De pronto se tambaleó

Por Hernán Pérez Loose
20 de Mayo de 2018

Tenía 25 o 26 años, no lo recuerda exactamente. Había leído la Biblia, Los pensamientos de Pascal, Ciudad de Clifford D. Simak y La montaña mágica. Escribía poemas y tenía la impresión de releer en lugar de leer. Ya conocía a Dostoievski, Baudelaire, Lautréamont y Verlaine. Creía haber concluido un ciclo de su conocimiento literario. Y de pronto, en cosa de pocos minutos, todo se tambaleó. Al parecer por una casualidad, tomó prestado de una biblioteca Aforismo sobre la sabiduría de la vida de Arthur Schopenhauer. Fue una verdadera conmoción y como presa de una obsesión el joven intelectual se lanzó por todo París a buscar un ejemplar de El mundo como voluntad y representación hasta encontrar uno de segunda mano en una de las librerías de editoriales universitarias ubicadas en el Boulevard Saint-Michael. El hecho le produjo extrañeza –y así lo comentó a viva voz–, pues, cómo era posible que en todo París no se haya podido encontrar fácilmente esta obra, que a su juicio era el “libro más importante del mundo”.

Así fue el encuentro del polémico escritor Michel Houellebecq con el filósofo alemán, según lo cuenta el primero en su interesante ensayo En presencia de Schopenhauer (traducción de Joan Rimbau. Editorial Anagrama, Madrid, 2018,) que publicara el año pasado con un prefacio de Agathe Novak-Lechavalier.

Como resultado de ese encuentro Houellebecq dedicó luego parte de su tiempo a traducir del alemán la obra del pensador germano. En el libro que comentamos hoy, el autor transcribe varios de los pensamientos de Schopenhauer para luego hacer sobre ellos profundos y esclarecedores comentarios. Si para Nietzsche el mencionado filósofo alemán había sido el mejor “educador”, el ensayo de Houellebecq contribuye precisamente a rescatar sus lecciones.

Como bien señala el autor, Schopenhauer es conocido sobre todo por su impresionante retrato de la tragedia de la voluntad, lo que desgraciadamente ha tenido como consecuencia identificarlo al escritor alemán como un novelista o psicólogo, alejándolo así de los “verdaderos filósofos”. Pero como dice Houellebecq, “hay en él aquello que no hallaremos en Thomas Mann, y menos aún en Freud: un sistema filosófico completo, con la ambición de responder al conjunto de las preguntas (metafísicas, estéticas, éticas) propias de la filosofía desde sus orígenes.

Como bien anota Houellebecq, no es fácil encontrar otra frase más sincera al inicio de un libro: “El mundo es mi representación”. El resto se lo dejo al lector. El libro puede ordenarse a la librería La Central de Madrid. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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