Habla un editor abuelo que una vez –solo una– se disfrazó de Papá Noel por pedido de un ser muy querido que me dijo que esa sería su última Navidad, y lo fue. Es difícil sobrevivir esos golpes en el desbocado ritmo de diciembre y sus congestionamientos interminables. Entonces, cada día uno trata de disfrazar la melancolía que se junta con el paso del año y los recuerdos, incluyendo algunos sueños que todavía no se hacen realidad. Pero en la casa de un familiar el árbol grande se ha reemplazado con un tradicional nacimiento debajo de una mesa a la entrada. Para alguien que se ha alejado de los rituales religiosos, lo que llega desde ese pesebre siempre es un hálito de inocencia y de esperanzas, de confianza en la humanidad “porque hay más gente buena que mala en esta tierra”, decía Lord Kenneth Clark. Esto es la Navidad y la que deseo para todos ustedes queridos lectores de La Revista.