Ya estamos como en cada diciembre en la recta final hacia un día y una noche que conmociona al mundo. Quizás la expresión no es la adecuada, porque “conmoción” se conecta más que nada con aspectos negativos.

Pero la verdad es que la humanidad mira nuevos horizontes, albergando pequeñas luces esperanzadoras para las vidas de uno mismo y de los que nos rodean, a pesar de la violencia, las divisiones y la ausencia de solidaridad. Más que nada e independiente de la fe religiosa y sus rituales, uno se conecta con la sensibilidad de la infancia como un estado místico invalorable.

“Cuando el niño era niño / caminaba con los brazos abiertos / quería que la escoba sea como un río / que el río sea un torrente / y que un charco sea el mar / Cuando el niño era niño / no sabía que era niño / todas las cosas tenían alma / y todas las almas eran una...”. Lo escribió el escritor austriaco Peter Handke. Siempre su calidez recarga mis baterías y espero que también las de ustedes, queridos lectores de La Revista.

¡Feliz Navidad! (O)