Las empanadas chilenas de Playas
En General Villamil Playas, a más de mariscos, una opción vespertina son las empanadas del chileno Miguel Pérez.
Su vida está marcada por el sabor y tradición de la empanada chilena. En el balneario General Villamil, a él le dicen chileno, también Chile y otros, por cariño, Miguelito.
Miguel Pérez Muñoz hace 70 años nació en Santiago de Chile, pero casi la mitad de su vida ha vivido en Ecuador, fundamentalmente en Playas.
Su local Empanadas Chilenas de Playas se ha convertido en una visita gastronómica obligada. Tanto que Pérez orgulloso afirma: “Aquí hay un dicho que tiene la gente: El que vino a Playas y no comió empanadas, no vino a Playas. Ya es una tradición, han pasado dos generaciones comiendo empanadas aquí”.
No siempre fue así. En 1983, cuando Pérez llegó a Guayaquil, su profesión era la mecánica, en Chile venía trabajando de transportista, como acá no encontró trabajo en esas ramas, buscó otra opción. “La empanada la aprendí a hacer acá en Ecuador y no en Chile” –confiesa entre risas–. “Nunca hice empanadas en mi país. Mucha gente piensa que allá me dedicaba a lo mismo. Nada que ver”.
Esta historia comienza cuando Carlos Núñez, un tío chileno que en Urdesa Norte tenía un negocio de empanadas chilenas y carnes en palito, le enseñó a prepararlas.
Huyendo del bullicio y el calor guayaquileño, en 1985, el chileno llegó a Playas atraído por su tranquilidad y buen clima. Enseguida se instaló en un local pequeñito (frente al actual), primero ofrecía solo empanadas de carne y queso, café y colas heladas.
Desde el principio sus empanadas fueron un éxito. Él fue el primero en ofrecerlas en el balneario. Había encontrado un nicho junto al mar. Cuando comenzó la competencia, Pérez ya tenía un prestigio ganado sobre la base del sabor de sus empanadas. Después de dos años, le pidieron el local, cree que fue un mal con suerte porque compró el actual terreno donde ahora funciona Empanadas Chilenas de Playas, que hace dos años extendió a un costado y ahora acondiciona la terraza, donde a más de empanadas se podrá disfrutar del mar y su brisa.
Esa tarde de viernes, poco a poco aterriza su clientela con la consigna de meterle el diente a sus empanadas. “La gente después de bañarse en el mar, sale con hambre” –dice con su pausada manera de hablar–. “Los surfistas después de surfear vienen con hambre. La hora de la empanada es después de las tres, a las cuatro de la tarde”.
El mar desde lo lejos vocifera. Su local huele a seis tipos de empanadas: de carne, queso, pollo, napolitana, queso y jamón, y queso y camarón, todas a $ 1,30.
Cuenta que la gente, admirada, le pregunta por qué en todos estos años no ha dañado su empanada y él responde: “Por qué la voy a dañar, si me va bien. Todo lo contrario, yo la he ido mejorando”.
La chilena es distinta
Eso sí, explica que la empanada de carne en Chile es horneada, lleva pasas y aceitunas, pero acá no gustaba así, por eso su esposa tuvo que adecuarla al gusto local, algo parecido ocurrió con la de pollo. Detalla que en la época de turistas de la Sierra, la empanada más popular es la de carne. La gente oriunda de Playas prefiere la de pollo y el guayaquileño pide varios sabores.
El chileno, con una sonrisa marcada en su rostro, cuenta que cuando recién comenzó, los turistas de la Sierra le pedían empanadas de viento, él no sabía a qué se referían. “Pero esa empanada lleva queso, allá en la Sierra le dirán viento. Pero, a veces, piden una de viento de a verdad, se le da la forma de empanada y no lleva nada, todo es masa”. Con cierta ternura dice que a los niños les gusta que el queso de la empanada se extienda como chicle hasta donde dan sus brazos, eso ocurre con el queso mozzarella.
Recuerda cómo la elaboración manual de la masa de las empanadas era una tarea bastante laboriosa. Él poniendo en práctica sus conocimientos de mecánica logró fabricar una máquina, que ya existía, pero era carísima. “La mía es una máquina revolvedora, laminadora y prensa la masa, no tiene nada que envidiarle a las de fábrica”, asevera orgulloso.
Una o dos veces al año visita su país. “Pero en Chile hay un ritmo más apurado, a mí me gusta Playas, que es más tranquilo y el aire es purito”, acepta. En su casa combinan la gastronomía chilena y la ecuatoriana. De su patria le gustan las cazuelas y sus platos ecuatorianos favoritos son el chupe de pescado, el seco de chivo y de pollo.
La vida de Miguel Pérez está marcada por la empanada chilena, aquella que aprendió a preparar en Guayaquil y con la que triunfa en Playas. (I)
Empanadas Chilenas de Playas: calle Jaime Roldós Aguilera (frente al parque infantil), atiende de lunes a viernes de 15:00 a 22:00, sábados y domingos desde las 10:00.