La vida en la muerte (o lo contrario)
Las primeras semanas de cada año resultan buen momento para reflexionar sobre temas profundos. El tibetano Sogyal Rimpoché comparte un mensaje sin tiempo, sin espacio ni religión, que nos ayuda a ubicarnos mejor en el planeta.
Hace 21 años, el maestro espiritual Sogyal Rimpoché publicó El libro tibetano de la vida y la muerte. Fue un éxito inmediato a nivel global (traducido a 26 idiomas y se vendieron 1,5 millones de copias), porque el autor logró con sutileza transmitir las enseñanzas del budismo para el mundo occidental, centrándose en un tema tan delicado como desaparición de nuestros seres queridos (y de nosotros mismos) del mundo terrenal.
“Con el tiempo supe que El libro tibetano de la vida y la muerte había sido adoptado por instituciones, centros y grupos diversos: educativos, médicos y espirituales. Enfermeras, médicos y profesionales dedicados a acompañar a los moribundos me han dicho que han integrado estos métodos a su trabajo cotidiano, y he escuchado numerosos relatos de gente normal que ha utilizado estas prácticas y de cómo les ha permitido transformar la muerte de un amigo o de un pariente próximo”, comenta Rimpoché en la introducción de la edición 2013 de su texto.
El mérito se multiplica al observar que sus palabras no buscan persuadir o convertir más almas al budismo, sino ofrecer la sabiduría de antiguas enseñanzas para brindar un aporte profundamente humano en momentos difíciles, intentando transmitir que el bien universal es uno solo para todas las culturas.
En otro mundo
Sogyal Rimpoché nació en 1947 en Kham (Tíbet), tuvo su primer encuentro con la muerte a los 7 años de edad, cuando uno de los ayudantes de su líder espiritual cayó enfermo y agonizó por varios días.
El pequeño observaba cómo su maestro, Jamyang Khyentse, acompañó al moribundo en ese duro proceso. “Me asombraban la precisión de sus conocimientos, su confianza, la serenidad y la paz que emanaban de él. Su presencia firme y serena habrían tranquilizado a la persona más angustiada”, indica el autor en su texto, llegando a entender que no debemos tener miedo a esa situación, aunque tampoco tomarla a la ligera. “¿Qué era, pues, lo que le permitía afrontar la muerte de una manera tan solemne y al mismo tiempo tan desenfadada, tan práctica y al mismo tiempo tan misteriosamente despreocupada? Esa pregunta me fascinaba y me perseguía”, detalla.
Con los años, el joven Sogyal profundizaba en un entendimiento espiritual que quedó conmocionado al llegar al mundo occidental, ya que estudió Religión Comparativa en la Universidad de Cambridge (Inglaterra). “A pesar de sus éxitos tecnológicos, la sociedad moderna occidental carece de una verdadera comprensión de lo que es la muerte y de lo que ocurre durante y después de ella”, escribió.
Es así que mientras en la cultura oriental cada fallecimiento significa una fase natural de la vida humana, a los occidentales les resulta más sencillo negar su inminente presencia o asumirla como “aniquilación y pérdida”.
“Un todo único”
Tal posición derrotista ignora un principio básico de la sabiduría budista: deberíamos utilizar nuestra vida para prepararnos para la muerte. “Podemos empezar aquí y ahora a encontrarle un sentido a nuestra vida. Podemos hacer de cada instante una oportunidad para cambiar y prepararnos de todo corazón, con precisión y serenidad, para la muerte y la eternidad”.
Rimpoché explica que en el budismo se perciben la vida y la muerte como “un todo único”: la muerte es el inicio de otro capítulo de la vida y un espejo en el que se refleja todo el sentido de nuestra permanencia en la tierra.
Tal afirmación debería llevarnos a entender lo importante de un uso fecundo de la vida, “mientras todavía tenemos tiempo”, comenta el autor, “y a garantizarnos que al morir no tengamos ni remordimientos ni amargura por haber malgastado nuestra existencia. Tal como dijo el célebre santo y poeta tibetano Milarepa: ‘Mi religión es vivir, y morir, sin remordimientos’”.
Podemos acercarnos a tal propósito a través del entendimiento de diversos conceptos e ideas que propone Sogyal. Aquí algunos:
• La naturaleza esencial de la mente. Sogyal Rimpoché menciona en su texto que para comprender la vida y la muerte debemos entender la naturaleza de la mente, lo que podríamos llamar nuestra esencia más profunda. Las enseñanzas orientales muestran que si todo lo que conocemos de la mente es el aspecto de ella que se disuelve al momento de morir (rutinas, superficialidades, mera información), no tendremos idea de lo que se perpetúa, ningún conocimiento de esta nueva dimensión de una realidad más profunda. Así pues, es esencial que nos familiaricemos con la naturaleza de la mente cuando aún estemos vivos. Solo así estaremos preparados cuando se revele espontánea y poderosamente en el instante de partir.
• Aprender a conocernos. La razón más profunda de nuestro temor a la muerte es, posiblemente, que ignoramos quiénes somos. Sogyal observó que los occidentales dependemos de una identidad basada en documentos, relaciones afectivas, familia, ocupación, títulos académicos y dinero, lo cual resulta un sostén tan efímero y frágil que, al desvanecerse con la idea de la partida final, veremos “una persona a la que no conocemos, un extraño desconcertante con quien hemos vivido siempre, pero al que, en el fondo, nunca hemos querido tratar”.
• Aceptar la impermanencia. Una gran razón por la cual nos cuesta afrontar la muerte es que ignoramos la verdad de la impermanencia. Deseamos que todo siga tan y como está de una manera tan desesperada que necesitamos persuadirnos de que las cosas no cambiarán jamás. Rimpoché subraya que, a nuestros ojos, los cambios equivalen a pérdida y sufrimiento. Y, cuando se producen, procuramos anestesiarnos. “Nos obstinamos a creer, terca e incuestionablemente, que la permanencia proporciona seguridad y la impermanencia, no”. Tomarse en serio la impermanencia es liberarse poco. Y eso nos lleva a reducir el aferramiento emocional que tenemos a lo terrenal.
• Valorar las experiencias negativas. Las vivencias tristes suelen ser las más desconcertantes, puesto que solemos interpretarlas como una mala señal. Sin embargo, lo cierto es que las experiencias negativas son una bendición disfrazada, por ello debemos intentar no reaccionar ante ellas con aversión, tal como lo haríamos normalmente, y reconocerlas como son: meras experiencias, ilusorias y parecidas a un sueño. Es más, los verdaderos obstáculos en la vida pueden aparecer con las experiencias positivas. “Cuando las cosas van bien, debéis tener mucho cuidado y estar especialmente atentos para no volveros autocomplacientes o confiados en exceso”. En resumen: debemos permanecer libres del apego a las buenas experiencias y libres de aversión a las malas.
• Morar en calma. Rimpoché cuenta que en cierta ocasión, una anciana le preguntó al Buda sobre cómo meditar. Él le aconsejó que cada vez que sacara agua del pozo permaneciera atenta a todos y cada uno de sus movimientos de las manos. Ese ejercicio permite “traer a casa la mente dispersa”, lo cual se conoce como “permanecer apaciblemente” o “morar en calma”. La práctica de la atención desactiva nuestra negatividad, nuestra agresividad, nuestro dolor, nuestro sufrimiento y nuestra frustración. En lugar de reprimir nuestras emociones, lo importante aquí es contemplarlas. Solo cuando hayamos eliminado el daño que tenemos dentro podremos ser útiles a los demás, indica.
• Meditar. Rimpoché enfatiza que todo puede convertirse en una invitación a la meditación: una sonrisa, un rostro en el autobús, la visión de una pequeña flor, el drapeado de una bonita tela en el escaparate de una tienda, el modo en que el rayo de sol ilumina las macetas. Debemos estar atentos a cualquier signo de belleza y de gracia. “Ofreced cada alegría y permanecer siempre despierto a las noticias que llegan del silencio”. Aunque esas noticias lleguen disfrazadas de una aparente tristeza, la cual deberíamos tomar como una parte más de una buena vida. (M.P.) (I)
Contactos: www.rigpa.org, www.sogyalrinpoche.org