Al Pacino: Devoción teatral
Detrás de muchos grandes actores hay una escuela (ni siquiera una universidad) y con la escuela, un método.
Durante la 71ª edición del Festival de Cine de Venecia, los especialistas destacaron la presencia de Al Pacino, de quien se refirieron en los mejores términos. “Ni los más veteranos de los festivales recordarán a una estrella de Hollywood presentando dos películas en un mismo evento”, comentó la agencia AFP, refiriéndose a Manglehorn y The Humbling, filmes dirigidos por David Gordon Green y Barry Levinson, respectivamente.
El famoso Festival de Venecia realzó a un actor de pura cepa teatral neoyorquina que se ha convertido en una figura de culto entre los de su gremio. “Yo no creo en Dios, creo en Al Pacino”, dijo Javier Bardem después de ganar el Óscar.
Intérprete formado en el Actor’s Studio, donde fue alumno y hoy es copresidente desde el 2009 junto con Ellen Burstyn y Harvey Keitel. Con medio centenar de películas, el veterano actor es famoso por interpretar a mafiosos. Entre sus papeles más destacadas se encuentran Michael Corleone en la saga de El Padrino, Sonny Wortzik en Tarde de perros, Frank Serpico en Serpico, Tony Montana en Caracortada, Carlito Brigante en Atrapado por su pasado y el Teniente Coronel Frank Slade en Perfume de mujer.
Al Pacino (1940, Nueva York) es actor y director italoamericano de cine y teatro, ganador también de los premios Emmy, Globo de Oro, SAG, Bafta, AFI y Tony. Obtuvo el Óscar en 1992 como mejor actor por Perfume de mujer y estuvo otras siete veces nominado a la estatuilla dorada.
Apasionado de Shakespeare, Al Pacino no se siente una persona deprimida, como resulta en The humbling, sobre el ocaso de un artista. “Afortunadamente no me siento una persona deprimida, o al menos no soy consciente de ello. Claro, la vida es la que es. Muchos hechos suscitan tristeza, pero la depresión es un término siniestro, que no me gusta usar. Cuando te vas haciendo mayor, necesitas seguir sintiendo deseo por las cosas, y de eso se trata, de hacer algo que de verdad te apetezca”, aseguró.
En 1996, Pacino sorprendió con su debut en la dirección de Looking for Richard, una particular versión de Ricardo III, que estaba entre un documental y la ficción, en la que plasmaba su pasión por la obra de William Shakespeare y por el teatro, en particular.
Parecería el renacimiento de Al Pacino, en una etapa que quizás engrandezca aún más la magnitud de su filmografía. En algún momento le preguntaron cuáles son las condiciones indispensables para ser un buen seguidor del método y un alumno aventajado del Actor’s Studio. Él contestó: “Sin duda, cierto carácter atormentado y un obsesivo perfeccionismo”.
En 1966 hizo una prueba en el Actor’s Studio y fue aceptado. Fue alumno en calidad de entrenador de Lee Strasberg (más tarde protagonizó junto con Al Pacino en la película de 1974, El Padrino II). Durante las entrevistas posteriores habló del Strasberg Studio y el efecto sobre su carrera: “El Actor’s Studio ha significado mucho para mí en mi vida. A Lee Strasberg no se le ha dado el crédito que merece. Fue directamente responsable de que me salgan todos los trabajos”.
Durante este mes se presentó en Los Ángeles Wilde Salome, un filme en el que Pacino asumió el control total, dirigiendo, produciendo, escribiendo y protagonizando este experimento a medio camino entre el ensayo teatral, presentado por primera vez en el Festival de Venecia del 2011, donde el actor recibió un premio honorífico por ese trabajo. En todo caso, Wilde Salome no es el primer documental que sigue a Al Pacino embarcado en un proceso de adaptación de un clásico teatral, en este caso Salome, una tragedia de Óscar Wilde. (A.C.J.) (Fuentes: agencias)
Los métodos neoyorquinos
Al Pacino, Marlon Brando, Marilyn Monroe, James Dean, Meryl Streep. Cuando uno habla de luminarias cinematográficas que han desarrollado su talento en las diversas escuelas de arte dramático de Nueva York, debemos remitirnos primero al actor, director y profesor ruso Konstantin Stanislavsky, que tuvo una enorme influencia en tres de los personajes que más contribuyeron al teatro moderno en esa ciudad: Lee Strasberg, Sanford Meisner y Stella Adler.
Todos formaron parte del legendario Group Theatre en los años treinta en Nueva York, donde se cocinó una sensibilidad común en el trabajo del actor, junto a directores y dramaturgos. Allí la búsqueda de la autenticidad era esencial para proyectar el realismo que no se veía usualmente en los escenarios de Broadway.
Stanislavsky (1863-1938) delineó bases donde la complejidad de la creación artística del actor nunca se reducía a un simple talento natural.
“Es imposible adquirir esa creatividad en un chispazo, uno debe trabajar su intuición poco a poco, usando varios elementos para construirla”, decía. Para esto se realizaban ejercicios sistemáticos y permanentes que se aplicaban por separado a cada alumno, de acuerdo con su personalidad y vivencias propias.
Se acentuaba una mística del trabajo teatral que fructíferamente se trasladó después a los tres grandes maestros de Nueva York, quienes pudieron conocer a Stanislavsky en diferentes etapas de sus vidas.
Lee Strasberg (1901-1982)
Él no fue fundador del Actor’s Studio, la escuela de donde salieron algunas de las estrellas más exitosas de Hollywood y donde se patentó el star system. Strasberg se incorporó en 1949, dos años después de su apertura, luego de que Marlon Brando, dirigido por Elia Kazan –que sí fue uno de los fundadores– había causado una conmoción en Broadway con Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams. El público salía estupefacto y algunos no podían describir el impacto de la actuación de Brando “qué parecía una fiera suelta, una sensación que jamás se había sentido en el teatro”, decía un testigo de la noche inaugural.
Strasberg se convirtió durante años en la figura central del Actor’s Studio y el creador del término “método"” para definir la estrategia que se inculcaba en los aposentos donde Brando creara el brutal realismo de su trabajo escénico. En el método la motivación del actor es el compromiso crucial y la fuente de su creatividad. Una actuación dinámicamente motivada para Strasberg requiere “fe, imaginación y finalmente convicción”. Los mecanismos son la memoria afectiva o emocional y las vivencias de cada actor como recurso importante, lo que ocasionó discrepancias y finalmente aguerridas batallas con los otros métodos neoyorquinos.
Sanford Meisner (1901-1982)
De la misma manera que Strasberg instauró el método en el Actor’s Studio, Sanford Meisner impulsó su estrategia en la conocida escuela Neighborhood Playhouse de Nueva York, que es la institución más antigua del país para la enseñanza del arte dramático. Junto con las técnicas vinculadas inicialmente al teatro de vanguardia, allí la famosa Martha Graham enseñó danza a los actores durante varios años.
Para Meisner, el teatro es el escenario de un redescubrimiento del actor de su propia esencia. “¡Los actores son artistas!”, exclamaba. Entonces, ellos tienen que tener la capacidad de imaginar una realidad totalmente diferente a la suya. Soñarla. Y vivirla, solo así pueden establecer el verdadero diálogo con sus compañeros, en una realidad imaginaria. “La actuación es un asunto escurridizo y paradójico”, recalcaba. “Para tener éxito como actor tienes que perder la conciencia de ti mismo y transformarte en el personaje de la obra”.
Meisner tenía una vocación mística de la profesión. Sus fieles seguidores –entre ellos Robert Duvall, Diane Keaton, Gregory Peck y muchos otros– lo veían como un ‘antes y después’ de la experiencia actoral.
Stella Adler (1901-1992)
A diferencia de otros maestros –sus amigos, especialmente Meisner, pues con Strasberg hubo serias desavenencias–, Adler fue primero una reconocida actriz en los escenarios de Broadway antes que la recursiva profesora que fundó el Conservatorio Stella Adler en Nueva York . Ella tenía una visión ecléctica de la enseñanza, recogiendo a sus profesores de las escuelas más dispares. Su método –o sus métodos– afianzaban el conocimiento de síntomas dramatúrgicos procesados en cada ejercicio, tratando de dar soluciones para cada momento.
“Uno realmente tenía que estar allí”, decía un alumno para definir la hipnótica personalidad de la Adler al servicio de una enseñanza donde a veces el proceso y la disciplina no parecían el eje central.
Esto podría ser cuestionado, especialmente cuando la gestora ya no vive ahora, pero al igual que las otras dos grandes escuelas neoyorquinas, el Conservatorio Stella Adler continúa ofreciendo un legado muy personal y único, ahora como parte de la Universidad de Nueva York en su Programa de Bellas Artes. (C.A.Y.)