Cuidando el alma
A menudo escuchamos que la modernidad enfrenta una “crisis”, que la cultura occidental parece que ha perdido su confianza en ella, en los originales principios que la motivaron. El discurso de inauguración del nuevo presidente de los Estados Unidos –uno de los más feroces ataques al paradigma liberal– probablemente haya acelerado esta sensación de crisis, aunque los síntomas no son nuevos. En épocas de desconcierto como la actual es cuando más requerimos de marcos conceptuales que nos ayuden a darle algún sentido al flujo de acontecimientos que se suceden a un ritmo desconcertante.
La filosofía es probablemente una de las creaciones humanas más aptas para esta misión. Sin embargo, por una serie de desarrollos históricos ella devino en algún momento en una disciplina exclusivamente teórica, con escasas implicaciones prácticas. A esta suerte de aislamiento también ha contribuido el lenguaje algo impenetrable de algunos filósofos. Decíamos que devino en una disciplina exclusivamente teórica porque no fue siempre así. Al menos en sus inicios, la filosofía y la vida práctica estaban íntimamente imbricadas. El propio Aristóteles, en el último capítulo de su Ética a Nicómaco, al identificar la filosofía con la teoría, lo hace para argumentar precisamente que la filosofía era la mejor forma de vida; asunto, que, a su vez, constituía su principal preocupación.
En su libro, Disfraces y extravíos (Editorial Fondo de Cultura Económico. Lima 2015, 246 páginas), el filósofo peruano Miguel Giusti presenta una colección de breves ensayos filosóficos abordando una serie de temas de enorme actualidad: desde el llamado conflicto de civilizaciones, el valor de la libertad, y el humanitarismo como ideal moral, hasta los aportes de Alexander Humboldt a la ecología, y la metáfora kantiana sobre los políticos como serpientes y palomas. Todo ello escrito con un estilo sencillo sin comprometer el rigor de sus profundas reflexiones.
Giusti nos recuerda que el cuidado del alma fue una hermosa, aunque efímera fantasía griega que se enraizó en nuestra cultura. “El alma era una alegoría de la vida –natural, humana, cosmológica– y su cuidado consistía en cultivar un ideal ético y estético de la existencia que hiciera de contrapunto simbólico en tierra a la armonía proyectada en el cosmos”.
Lamentablemente, el cuidado del alma hoy ha terminado en manos de gestores de excelencia o comerciantes de autoayudas. Los ensayos de Giusti son buen antídoto a semejante barbarie.
El libro que recomendamos hoy puede ser adquirido contactando a la casa editorial. Otro libro del autor que recomendamos es Tras el consenso: entre la utopía y la nostalgia (Editorial Dykinson, Madrid. 2006). (O)