¿50 sombras de qué...?

Por Ángela Marulanda
24 de Febrero de 2013

Podría pensarse que se trata de una obra literaria de la talla de Cien años de soledad a juzgar por el éxito que ha tenido: más de 60 millones de copias vendidas el primer año, traducido a más de 50 idiomas y próximamente en el cine. Pero no, 50 Sombras de Grey no es una obra maestra, sino la primera novela de una trilogía de libros pornográficos que han cautivado al público femenino del mundo entero.

A pesar de que se reconoce que está mal escrito, la autora tuvo el talento de desarrollar el tema de manera que lo que comienza como abuso se transforma en un amor romántico que cautiva a las lectoras. La trama es la vida sexual de un joven millonario sadomasoquista y sus sumisas parejas, quien acaba enamorándose de una que tolera todos los abusos a que la somete. Lo llamativo es que, como terminan amándose, él se convierte en el héroe de la historia y su víctima en la heroína que le enseñó a amar.

Parece que esta trilogía ha contribuido a estimular a las mujeres a que participen activamente en las relaciones sexuales y ha servido para que disfruten más su vida íntima. Pero su contenido es más perjudicial que benéfico porque valida la violencia sexual y denigra a la mujer, además de que establece que la pornografía enriquece la sexualidad cuando lo cierto es que el mejor afrodisiaco es el amor, no la depravación. A decir verdad, la pornografía es a la vida sexual lo que las drogas a la vida emocional: inducen artificialmente un estado de placer o éxtasis que puede ser adictivo.

Me pregunto... ¿qué le ha pasado a nuestra sociedad como para que un libro centrado en las perversiones sexuales de un sadomasoquista sea el best-seller del siglo? ¿Será que ya no tenemos suficiente abuso físico y sexual contra las mujeres como para que acoger una historia en que el abusador es el héroe y a la abusada la heroína que lo sana? Y además, ¿qué considerarán apropiado hacer en materia sexual las niñas que lo leen, porque ven a su mamá fascinada con este libro?

Lo preocupante es que el éxito de esta trilogía evidencia que hemos perdido la “repugnancia moral”, ese mecanismo de repudio innato que tenemos los seres humanos ante la perversión, la inmoralidad... y ante todo lo que atente contra la dignidad y la integridad humana. Y sin este atributo ¿en qué acabaremos por convertirnos?

www.angelamarulanda.com

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