Los Antepara: sinónimo de seguridad
Desde hace 41 años, las cajas de seguridad del guayaquileño Jorge Antepara Erazo son las preferidas en nuestra ciudad y el país.
Esa mañana, Jorge Antepara Erazo viaja al pasado. Recuerda que hace 41 años en los bajos de su casa familiar –Julián Coronel 133 y Rocafuerte, en el tradicional barrio Boca del Pozo– fue donde comenzó a fabricar sus primeras cajas de seguridad.
Ahora él tiene 77 años. Su prestigiosa fábrica-almacén Cajas de seguridad Antepara, está cerca: Rocafuerte 218 y Julián Coronel.
Ese día a Jorge Antepara lo acompañan su esposa: Mercedes Guzmán y sus hijos: Tania, Arístides, Pilar y Cinthia, solo falta el ya fallecido Jorge. Los Antepara están rodeados por sus cajas de seguridad de varios modelos y tamaños.
“Yo nací un poco hábil para la cuestión mecánica, la carpintería y también incursioné en el aeromodelismo”, cuenta quien desde muy joven trabajó con su padre Arístides Antepara, en la tienda de bazar y novedades, ubicada al lado de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Su padre fue una máquina para duplicar llaves –servicio que con maquinarias más modernas aún ofrecen–. “Mi padre era una persona muy seria y trabajadora”, afirma Jorge, quien heredó esas cualidades y se las ha transmitido a sus hijos.
Los Antepara siempre han vivido en el legendario barrio Boca del Pozo, Antepara Erazo cuenta que la Julián Coronel era llamada La calle de la Amargura porque a todo su largo se encontraban la Cárcel Municipal, los hospitales Luis Vernaza, Calixto Romero y el Lazareto, actual Hospital de Enfermedades Infectocontagiosas, el cementerio y el hospicio.
Ya con una mirada más alegre, recuerda los lunes cuando los devotos de San Vicente acudían masivamente a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, actualmente todavía asisten pero no tan numerosamente como antes.
A sus 20 años, Jorge Antepara tenía una gran pasión: el aeromodelismo. La compartía con sus amigos: Guillermo Bahamonde, Edwin Peter, Ruffo Esparza y Max Gubitz. Construían aviones de balsa llamados control line y los hacían volar en el Guasmo, Fertisa o Las Esclusas que en esos años eran terrenos baldíos. Ellos fueron quienes formaron el primer club de aeromodelismo del Guayas que ahora posee su pista propia en el Daular.
De la Boca del Pozo al Palacio de Carondelet
Desde el taller, ubicado en la parte de atrás, llegan ruidos de soldadura y metálicos, a más de olor a pintura. “Por la habilidad mía comencé con cajitas de seguridad de empotrar en las paredes de cemento”, vuelve a recordar y comenta que ese mismo año contrató trabajadores muy buenos, algunos todavía trabajan en su fábrica. Actualmente los Antepara ofrecen sus propios modelos de cajas de seguridad, que son cuatro.
El más tradicional es para empotrar o empernar en las paredes y los tres restantes son para el piso. Todos de diversas medidas de alto, ancho y fondo. Pero si algún cliente tiene una necesidad especial, ellos le fabrican la caja de acuerdo con sus indicaciones.
“Nosotros les hacemos una caja desde 25 centímetros hasta una de 2 metros o un búnker, también”, dice y afirma que sus cajas están tan bien hechas y con excelente material –planchas de hierro y acero inoxidable– que duran por generaciones. “A veces, la gente dice: ¡Ay, por qué cuestan tanto! Pero es así porque están comprando un producto de por vida”, dice.
Cinthia, su hija menor y brazo derecho, indica: “Mi papá tiene 41 años en el mercado, no ha tenido necesidad de marketing porque todos lo conocen. El apellido Antepara es sinónimo de seguridad”.
Jorge Antepara cuenta que en sus cajas ha implementado su propio sistema de seguridad y que sus clientes siempre lo han buscado por su seriedad y seguridad.
Dice que, por ejemplo, le fabricó la puerta de la bóveda del desaparecido Banco Continental, en la actualidad clientes suyos son los bancos de Machala, del Litoral, Territorial, además de Corporación Noboa, Grupo Wong, Municipio de Guayaquil, Junta de Beneficencia, numerosas instituciones, además de pequeñas empresas y hogares que han confiado en sus productos.
Por eso que hasta ahora uno de sus clientes es la Corporación El Rosado y es que Alfredo Czarninski confiaba tanto en él que les ordenó a sus hijos: “Todo lo que venda Antepara cómprenle y hasta ahora lo hacen”.
No olvida la mañana que lo llamó por teléfono León Febres-Cordero, quien era entonces presidente de la República y le dijo: “Antepara, aquí me quieren cobrar ni sé cuánto por cambiarle la clave a la caja de seguridad, pero quisieron abrir esa chapa y no han podido, vente a Quito –ríe contando esa anécdota–. Fui al Palacio de Carondelet y le cambié la clave a la caja de seguridad de la Presidencia”.
Años después, en 1997, durante la presidencia de Sixto Durán-Ballén, el Ministerio del Trabajo le otorgó la condecoración al Mérito Laboral.
Jorge Antepara y Cinthia comentan que los ladrones han intentado abrir sus cajas de seguridad y no han podido. En una ocasión, a la de un consulado, la lanzaron escaleras abajo, las escalinatas se dañaron y la caja no se abrió. Otros lo han intentado con golpes de combos, soldadura eléctrica y nada. “Eso quiere decir que somos ciento por ciento seguros”, asevera Cinthia, quien desde hace 15 años trabaja con su padre y actualmente es asistente de gerencia. También laboran con él Tania, que ayuda en el proceso de facturación, y Arístides, que ofrece el servicio de duplicar llaves como antes hacía en Urdesa.
“Estoy muy orgulloso de ellos –dice su padre–, fueron aprendiendo de lo que yo y mis trabajadores hacíamos”.
Esa mañana, mi última inquietud es qué agradecimiento ha recibido por tanta seguridad ofrecida. Jorge Antepara con una sonrisa de satisfacción, dice: “Ah, el agradecimiento es que siguen comprando mis cajas de seguridad”.