Salud por la Zona Rosa
La fama de Eduardo Jurado como empresario de bares se afianzó con Diva Nicotina. Ahora nos presenta los cocteles de su nuevo negocio.
Los sectores más emblemáticos de un Guayaquil “casi olvidado” se han transformado al estado líquido para, mezclando sabores vigorosos, convertirse en atractivos de la Zona Rosa de la ciudad.
“Un bar urbano se caracteriza por poseer una oferta de calidad a la altura de cualquier gran ciudad del mundo, y para ello debe tener una carta de cocteles tradicionales (como la piña colada o el mojito), pero también cocteles novedosos, únicos y exclusivos que le ofrezcan una experiencia memorable al cliente”, señala Eduardo Jurado, quien desde septiembre se encuentra detrás de la barra de su nuevo proyecto: el Beer House, localizado en la esquina de la calle Padre Aguirre 222 y Rocafuerte.
Jurado agregó su cuota de creatividad como padre de jóvenes cocteles como Pichincha y Colón, Carlos Julio, Urdesino, Astillero, Barrio Garay, Santa Ana, Mercado Sur, Barrio Cuba y Canettini de Omar, para los cuales ha priorizado los sabores y olores de sectores tradicionales de la ciudad.
“La mayoría de los nuevos cocteles privilegian el color, la presentación, pero a veces olvidan lo más importante: el sabor y el olor”, indica Jurado, quien con esta oferta apunta a colaborar para el resurgimiento de la Zona Rosa, la cual ha decaído, agrega, por culpa de los propios empresarios de los bares.
“Discotecas y cantinas generaron un mercado de precios sin servicios de calidad. Mayormente atraían a los clientes con barras libres de licores baratos, por eso la gente dejó de venir, mientras que los bares buenos comenzaron a cerrar porque el sector se había dañado”, considera este experto que, sin embargo, destaca que hoy sí existen más bares con personalidad en esa área, como Guayaquil Social Club, Ojos de Perro Azul y White Rabbit. “Con otros diez bares así tendríamos una Zona Rosa con brillo y de alta calidad”.
Tal resurgimiento coincidiría con la actual regeneración de la contigua calle Panamá por parte del Municipio, con lo cual el sector cobraría una mayor importancia como destino cultural y de entretenimiento de la urbe porteña.
“El Municipio anunció la futura apertura de tres museos, un hotel de cinco estrellas (el Swissotel, con dos torres de 40 pisos)... Considero que también se debería apoyar el desarrollo de nuevos restaurantes, cafeterías y bares con mesas al aire libre, porque el ambiente guayaquileño se presta para ese tipo de negocios”, considera.
El Grand Fénix
Eduardo Jurado administra el Beer House por encargo del dueño del negocio, Pedro Cárdenas, quien en un afán por elevar la categoría del local busca replicar (e incluso mejorar) la exitosa experiencia de Diva Nicotina.
Como parte de ese proceso, Jurado anuncia que en pocas semanas el Beer House se transformará en el bar Grand Fénix, nombre que evoca el coraje de los guayaquileños para superar los grandes incendios que han golpeado a la ciudad. “También significa mi resurgimiento después de mi reciente separación conyugal”, confiesa Jurado.
Con el Grand Fénix hará realidad su propósito de desarrollar un local nocturno que combine buena música, cerveza artesanal, cigarros con marca propia, coctelería con personalidad y buena gastronomía.
“Solo esperamos que llegue la cerveza artesanal para cambiarle el nombre al negocio… Esta cerveza artesanal se produce en Canoa (Manabí), con agua de montaña extraída de corrientes subterráneas a 50 metros de profundidad”, explica el experto sobre ese nuevo producto que ha contratado con un ciudadano irlandés-estadounidense que ha escogido esa zona costera para instalar su industria cervecera por las condiciones químicas y físicas del agua.
Los cocteles
La cerveza artesanal será un ingrediente destacado de la “mezcla” que Jurado está preparando. Sin embargo, sus cocteles de autor sostienen el actual carácter del negocio con sabores y personalidades muy guayaquileñas.
Por ejemplo, el coctel Pichincha y Colón nace de los recuerdos de la infancia que Jurado tiene de esa zona céntrica de la ciudad, cuando acompañado por su padre recorría esas veredas habitadas por comercios de migrantes chinos, importadoras de productos de primera necesidad y especias, y estibadores que manejaban la pesada carga que circulaba en el sector. El resultado es un preparado con jengibre (por los chinos), canela (representante de las especias) y aguardiente (la bebida de los estibadores).
El Carlos Julio evoca a la norteña avenida Carlos Julio Arosemena, que está marcada por el olor a café debido a una industria cafetera que allí opera; por ello el coctel tiene ron, licor de café y crema de leche, “porque muchos guayacos tomamos el café con leche”.
El Urdesino es el trago aniñado del bar, porque rinde un homenaje a la costumbre de los antiguos habitantes pudientes del barrio Urdesa de veranear en Salinas, por eso contiene ron Malibú (con coco, símbolo de la playa), jugo de manzana, canela y azúcar; “es un coctel suave, dulce, fashion, relajante, servido en copa de martini”.
El Astillero combina el licor de cacao, menta y ron, inspirado en dos productos emblemáticos de la fábrica La Universal, asentada en la zona: los chocolates y los caramelos de menta, mientras que el coctel Barrio Garay cubre el paladar con rojo sangre debido al jugo de tomate, aguardiente y ají picante, que se mezclan por las violentas trifulcas que borrachos y delincuentes (todos chupadores de aguardiente) antes protagonizaban en ese sector.
La lista de nuevos cocteles continúa con el shot Mercado Sur, de sabor mariscoso porque contiene ostiones agitados en aguardiente, “para recordar que ese era el gran mercado de la ciudad, junto al río, por donde transitaba el comercio de Guayaquil ya que no había las carreteras que tenemos hoy”, mientras que el shot Barrio Cuba se prepara con licor y fondo (concentrado) de carne, como homenaje al camal ubicado en ese vecindario, y es servido algo caliente, a unos 40 grados de temperatura.
El Santa Ana contiene licor de caña, menta y anisado, ingredientes que rememoran al Cerrito Verde (así era llamado el cerro Santa Ana) y sus posteriores borrachines, hoy ya “regenerados” tras la intervención del Cabildo, y el Canettini de Omar (por caña y martini) es un trago ideado por un amigo de Eduardo, Omar Sotomayor; “es seco, como un Apple Martini, pero guayaco, y en lugar de aceitunas contiene grosellas picantes para morder y sentir ese sabor”.
La carta está servida, pero no para llamar a la borrachera o al descontrol, sino como un tributo a la ciudad de este guayaco que con entusiasmo y talento busca encontrarle la mezcla perfecta a la vida.
La mayoría de los nuevos cocteles privilegian el color, la presentación, pero a veces olvidan lo más importante: el sabor y el olor. Estos generan la experiencia para el cliente”, Eduardo Jurado