Crónicas (rojas) de un ‘cuentero’
La vida del esmeraldeño Sigifredo Dante Reyes Moreno, alias el Cuentero de Muisne, es una novela digna de una película de aventuras.
Su vida fue un cuento. Una novela inventada por Sigifredo Dante y protagonizada por el Cuentero de Muisne. Cuando me enteré de que había muerto, creí que era uno de sus embustes pero resultó verdad. Confieso que siempre lo quise entrevistar porque es uno de mis personajes favoritos. Una mañana del 2010 que lo iba a hacer no pude ingresar al penal a causa de un conflicto carcelario.
Años atrás en la revista Soho, el Cuentero en un testimonio reconoció: “En la cárcel he aprendido que todas mis hazañas, esas que me llevaron a ser protagonista de noticias sensacionalistas de acá y también de programas extranjeros como ‘Primer impacto’ por las cuales mis hijos y mis nietos conocieron más mi vida, no me dejaron nada bueno”. Pero lo más seguro es que siempre será recordado por sus increíbles estafas, fechorías y fugas.
Sigifredo Dante Reyes Moreno llegó al mundo el 1 de julio de 1947 en la isla Muisne, Esmeraldas. Según él, su padre lo llamó Dante porque encontró en la playa un ejemplar de la Divina comedia, de Dante Alighieri.
Las aventuras de un timador
Una de sus primeras aventuras fue cuando tenía 22 años –aunque desde los 17 ya delinquía–. Se hospedó en uno de los mejores hoteles de la ciudad de Esmeraldas, se presentó como un empresario venezolano interesado en invertir y dar trabajo. Fue agasajado en el Club de Leones donde entabló amistad con personas importantes que engatusó con su verbo y le entregaron 12.000 sucres. Al poco tiempo fue descubierto, acusado y sentenciado como estafador.
Alguna ocasión, el Cuentero como maestro sentenció: “Un estafador siempre tiene que andar muy elegante, tener un buen carro y tener una mente creativa”.
La suya era tan creativa que siempre actuaba amparado en falsas identidades. Como cuando en 1967, en la población de San Carlos, se transformó en el ingeniero agrónomo César Temístocles Flor Yela y hasta se casó con la doctora Lucila Santos, originaria de ese lugar. En una entrevista a Luis León, periodista conocido como Petrocelli, le contó al respecto: “Cuando ella se enteró de la verdad volvimos a casarnos, pero la segunda vez con la identidad mía”.
Tiempo después huyendo de una cárcel manabita, arribó a Cuenca donde se enteró de que en Santa Isabel no había sacerdote y simulando ser un religioso vasco se entrevistó con el obispo de entonces que lo asignó a dicho poblado, según Dante Reyes el obispo exclamó: “¡Nos ha caído del cielo, bendito sea Dios!”. Durante tres meses el Cuentero prófugo ofició misa, bautizó, casó y confesando se enteró de pecadillos e intimidades de sus feligreses. Pero como las limosnas eran escasas, optó por retirarse antes de ser descubierto. Me lo imagino vestido de cura, pero con sus malos hábitos encima.
A fines de los setenta. En la provincia de Los Ríos, valiéndose de sus rasgos orientales, en una compañía bananera se presentó como el ingeniero japonés Dante Makoto Chim Bolo y fue nombrado gerente con un sueldo de 180 mil sucres mensuales, pese a que se presentaron ingenieros ecuatorianos. A Petrocelli le comentó: “Lo que pasa es que ellos prefirieron a un japonés que a un ecuatoriano”. Pero cayó preso cuando con los 30 millones de sucres que había prestado a un banco quiso comprar una compañía, pero a su nombre.
Su fama de cuentero avezado cruzó las fronteras patrias en 1980 cuando a un par de turistas suizos les vendió con escritura y todas las de ley, la Torre Morisca de Guayaquil. Anteriormente ya había negociado, a 300.000 sucres, una calle peatonal de Urdesa a un hacendado manabita.
En Guayaquil –1969– fue fichado con las especialidades de “cuentero” y “ratero conocido”. En sus 66 años de existencia –aunque argumentaba que tenía diez años más para que le rebajaran la pena–, 24 los pasó en prisión y escapó 19 veces. En varias oportunidades salió por la puerta principal: disfrazado de basurero, de sacerdote después de oficiar la santa misa a reos y celadores, y con traje de monja luego de convencer a una religiosa de que le prestara su hábito.
Su suerte cambió en el 2004. Fue detenido acusado de robar una camioneta y de asesinar a su propietario, fue sentenciado a 25 años. En el penal también se ganaba la vida a punta de cuento. Una vez cobró una cuota económica a varios reclusos por el uso de un supuesto túnel que se estaba cavando rumbo a la libertad. Cuenta su suegra que en día de visita, rentaba su celda para encuentros conyugales. Estando preso conoció a su última esposa cuando ella visitaba a un hermano detenido.
Desde los noventa anunció que escribiría sus memorias Yo Dante, lo vivido, libro que, según él, se disputaban editoriales extranjeras. Creo que era un cuento más porque en el 2005 aseguró que escribía el último capítulo, pero hasta hoy no se ha publicado.
El 16 diciembre del año anterior murió después de una operación de corazón abierto. Tres días más tarde fue sepultado en Esmeraldas. Fin de novela de un hombre que siempre con cinismo argumentaba a su favor: “¿Yo qué culpa tengo de que me hayan creído? A nadie he robado. Mis armas son la lengua y el cerebro”. Fin de un hombre e inicio de una leyenda apodada el Cuentero de Muisne.