¡Grosellas! ¡Grosellas!
De paso por la Terminal Terrestre, me encontré con Óscar, un vendedor de grosellas que le gusta andar bien vestido, a pesar del solazo guayaco. Con el hablar pausado y un look muy de acá me contó un par de secretos de la profesión. ¡Salud!
¿Qué estás vendiendo hoy?
Grosellas. Es lo que hay en esta época. Hay de cincuenta centavos y un dólar.
¿Le compran bastante?
Como todo comercio, hay días buenos y días malos. Pero hay que seguir trabajando con fe.
Bueno, cuénteme, ¿qué onda con su facha? Lo veo bastante encachinado.
Es que desde hace unos treinta años yo también andaba vendiendo por la calle, pero a nivel ejecutivo. Te dan charlas sobre cómo vender, la apariencia.
Se le quedó “esa mala costumbre de andar de buen aspecto”.
¡Claro! Con la crisis me tocó vender, así de ambulante. Hay otros compañeros que andan con zapatos sucios, rotos. No es por desmerecerlos, pero si hay trabajo todos los días, hay por lo menos para eso (risas).
¿Cuál es la mejor frase para vender grosellas?
¡Grosellas para las mujeres bellas!
Bueno, lo dejo, pero antes déjeme llevarme unas para mi abuela, que está de visita.
¿Qué le parece esta facha?
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