Juan Pablo Toral: Creación frente al río
El barrio Las Peñas alberga la familia y la obra de Juan Pablo Toral, artista que rescata con color y talento los símbolos de un Guayaquil que se desvanece.
Los colores de su hogar no vienen solo de sus acrílicos y óleos; también provienen de los juguetes de sus hijos que esta tarde están esparcidos por todo este multiespacio que cumple la función de sala, comedor y pasillos, en el segundo piso de su vivienda al pie del río Guayas.
Tras la remodelación, el segundo nivel quedó totalmente abierto con solo un balcón interior desde donde puede verse la planta baja donde el artista guayaquileño Juan Pablo Toral ha instalado su taller de trabajo de pinturas (las esculturas están en una casa cercana).
Juan Pablo, de 38 años, reconocido por su obra vinculada al arte urbano, vive aquí desde 2008. Hoy lo acompañan su esposa, Gabriela Mancheno, y sus hijos Remigio (4), Julia (2) y la pequeña Victoria, quien solo puede llegar en brazos hasta el lugar donde los fotografiamos (tiene apenas 3 meses).
Esta vivienda, que bellamente mantiene el espíritu tradicional del Guayaquil de antaño, es su hogar y también el lugar donde conoció a su esposa, quien es directora de arte y diseñadora de modas. En 2007 ella le alquiló ese espacio a Juan Pablo para una sesión de fotos de la línea de bikinis que lanzó ese año. Así se conocieron, sin imaginarse ella que esta locación sería su posterior lugar de residencia.
“Gabriela se ha convertido en ese pilar importantísimo de consulta, yo descanso mucho en ella, al contarle mis proyectos y al tomar las decisiones, su criterio es vital para mí”.
Además de juguetes, el arte está esparcido por todas las paredes de la casa. ¡Sin importar la edad del artista! “Por allá hay algunos cuadros de Remigio”, dice Juan Pablo, señalándome el otro lado de la sala. “Julia aún no ha pintado, pero si ve un hidrante rojo, chiquito, de plástico, aunque no sabe qué es, dice inmediatamente: ¡Papá!”.
Los hidrantes y los zapatos deportivos colgados sobre cables de luz son precisamente algunos de los símbolos por los que los ecuatorianos también identificamos a Juan Pablo. Son los símbolos de su trabajo plástico.
También lo fueron los cartones cuando, en 2004, ganó el primer lugar del Salón Mariano Aguilera (Quito) con su obra Reciclaje y ready-made: la fascinación de la
cotidianidad, elaborada con cuatro cartones que compró a mendigos quienes, antes de que comenzara la regeneración urbana, se refugiaban en la avenida 9 de Octubre y García Moreno (residencia anterior del artista).
“El tema de mi trabajo es graficar las cosas que se han perdido o que se están perdiendo”, afirma. “Deseo registrar pictóricamente todos los elementos que son parte del entorno de una ciudad, encontrados a lo largo de las calles y que de una manera vertiginosa se han comenzado a perder, debido a la modernidad, muy positiva por cierto”, aclara el graduado de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y del desaparecido Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), que hoy es parte de la Universidad de las Artes.
Sus dos hijos también estudian en Samborondón, aunque sus tardes transcurren completamente en Las Peñas. “Todos nacieron aquí. Es decir, salieron de la clínica y vinieron a Las Peñas”, se corrige entre risas. “Que crezcan aquí, para ser sinceros, es complicado. Mis hermanos viven allá, si tienen algún cumpleaños de amiguitos, es allá. Irme a vivir a Samborondón sería lo idóneo, pero aquí se crea una magia caótica, maravillosa, pero terrorífica”.
Sus hijos ya tienen dominado todo ese caos. Pueden dar vueltas en círculo sobre sus carros de plástico sin tropezar ningún objeto o con la escalera que conduce a esta área de la casa.
“Tratamos de que la vida transcurra aquí, invitamos a amigos y familiares para almorzar o cenar. Nos gusta mucho atender aquí a la gente, que la casa sea un showroom y ese espacio que nosotros le brindamos a los demás”. Y sus hijos también están muy a gusto con su rol de minianfitriones. “Son niños extrovertidos, desde el primer día están acostumbrados a ver gente nueva”.
A futuro
Juan Pablo trabaja hoy en una nueva escultura para el estadio Capwell (en 2016, develó el busto de George Capwell que se exhibe en ese escenario deportivo).
“Adicional a eso, presenté un proyecto al Municipio para hacer dos esculturas (modeladas en barro y luego fundidas en bronce) en la calle Numa Pompilio Llona”. Una del poeta de quien toma el nombre esa calle y otra del bailarín Sir Frederick Ashton.
“Todos mis proyectos son de corte histórico; empecé en 2012 cuando presenté el mural de Reales Astilleros de la Colonia (en La Atarazana) y desde allí empecé a hacer una serie de obras públicas con corte histórico para rescatar esa memoria colectiva de la que tanto hablo”.
También está en marcha su libro. Son líneas y fotografías que se seguirán escribiendo y que sus hijos leerán en el Guayaquil urbano que les heredemos a esa nueva generación. (I)