La Semana de la Moda de Berlín
En enero se desarrolló el Mercedes Benz Fashion Week Berlín otoño-invierno 2012, en el que se presentaron decenas de propuestas. Más de doscientas mil personas asistieron a esta décima edición.
Del 17 al 22 de enero presentaron alrededor de 50 casas de moda las colecciones de estación otoño-invierno. En Europa, el frío no ha sido motivo para llevar ropas pesadas: una vista a los catwalks muestra que se trató sobre todo de favorecer la ligereza tanto del material como del movimiento. Eso sí, siempre excediendo lo regular.
Berlín. Si la comparamos con las glamurosas París, Milán o Nueva York, es una oveja negra de las capitales de la moda. Es subversiva, poco colorida y algo más existencial que todas. Las grandes ciudades se reducen a cierta élite más selectiva. Pero en Berlín se puede ver al titán Hugo Boss junto con celebridades alemanas como Michael Michalsky o Marcel Ostertag, que a su vez comparten el programa con los más jóvenes diseñadores de Rumania, India y Asia, protegiendo sobre todo a los más experimentales de la localidad, como Patrick Mohr o Sebastian Ellrich.
Mohr, por ejemplo, comenzó su carrera con shows en los que indigentes de la ciudad desfilaron para él y no modelos profesionales. Con piezas ultrageométricas, eliminando el límite entre masculinidad y feminidad, la ropa apenas se podía utilizar. Haute couture plus, crítica social si se quiere. Esta vez, sin embargo, Mohr presentó una colección con los pies en la tierra, sin abandonar su idea de la moda como una materia andrógina, meta-humana. Exhibió piezas que se definen entre la ropa casual y objetos de colección que tanto hombres como mujeres pueden utilizar sin agredir su propio género.
Minimalistas como Mohr son también Lucias Broscatean y Mihai Dan Zarug, de Romanian Designers. Ellos se dedican a reinventar imágenes de elegancia y sobriedad, dando vetas de tradicionalismo únicamente en los cortes de la tela; todo lo demás se reduce al eterno negro. Wang Yutao, el favorito del evento, mostró con la colección invernal de su marca Beautyberry los mismos intereses en dejar que la presencia del folclor sea tácita, que parezca solo un recuerdo.
Gregor Gonsior y Sebastian Ellrich confeccionaban trajes para la ópera, danza y teatro antes de adentrarse completamente a la alta costura. Desde el 2011, Ellrich produce bajo su propio nombre una moda pret-a-porter (listo para usar), casual y sin embargo con halo que recuerda a personajes del cine y la literatura.
La empresa Kaviar-Gouche, de la diva berlinesa Alexsandra Roehler, así como Michalsky mostraron una versión sobre el streetwear (o ropa casual), algo diferente de las generaciones más jóvenes. El streetwear parece ser en sus desfiles una cita dentro de lo que se conoce como las prendas clásicas: vestidos largos y blusas de seda, pantalones holgados y chaquetas de cuero.
El tono nostálgico a todo esto lo pusieron Marcel Ostertag y Anja Gockel. Mientras que todo el estilo de Ostertag va dedicado a la sensualidad de la holgadura setentera; Gockel invitó a Verushka a la pasarela. “El estilo nunca muere” serían las palabras de Ostertag. Veruschka von Lehndorff es una mujer de 72 años que durante la década del sesenta resaltó como una de las modelos más bellas de ese entonces, sobre todo como la musa del arrebatador fotógrafo en la película Blow Up, de Michelangelo Antonioni.
Las víctimas
A estas alturas de la mediatización global, no solo los diarios o las revistas como Vogue y Elle tienen acceso a los shows de moda. Una notable cola de bloggers fueron parte del público acomodado dentro de la gran carpa que Mercedes Benz, el auspiciante principal del evento, puso a los pies de la Puerta de Brandenburgo. Que la carpa donde la mayoría de colecciones fueron expuestas es ciertamente un gesto sutil de unidad entre Oriente y Occidente. Hace más de diez años se celebró la reunificación de Alemania en ese mismo lugar. Hoy es escenario de la moda en términos internacionales: fashion week.
Por más bonito que suene este hecho habría que mencionar como desventaja para la haute couture el crecimiento de fashionblogs, cuyas olas desbordantes de estudiantes y fashion-fans crean una ambivalencia alrededor de la producción de moda. La revista Vice se burló de este fenómeno mostrando en un fotorreportaje las apariencias más excéntricas y desentonantes que aparecieron en todas las fiestas que se celebraron luego de cada show. Esto es producto, asimismo, del fomento de los mercadillos de ropa vintage en internet. Ebay tenía su propia esquina dentro de la carpa, alentando a los jóvenes visitantes a colaborar con ellos en la inflación de los precios de ropa vieja.
El evento principal del Berlin Fashion Week trajo consigo programas colaterales de la misma naturaleza: Bread and Butter, una pequeña feria internacional de intercambio de lo que llaman urban wear (ropa urbana) para pequeñas marcas; o los shows de moda ecológica de Lavera Showfloor Berlin, GREENshowroom y Ethical Fashion Show (campañas de moda ética, de materiales ecológicos y de “precios justos” que, sin embargo, solo reciben un pequeño espacio, ya que las empresas mayores no necesariamente siguen los mismos principios. Pero es Berlín y a todos les toca un trozo de la gran torta).
La élite que también es circo
La empresa de Patrick Mohr organizó su afterparty en el club Cookie’s, uno de los locales más chic en la Friedrichstr, calle donde se encuentra la mayoría de las tiendas de ropa. Invitaron, entre otros, a Rick Genest para que pinchara un par de discos.
Genest es conocido por su gran tatuaje de niño zombie; de los pies a la cabeza no existe ni un pedacito de su piel que no esté tatuado. Además de ser un freak de un circo ambulante en Canadá, también ha sido modelo sobre varias pasarelas.
Tan famoso es por sus tatuajes que hasta Lady Gaga se pintó el rostro para verse como él en uno de sus videoclips, Born this way. Lo cierto es que a pesar de su apariencia de calavera, a simple vista Genest no llama la atención en Berlín. Los bloggers están ocupados haciendo fotos dentro y fuera de la carpa principal. No solo son los desfiles por lo que vienen los curiosos, aunque sería una exageración decir que antes no fue así.