Marcelo y Saidel Brito
Tres años antes de ganar el Salón de Julio (2003), usted fue rechazado como participante. ¿Por qué, qué pasó?
El Salón de ese momento aceptaba prácticamente todo lo que se enviaba. En las muestras no había espacio entre cuadro y cuadro. Era una bodega. Haber quedado fuera de aquel Salón pudo haber sido un gran reconocimiento, gracias a la neurosis y las bipolaridades pseudoprofesionales que todavía siguen galopando. Este año no ha sido menos escandaloso, como lo acaba de manifestar Rodolfo Kronfle en un texto publicado en Río Revuelto.
En el 2009 usted fue uno de los ganadores de la Bienal de Cuenca con la obra Nacidos vivos. ¿Quiénes, en su concepto, nacen muertos?
Los que nacen sin libertad.
Su nombre, Saidel, es, creo, de origen árabe. Vendría de Said o El Said y significaría “feliz” o “ayudador”. ¿Me equivoco?
Sí. Mi nombre, como el de muchos de mi generación, fueron signos de ruptura. Los nombres de la utopía. Mi madre lo sacó de una caja de talco.
Cuando salió de Cuba, ¿dónde dejó enterrado su corazón?
Aún no he salido porque sigo entrando. Pero esa sería la única parte de mí que si la entierran me dolería demasiado.
Usted ha dicho: “No soy menos ecuatoriano que cubano”, y ha agregado de inmediato: “Pero soy extremadamente cubano”. ¿En qué quedamos?
El hecho de que ya sea ecuatoriano y ame profundamente a este país no implica que la conexión con la isla en que nací se haya evaporado. El amor por algo que uno no elige es siempre un extremo. El concepto de patria es un extremo. El amor es un extremo. La maldita circunstancia del agua por todos lados sigue estando ahí.
El poeta francés Louis Charles Alfred de Musset dijo: “Un pueblo desgraciado hace a los grandes artistas”. ¿Se identifica con esta frase?
Depende del clima y de la historia. Los artistas desgraciados también hacen a los grandes pueblos.
¿Por qué ha tardado en complacer a Andrés Eloy Blanco, pues, que yo sepa, usted no ha pintado angelitos negros, aunque la Virgen sea blanca?
Desengáñense, compadres y comadres, no hay angelitos blancos.
¿Es verdad que los sostenes se inventaron en las regiones teutonas?
No. Los teutones inventaron la contemplación, hace un poco más de 250 años, así como la democratización de la cultura, la educación y la emancipación total de los sentidos, aunque también fue asunto de ingleses y franceses. Por cierto, existe una pequeña ciudad en Rumania que se llama Chichis, que se encuentra a 508 metros sobre el nivel del mar, tiene cerca de 1.676 residentes y un buen porcentaje de felicidad per cápita. ¿No habrá sido ahí?
¿Su aventura con lo estético está necesariamente ligada a un estado de ánimo silencioso?
El silencio es una fuente inagotable del sentido. Este es uno de los pensamientos estéticos que más me seducen. Lo mismo pasa con el dolor, el placer y el entendimiento.
Su cuadro favorito y por qué. No me refiero a Barcelona o Emelec, sino a una pintura.
La adoración del cordero místico conocido como el Políptico de Gante, de Jan van Eyck y su hermano Hubert. Es el cuadro que más me ha sobrecogido, que más me ha quitado las ganas de pintar. Vale la pena ir a Gante (Bélgica) solo para ver esa pintura, no importa a cuántos miles de kilómetros estemos.
¿Cuál será su alegato en el Día del Juicio Final?
Yo sé de un pesar profundo./ Entre las penas sin nombres:/ ¡La esclavitud de los hombres/ Es la gran pena del mundo!
¿Qué quisiera que escriban en su epitafio?
Está acostado en contra de su voluntad.
¿Qué piensa hacer después de muerto?
Abrir mi Facebook, conversar con mis enemigos y tomar cerveza los domingos.
Hágase una pregunta y contéstela.
¿Qué es lo que más me gusta ser?... Papá.