Teatro que nos llega: Ahí donde convivimos
“Lo que se espera del teatro no se produce expresamente desde lo sórdido, del grito o la vociferación de obscenidades, sino del acontecimiento teatral...”.
Cuando el Microteatro de La Bota anunció que durante el mes de julio presentaría una adaptación de la famosa película de Quentin Tarantino Pulp Fiction, pensé enseguida en la conmoción que causaría entre los seguidores de culto de Tarantino y los puristas del teatro. Más aún en los que irónicamente diré críticos virtuales, que sin asistir al encuentro teatral y asumiendo el conocimiento del caso, extienden sus opiniones ácidas que hacen daño al mismo teatro y al concepto de crítica.
Así, sin tanto prejuicio, asistí a Ezequiel 25:17, dirigida por Adrián Cárdenas, interpretada por Juan José Jaramillo, Jorge Tenorio y con dos apariciones extras en el papel de ladrones, Santiago Roditti y Alicia Macías. Es una propuesta interesante y que se sostuvo gracias a la fuerza y contenido que puso en escena Tenorio, haciéndose uno con el texto.
Asimismo lo hizo Macías en el papel de La Conejita, alborotando la atención en la sala. Sin embargo, Roditti nos queda debiendo compromiso y madurez actoral, como para equiparar el peso que dejó Tim Roth en el personaje que Roditti interpretó. Sin duda, es una obra que puede mejorarse y ampliarse para otros espacios, no sin descuidar el trabajo actoral que hace posible que haya espectador y por lo tanto que haya teatro. En ese sentido, el espectador sabe por lo que ha pasado el actor o grupo de teatro y por eso espera algo de este. Pero, en estos espacios ¿hay espectadores? Tenemos que decidirnos si lo que ofrecemos es un bar-peña o un teatro.
Lo que no hace un bar cualquiera lo hace el teatro mediante el acontecimiento teatral durante la reunión de personas. Por más que se insista desde otras voces que el teatro deba ser una extensión egocéntrica del dramaturgo o el actor, o un objeto de consumo en sus formas más perversas de industrialización, la esencia y lo importante del teatro es la convivencia.
Y si ya es difícil convivir en sociedad, imaginen ahora el desorden que habría con unos tragos de más en mesas contiguas a minisalas de teatro. La recomendación al público sería que esté atento al llamado de su función y que no genere situaciones que compliquen a otros, a los actores o al mismo establecimiento.
En este aspecto el Pop Up Teatro se cuida mejor y ahora en vista de la oferta de obras micro, ha apostado por tomar el asunto por el mango y comprender el concepto de convivencia. Es así que en esta temporada su espacio ha sido ambientado en el siglo XVI, convirtiéndose en una amena sala de espera y no en un bar para pasar el rato. Acá asistí a presenciar Asesinos seriales, escrita y dirigida por el venezolano Jeff Nieto y actuada por Aarón Navia.
Me pareció que se desperdiciaron recursos, entre ellos al actor, con una obra que más bien parecía casa embrujada en centro comercial. La música de fondo durante toda la función opacaba la voz del actor, que a duras penas se lo podía ver. Con esta obra recordamos que con la dirección se puede hundir o rescatar a un actor y que un actor también puede decir “no” al momento de una propuesta de guion, cosa que Navia no hizo.
Lo que se espera del teatro no se produce expresamente desde lo sórdido, del grito o la vociferación de obscenidades, sino del acontecimiento teatral que en resumen sería: echar de menos la obra después de haberla visto. Aunque mucho de lo que hoy vemos en teatro muera luego de la presentación, quedando únicamente como un momento de entretenimiento con los amigos. (O)
@_Mercucio_
ojosecosec@gmail.com