¿Resentirse, desquitarse o perdonar?
Cuando sufrimos una ofensa, nuestra primera intención en la mayoría de los casos no es perdonar al hechor. La frustración, la ira del momento, puede oscurecer nuestro razonamiento y empujarnos a reaccionar de una manera impulsiva, emocional, tal vez tanto o más agresiva que la que recibimos, lo cual puede crear retaliaciones y un escalamiento de posiciones cada vez más dañinas. Lejos de solucionarse, el problema podría complicarse muchísimo. No es el camino más aconsejable. Ahora, quedarse cruzado de brazos no va a devolverle el amor propio al agraviado, pero el hecho de no responder instintivamente habilita a esta persona a analizar más profunda y razonadamente el tema, y a ubicarlo en el contexto apropiado. En esta instancia el individuo puede decidir quedarse resentido, desquitarse, o perdonar al ofensor.
El resentimiento, está plenamente comprobado, perjudica muchísimo a quien lo vive, teniendo casi ningún efecto en el causante. Es como golpearse contra la pared esperando que le duela al otro; no es un camino constructivo. La venganza es la peor elección. Vivir con odio crea y mantiene un estado de alteración emocional con consecuencias negativas tanto psicológicas (conductas obsesivas, paranoicas, estrés, ansiedad, depresión, etc.) como físicas (hipertensión, daños cardiovasculares, gastritis, colitis, etc.). La vida de la persona vengativa es autodestructiva. Parafraseando a Confucio, si deseas recorrer el camino de la venganza, empieza cavando dos tumbas.
¿Es perdonar, entonces, el camino? Perdonar no es fácil porque para calificar como ofensa, el hecho debe habernos hecho sentir mal, lo que crea un ambiente emocional negativo para pensar en soluciones. Pero, por otro lado, la persona ofensora debe tener significación para nosotros (no debemos reconocer ofensas de extraños), lo que quiere decir que el futuro de una relación cercana estaría en juego. Entonces es posible que, si se deja pasar el suficiente tiempo y llegamos a “poder vivir” con el tema, y sabemos que es algo que no se repetiría (y aquí ayudaría mucho una señal de arrepentimiento o petición de disculpa de quien ofendió), se crearía el entorno emocional apropiado para dejar atrás la injuria. Si la decisión es perdonar, esto no significa que todo quedaría como antes; tal vez la relación no recupere la importancia que una vez tuvo. Pero usted lograría recobrar su paz interior: ese es precisamente el propósito de perdonar. El beneficiado será usted. (O)