Para mentes globales
Los profesionales que el Ecuador necesita deberían tener conciencia de que si se preparan bien, su trabajo puede llevarlos a cualquier parte del planeta.
Las escuelas, los colegios y, finalmente, las universidades tienen la responsabilidad de educar a las nuevas generaciones de profesionales que harán funcionar al mundo desde sus respectivos cargos laborales.
Pero a pesar de que los jóvenes de hoy están acostumbrados a participar como ciudadanos del planeta a través de las redes sociales, resulta común que carezcan de esa visión globalizada cuando se trata de analizar sus futuros puestos de trabajo, ya que solo se visualizan desempeñando acciones que tengan impacto estrictamente en su entorno cercano (su barrio, su ciudad, su provincia, su país).
Nelson Baldeón, director de Comunicaciones y Asuntos con Gobierno en el Ecuador de la multinacional de origen francés Schlumberger, considera que los centros de estudios deberían transmitir a sus alumnos que sus futuros puestos de trabajo pueden llevarlos a cualquier lugar del mundo. “Existen empresas sin fronteras, con una visión global. Facebook lo demostró en su momento; al funcionar sin fronteras esa comunidad reúne hoy la población más grande del planeta, con unos 1.600 millones de habitantes”.
Baldeón opina que los actuales desarrollos tecnológicos motivan a que los centros de estudios y empresas privadas dejen de pensar en función de fronteras, para analizar las posibilidades de su influencia a nivel mundial. “Así ocurre cuando tienes tecnología de punta”, señala este quiteño graduado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Estados Unidos. “El MIT y Facebook son ejemplos de que el conocimiento no tiene límites”.
“En los laboratorios del MIT se están desarrollando las tecnología que están cambiando y cambiarán la manera de hacer las cosas en el planeta. Los avances que ellos están teniendo en inteligencia artificial y nanotecnología en diez años marcarán la tendencia de la nanomedicina y en muchas otras áreas de la ciencia aplicada”. Eso se logra pensando más allá que el resto. “En los años 60, cuando empezó la carrera espacial, mientras las universidades de Estados Unidos se centraban en desarrollar la industria de la aeronáutica, el MIT apuntó a desarrollar la tecnología para llevar al hombre a la Luna”.
Al mencionar la filosofía de Schlumberger, dedicada a proveer servicios de alta tecnología para la producción petrolera, dice que ellos no se enfocan en extraer petróleo, sino en maximizar la producción de la manera más eficiente, al menor costo posible y con la mejor tecnología para minimizar el impacto ambiental. “La investigación en un negocio te lleva a abrir los ojos a otros campos y tener una visión de sustentabilidad en el tiempo”. Agrega que para realizar bien su trabajo, debieron especializarse en muchas áreas de ingeniería y las ciencias, formando equipos multidisciplinarios que les ayuden a generar conocimiento colectivo con ideas que realmente creen impacto y agreguen valor a la empresa y a la sociedad. “En universidades como MIT y excelentes empresas multinacionales terminas descubriendo soluciones a problemas globales”.
¿Cómo cambiamos el chip?
Baldeón opina que, para ingresar a esa visión, los ecuatorianos deberíamos cambiar de pensamiento. “En nuestras mentes tenemos cerrada la frontera. Creo que aún no entendemos que el mundo es tan grande y está girando a una velocidad increíble. No dimensionamos los cambios que se nos vienen”. Para desarrollar esa nueva mentalidad, las empresas y universidades deben permitirnos equivocarnos, dice Baldeón. “En las grandes organizaciones nos premian por errar, porque al errar descubrimos. Pero en nuestra cultura te crucifican si fallas”. Baldeón estudió y trabajó catorce años en el exterior, “allí aprendí que si no erraba, no mejoraba. En esa cultura de competitividad, errar te permite continuar”. Para ello hay que tomar riesgos.
También hay que trabajar en equipo. “En Schlumberger tenemos una linda frase que dice: ‘Haz al otro exitoso’. Debemos ayudarnos”. Así se generan personas innovadoras.
Mirada distinta
El guayaquileño Iván Romo-Leroux es un ingeniero civil y de estructuras de 44 años que labora como gerente de proyectos internacionales para la empresa constructora Fluor (Holanda). Su trabajo lo ha llevado a supervisar obras en España, Bélgica, Reino Unido, Alemania, Finlandia. Polonia, Kuwait, Turquía, India y Corea del Sur.
Además, ha brindado charlas en universidades sobre Global mindset (mentalidad global). “La mayor diferencia entre un líder local y uno que tenga global mindset es la habilidad de adaptar su estilo de comunicación al de otra cultura”, indica. Eso va mucho más allá de aprender el idioma. “Se trata de manejar un conocimiento cultural, adaptarse, siendo respetuoso de lo que es distinto, pero manteniendo su propia identidad cultural”. Esas personas observan la diversidad cultural y geográfica como oportunidades de éxito.
Temas importantes para tomar en cuenta son, por ejemplo, el saludo y qué tipo de temas es posible abordar en una conversación y cuáles no. “También la velocidad de la conversación, hacer pausas para que la otra persona sienta la oportunidad de decir algo”.
Iván cuenta como anécdota que en una reunión de trabajo entre el equipo de Holanda y el de Kuwait, los holandeses se presentaban según el orden en que estaban sentados, de izquierda a derecha. “Pero cuando les tocó el turno a los kuwaitíes, el gerente los presentó en orden de jerarquía”. Él aclara que en Holanda, las empresas muestran una situación casi de paridad entre jefes y subalternos, sin mostrar una distancia con el poder.
Este guayaquileño realizó un estudio sobre global mindset, en el cual determinó las habilidades a desarrollar, entre ellas: observar un espectro amplio del negocio, confiar en el proceso por sobre la estructura, valorar las diferencias, manejar el cambio y tener la voluntad de aprender.
Su conclusión fue que aunque las organizaciones tienen un importante papel en ese objetivo, la global mindset comienza con el individuo, con su voluntad de desarrollar una mentalidad globalizada abierta al cambio, y eso se logra mucho en la práctica; es decir, viajando a otros países y conociendo a personas distintas de las cuales es posible aprender. “Las relaciones interculturales, así como el fútbol, se aprenden más por experiencia propia que en un aula de clases. Entonces, alguien que desea desarrollar esa mentalidad debería empacar sus maletas, salir de su zona de confort y viajar para conocer el mundo”, indica. El Ecuador del futuro necesita esa decisión. (M. P.) (F)