El abismo de Frankfurt
En el prólogo que escribió en 1962 para su obra Teoría de la novela (1916), el escritor húngaro Gyögy Lukacs recurrió a una curiosa metáfora para referirse al “pesimismo histórico” que, según él, habría embargado a la llamada Escuela de Frankfurt y, en especial, a su líder el filósofo Teodoro Adorno. Lukacs escribe en ese prólogo que dichos intelectuales viven en el Gran Hotel Abismo. Hay varias lecturas de esta metáfora, que, a propósito, ya la había utilizado antes Lukacs en otro libro sobre Schopenhauer. Es más, la historia es que Lukacs llegó a decirlo personalmente al propio Adorno. (“Ustedes están alojados en el Gran Hotel Abismo”).
Una de esas lecturas es que los pensadores herederos del pensamiento marxista que se reunieron bajo la llamada Escuela de Frankfurt vivían en un cómodo hotel dedicado a la especulación crítica de la cultura moderna. Era el abismo de la nada, del simple análisis teórico, pero sin ningún anclaje en el activismo político, con la única excepción quizás de Marcuse. En un abismo especulativo porque habrían concluido que la clase obrera no era capaz de liderar una revolución, tal como lo había explicado parcialmente Erich Fromm desde un punto de vista del psicoanálisis. O porque terminaron convencidos de que la izquierda era tan autoritaria como la derecha. O, simplemente, porque concluyeron que el capitalismo no tenía dentro de sí las semillas de su autodestrucción. Esos eran y son algunos de los rasgos que identifican a la Escuela de Frankfurt, y el abismo al que Lukacs burlonamente se refería era a la renuncia tácita o explícita que dichos intelectuales habían hecho de la política; abismo en el cual Lukacs no había caído.
En su reciente libro El Gran Hotel Abismo (Editorial Turner Publicaciones. Madrid, 2018, 244 páginas), originalmente publicada el año pasado, el crítico británico Stuart Jeffries repasa la vida de ese grupo de filósofos y académicos de la mencionada escuela alemana, de los problemas personales que tuvieron que enfrentar con el ascenso del nazismo, sus exilios y reconcentración luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, y, sobre todo, de sus conflictos internos. En particular, las divisiones entre Marcuse, de un lado, y Adorno y Horkheimer, del otro con respecto al movimiento estudiantil que explotó en los Estados Unidos y Europa entre 1967 y 1969; así como la brecha entre la primera generación de pensadores con su profundo y radical pesimismo, y la nueva generación, con cauteloso optimismo, representada por Habermas. Al que, sin embargo, el autor dedica ciertas críticas algo injustificadas.
El libro puede ser ordenado a la librería La Central, España. (O)