Hogar, dulce hogar
El hogar es mucho más que el sitio donde reside la familia, es el espacio donde compartimos la vida a la luz del amor y la camaradería que nos une. Constituye el refugio donde se teje la intimidad entre padres e hijos y se pueden expresar espontáneamente los sentimientos; donde todos pueden ser ellos mismos, quitarse las máscaras; donde comparten sus inquietudes, se liberan de las presiones y se brinda mutua ayuda.
Pero parece que las exigencias de la vida, en un mundo en el que cuenta más la apariencia que la esencia, han deteriorado el ambiente. Por una parte, el lujo y la pulcritud del sitio donde vivimos son ahora un símbolo de estatus y, por otra, las mujeres queremos demostrar que podemos ser profesionales muy destacadas, a la vez de buenas amas de casa. Hoy las casas parecen más un museo que un hogar. Y por eso allí todo luce inmaculado, como decorado por profesionales. Sin embargo, sus ocupantes (sobre todo los niños) viven atormentados para que no dañen nada, por lo que son residencias muy bonitas, pero tan frías como las relaciones entre quienes allí se alojan.
La casa de la familia debe ser lo suficientemente aseada para ser higiénicas, pero lo suficientemente desbaratadas para que sea acogedora y amable. Para los hijos el hogar es sinónimo de seguridad y bienestar, porque es allí donde se nutre su corazón y se forja su personalidad; allí se sienten seguros, cuidados y protegidos por quienes más los aman; allí aprenden a relacionarse, a compartir y a respetar a los demás.
Para muchos padres su casa es el lugar donde cultivan sus obsesiones o desahogan sus frustraciones. Las continuas recriminaciones y advertencias porque hicieron algún desorden o ensuciaron la alfombra impiden que los niños se sientan tranquilos y desarrollen un auténtico sentido de pertenencia. Lo importante es que sea un lugar cálido y armónico, no un techo bajo el cual padres e hijos se albergan y cada cual anda en lo suyo, una vivienda impecable en la que cada cual se refugia en su propio espacio rodeado de aparatos para conversar con extraños. (O)