Su osadía no tenía límites. Cada página de las revistas que editó –y no se trataba de cualquier magazine, eran Harper's Bazaar y Vogue– respiraba una vida propia donde siempre se vislumbraban destellos de lo inédito, de lo que no se descubría en ninguna otra parte.

La mujer era única y su vida se ha inmortalizado en Diana Vreeland: el ojo tiene que viajar, el documental que no es solamente una celebración del escenario fashion. A través de Diana palpamos toda una era donde la palabra que ella impuso con la increíble trayectoria de su vida fue ‘estilo’. “Uno tiene que tenerlo”, decía. “Es una ayuda bajando las escaleras o hasta para despertarse. Es una forma de vida; sin estilo uno no es nadie y no estoy hablando de ropa”.

Era una mujer visionaria que jamás se dejó llevar por la marea social o mediática. Si una modelo era imperfecta, pues había que utilizar eso positivamente. “Empujemos las fallas y convirtámoslas en las cosas más bellas que tienen”.