesarias para construir viviendas con caña que en estos días deberían aprobarse porque después del terremoto, si no hay normativa, a la gente de las áreas rurales y campesinos de Manabí y Esmeraldas no le van a entregar el bono de construcción.
Pero para qué sirve la normativa –se interroga medio indignado–, acabamos de ver edificios de hormigón armado que se cayeron, y estaban bajo la normativa, pero si no la hacen cumplir los municipios, los gobiernos y los propios ingenieros, para qué carajos sirve esa vaina.
Explica que la fuerza de un sismo se multiplica con la masa que tiene un edificio, por eso no se caen las casas de madera o caña porque tienen un peso mínimo.
Entre el 4 y el 7 de junio, dirigió el II curso-taller nacional de Construcción de viviendas en caña guadúa en el barrio La Dolorosa de Santo Domingo de los Tsáchilas. El objetivo general era que la comunidad aprenda las técnicas de construcción en caña guadúa cumpliendo las normas técnicas de diseño y físico mecánico de resistencia del material.
Cuenta que en ese barrio pobre se construyó una casa de bambú como medio para capacitar a la gente y en beneficio de una familia damnificada por el terremoto del 16 abril.
Jorge Morán recuerda que en el inicio de su vida profesional construyó iglesias, escuelas, colegios, viviendas particulares porque en nuestro medio el arquitecto es constructor, empresario y hasta cargador.
Pero como siempre no he querido repetir lo que hacen los otros –confiesa–, dije no y como en la universidad me llamaba la atención la caña, opté por ella. Lo importante es dejar huellas, algunos dicen: dejar un árbol, yo he sembrado caña. (I)