La promesa convertida en salud
El doctor Orlando Pin Benavides tiene desde hace 20 años un centro médico en la cooperativa Flor de Bastión, el cual abrió tras una experiencia terrible.
Este gran compromiso con la vida nació cuando su gestor casi estuvo abrazado con la muerte. Ocurrió hace 20 años. El doctor Orlando Pin Benavides venía manejando por la vía a Daule después de haber cumplido una jornada de trabajo que lo había llevado a Manta (Manabí).
Era como la una de la madrugada y estaba por llegar a Guayaquil, pero por quedarse dormido en el volante se estrelló con un poste, a la altura del Parque Empresarial California (PECA).
“Al principio me dieron por muerto. Los rescatistas usaron sierras eléctricas para sacarme del carro”, señala este médico que, luego de ese episodio, pasó 91 días en coma y 2 años y seis meses en silla de ruedas, sin poder caminar.
Pero había sobrevivido. “Mi mamá era muy devota de la Virgen de Schoenstatt, así que prometió que si me recuperaba, su hijo iba a brindar atención médica a las personas de la zona donde me había accidentado”, indica este especialista en gineco-obstetricia, cirugía estética y cirugía abdominal.
Pin tomó esa promesa como propia y, aún en silla de ruedas, comenzó a atender consultas en un dispensario que abrió en Flor de Bastión, cerca de donde había ocurrido el accidente. “Desde el primer año observé casos de pobreza, maltrato a niños y mujeres, niñas de 14 años embarazadas”, dice este especialista que comenzó a atender varios casos de parto.
Él recuerda uno en particular. “Estábamos en pleno invierno con el fenómeno de El Niño (1997), a eso de las 19:00. Llegó un hombre que decía que su esposa estaba a punto de dar a luz, pero que la comadrona no podía atender el parto, porque había complicaciones”.
La lluvia intensa provocó que tardaran dos horas en llegar a esa casa para atender ese parto, que lucía riesgoso porque el bebé venía de pie. “Ese niño habría muerto de no haber llegado un doctor”.
Ese tipo de casos demuestran la importancia de tener un médico cerca, y la comunidad se percató de ello. “Una vez, yo aún en silla de ruedas, unos ladrones me robaron todo mi equipo, así que los pobladores, aunque eran pobres, voluntariamente hicieron una ‘vaca’ para comprarme todo nuevamente. Y me pusieron un guardia”, indica sobre ese local, convertido en clínica popular hace 17 años.
En esos años Pin ha visto que la comunidad se muestra más responsable. “Ya no se automedican. Pero lamentablemente aún se ven niñas embarazadas de 14 años. Yo las aconsejo de que se cuiden. Un médico se vuelve casi un cura y un psicólogo para sus pacientes”. Pin también observa muchos casos de diabetes e hipertensión. “Lo principal es cuidar la alimentación, pero los ecuatorianos no sabemos comer”, dice este médico, quien también atiende en un consultorio en la torre 2 del Omnihospital.
Pero su gran compromiso con la salud del pueblo está en Bastión Popular. Por ello, Pin considera que los dispensarios y clínicas privadas pequeñas pueden ayudar mucho a atender a los barrios populares. “Estamos más cerca de la gente”. Esa proximidad con las personas ha llenado su vida de anécdotas, que ha recopilado en un libro titulado Madre vida (50 relatos), que lanzó hace tres semanas. “Son historias de mi niñez, de mi juventud, de mi vida profesional”, comenta Pin, quien allí muestra un especial tributo a su madre, por “guerrera” y ejemplo de solidaridad y amor.
Y por haber hecho esa promesa que hoy lo hace un médico comprometido con la solidaridad. (I)
Contacto: Cooperativa Flor de Bastión, bloque 1, mz 551, v 16; 215-0264, 210-9223. Atención de 06:30 a 12.00 y de 16:00 a 18:30. Libro: $ 20.