Historia íntima de una guerra
En su libro El Mundo de Ayer, Stefan Zweig recuerda haber salido a pasear con un amigo por las afueras de Baden, Alemania, donde estaba pasando unos días, y haberse encontrado con campesinos que trabajaban en unos viñedos en las afueras del afamado balneario.
Los campesinos, cuenta el escritor austriaco, estaban felices, pues, en muchos años no había tenido un clima tan agradable. Le aseguraron con optimismo que ese año iban a producir un vino insuperable. Y, en efecto, era un verano estupendo, con caídas de sol espectaculares y temperaturas agradables. “Todos recordarían el verano de 1914”, escribe Zweig.
Hay obviamente un tinte de nostálgica ironía en la observación de Zweig. Y es que nadie iba a olvidar ese verano, no por la belleza de sus días y el aroma de la lavanda, o el verdor de los árboles y los días soleados, sino porque en ese verano estallaría la Primera Guerra Mundial, probablemente la más horrible carnicería humana registrada en la historia moderna. La transcripción de la mencionada cita del Mundo de Ayer consta en la primera página de un estupendo libro que con el nombre de El dolor y la belleza de la batalla (Roca Editorial de Libros 2011. Barcelona) ha escrito Peter Englund.
El autor decidió escribir un libro de historia sobre la Gran Guerra, pero desde la perspectiva íntima de las vidas de 20 personas, y de cómo experimentaron semejante confrontación bélica en base a documentos dejados por ellas como diarios y cartas. Su objetivo, nos advierte el autor, no fue el de narrar cómo ocurrió la guerra –sus causas, las batallas, las alianzas de las naciones– sino más bien cómo fue, cómo afectó ese hecho histórico, la existencia de unos pocos seres de carne y hueso de los millones que fueron arrastrados por eventos que ellos no controlaban.
Y el resultado es una fascinante narrativa. Los protagonistas, si así puede llamárselos, son gente común y corriente de varias nacionalidades, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, pobres y ricos, burgueses y nobles, civiles y militares, y tanto nacionales de Alemania como de los países que la vencieron.
Algunos de ellos se enlistaron odiando lo que hacían, pero terminaron gozosos de lo que hicieron. A otros les pasó lo contrario. Algunos regresaron enteros, otros mutilados. El autor cubre la existencia de estas personas durante la guerra a lo largo no solo de Europa, sino también del Lejano Oriente y África dependiendo dónde les tocó vivirla.
La obra invita a reflexionar, entre otras cosas, sobre el impacto que en la vida de seres humanos pueden causar decisiones absurdas e irresponsables de quienes llevan la importante responsabilidad de gobernar.