Nos invita a su casa
Gabriela Chiriboga es la dueña de un joven hotel boutique en la isla de Exuma, Bahamas, en el cual vuelca su sensibilidad y talento para llegar a niveles que ya aspiran a premios.
Fue como el impacto de un rayo. Como un hoyo en uno. Esta quiteña de 28 años comenzó a interesarse por la hotelería mientras ya tenía un romance con el golf, ya que jugó ese deporte desde los 13 a los 18 años y fue seleccionada nacional.
“Salía mucho del país. Por todo Sudamérica, Estados Unidos, Inglaterra. Allí me comencé a enamorar de la hotelería, de esta industria, porque me encantó el hacer sentir en casa a alguien fuera de casa”, indica durante una reciente visita a Guayaquil. “Un hotel no es solo un lugar para ir a dormir, el huésped debe sentirse cómodo, sentirse protegido, sentir que tiene disponibilidad para hacer todo”.
Con tal naciente vocación, tras terminar sus estudios secundarios en su natal Quito, Gabriela estudió hotelería en Suiza. “Fueron cuatro años. Seis meses estudiabas y otros seis meses trabajabas en algún hotel importante del mundo”; así laboró en destinos como Singapur, Australia y Perú.
Además estudió negocios en Boston (EE.UU.) y tiene una maestría, también en Suiza. Con esa preparación, hace tres años fue contratada para desarrollar un proyecto que mejore el nivel de un hotel ya existente en la isla de Exuma (Bahamas). “Era un hostal, pero al ver el paisaje, el lugar, pensé que se podía hacer algo más lujoso”.
Esos eran los inicios del hotel boutique Turquoise Cay, que, coincidentemente, Gabriela tuvo la oportunidad de comprar un mes antes de la inauguración, ocurrida hace un año y tres meses. Y allí pudo poner en práctica todo aquello que había aprendido en sus estudios y trabajos en diversos países.
“En Singapur aprendí la excelencia en el servicio. Si ponemos una raya de salsa en el plato, esta debe ser perfecta. Para colocar la funda de almohada hay que tomarla de tal manera para tocarla lo menos posible, por las esquinas, ya que allí pone su cabeza el huésped para descansar”, comenta mientras toma una hoja de papel para mostrar el procedimiento adecuado.
En Lima (Perú), Gabriela aprendió a enamorarse de la gastronomía. “Los peruanos aman su cultura. Por eso ponen todo su amor en un plato”. En Suiza conoció la convivencia con diversas culturas. “En la clase éramos 18 estudiantes, provenientes de 17 países distintos”. Así aprendió a tratar a los asiáticos, europeos, estadounidenses, latinoamericanos… “A un chino sé que no lo saludo dándole la mano”, dice.
Gabriela destaca que la máxima enseñanza que recibió de su carrera académica provino de uno de sus profesores de maestría: “Nos enseñó que el huésped no anda buscando dispositivos tecnológicos avanzados, sino que ser reconocido como si estuviera en casa”.
Por ello, esta experta en hospitalidad agradece que su hotel sea pequeño (ocho habitaciones), ya que así puede brindar un servicio personalizado a sus clientes. “Se establece una relación de familia, de amigos, los llamamos por el nombre y sabemos qué les gusta. Sabemos, por ejemplo, que el señor Smith gusta de tomar su whisky con tres cubos de hielo, no con cuatro”, indica ella, quien disfruta de acompañar personalmente a sus clientes en los paseos para conocer la isla.
Esa relación tan especial
Para los huéspedes de cualquier país, no existe una mejor sensación que escuchar su nombre de las personas que están a su alrededor, suele decir Gabriela a sus 20 empleados, entre los cuales se destacan los ecuatorianos José Miguel de la Puente (chef ejecutivo) y Ramiro Ochoa (gerente de Alimentos y Bebidas).
“Todos son personas que creyeron en mi proyecto y ahora me acompañan”, comenta Gabriela, con la satisfacción de que todos estos ingredientes han permitido que el Turquoise Cay sea este año aspirante a los World Luxury Hotel Awards, con sede en Londres, que escoge a los mejores hoteles del mundo en diversas categorías.
Y en todas ellas se destaca una categoría que envuelve a todas, dice ella, aquella que transforma un edificio, un restaurante, una playa, una puesta de sol, en aquel sentimiento que lleva a los turistas a sentirse como en casa. (M.P.)
Restaurante en Quito
Gabriela Chiriboga tiene como gran proyecto abrir un restaurante en la capital, lo cual ocurriría a finales del año. “Creemos que hemos llegado a tal nivel de excelencia, que ahora queremos traerlo a nuestro país”. Con ese local, ella espera conseguir logros internacionales en gastronomía para nuestro país.
“Colombia los tiene, Perú los tiene. Ya es hora de que Ecuador también”, indica ella, quien confía en la capacidad de los ecuatorianos. “Tenemos esa sazón, somos amables, cálidos. Solo nos falta, por ejemplo, entrenar a un mesero para que cuando sirva una copa de vino sepa transmitir al cliente de dónde proviene, qué significa”. Así ayudaremos a construir un gran Ecuador turístico, concluye.