Los serenateros del parque Centenario
Bajo los árboles del parque céntrico de Guayaquil y durante el día, músicos populares ofrecen sus servicios artísticos.
En Guayaquil todo es posible. Tradicionalmente una serenata es música nocturna que se interpreta en la calle en honor a una persona.
Así era antes porque últimamente las serenatas también son durante el día. Nuestros músicos están dispuestos en todos los horarios. Las canciones y las guitarras suenan bajo la luna o un sol ardiente.
Tradicionalmente por la noche, en los portales de Lorenzo de Garaycoa entre Colón y Sucre, zona conocida como La Lagartera, guitarristas y cantantes ofrecen sus servicios artísticos para serenatas, fiestas y diversos eventos.
Pero a partir de unos 15 años, un puñado de músicos en el emblemático parque Centenario -alrededor del portón de Vélez y Seis de Marzo- a partir de las diez de la mañana, llegan los músicos con sus guitarras y ocupan las bancas de ese sector en espera de sus clientes. En ese punto de encuentro, los músicos permanecen hasta la seis de la tarde. Unos retornan a sus hogares, otros continúan laborando en sitios nocturnos.
Explican que se diferencian de los músicos de La Lagartera por el horario y por su público constituido por oficinistas del centro y gente que deambula por el parque.
Ese sábado, están unos 10 músicos. Algunos conversan mientras aguardan ser contratados, otros ensayan canciones despertando la curiosidad de la gente camina por el Guayaquil ardiente del mediodía.
A la sombra de un almendro, converso con el dúo conformado por Franklin Vargas, 43 años, voz y guitarra y Héctor Martillo Maridueña, requintista y estribillos.
Martillo, dauleño de 66 años, siempre pulsando las cuerdas, cuenta que vive en Durán, es ebanista, por las noches da clases de guitarra. Empezó a los 20 años en programas musicales de emisoras radiales guayaquileñas y de pueblos cercanos. Luego fue guitarrista de esas emisoras que han desaparecidos con sus programas musicales en vivo. Ahora tenemos que andar buscando dónde hacer música nacional que es lo más sentimental que tenemos en Ecuador, dice pulsando las cuerdas de su requinto.
Lleva 40 años de su vida llevando serenatas. Como anécdotas recuerda que llevando sereno lo han contratado pero no le han pagado tenido que prestar dinero para el carro o caminando hasta su casa. Pero con su arte enamoró a su esposa de tan solo 26 años. Entusiasmado empieza a tocar y cantar el pasillo Recuérdame: “Cuando estés triste, recuérdame/ Cuando esté lejos, recuérdame/ Que este cariño que guardo aquí en mi pecho/ Ni el tiempo ni la distancia lo hará cambiar”.
Por su orilla, Franklin Vargas se inició como cantante a los 18 años en programas de aficionados en diversas emisoras. Su vocación la heredó de su abuelo y su padre, ambos cantantes. Interpreta pasillos, boleros, valses, baladas, rancheras pero se siente más cómodo con la música rocolera. Hace 15 años se inició con las cuerdas de la guitarra. En la actualidad canta en radio Cristal en Mediodía dominical, La sorpresa radial de la once, La hora de Samborondón, entre otros programas.
Comenta que en las serenatas la mayoría de las personas solicitan pasillos, boleros, valses y rancheras. Además de las canciones de Julio Jaramillo, las baladas de Leo Dan y Rocío Durcal.
Vargas por experiencia personal y como cantante de serenatas, asegura que hay canciones que resultan efectivas en diversas situaciones: conquista, amor, desamor, traición, reconciliación, aniversarios, etc. Un pasillo, un bolero, un valse ablanda el corazón de esa persona y llega a aceptarlo a uno, dice a la sombra de un ceibo.
Todos los días Vargas llega al parque las doce en adelante. Los que requieren los servicios del dúo, lo buscan en el Centenario o telefónicamente. Es cuando le comunican si requieren una serenata o un contrato por hora para animar almuerzos, fiestas, eventos, reuniones familiares o sociales que suelen ser por la tarde o la noche. Por una serenata de máximo cuatro canciones, el dúo cobra entre $ 70/80 y por una hora el precio es de $ 100 a 120.
Le pregunto, si el dúo Vargas-Martillo le canta a los difuntos y exclama: ¡Claro, también! –entonces el dúo empieza a tocar guitarra y requinto-. El músico canta y toca para todo y todos. Vamos acompañando el sepelio y se canta música para los muertitos, por ejemplo el pasillo Tu despedida que dice así: “Te fuiste, muy triste fue tu despedida, son canciones tradicionales, también Nadie es eterno, hay varios temas”.
Ese sábado, el sol de la tarde ilumina a los serenateros del parque Centenario, ellos que con sus voces, cuerdas de guitarra y requinto le cantan al amor, la vida y a la muerte. (I)