Historias de monasterios: Perdón e insistencia
"El tiempo invertido en nosotros mismos elimina el tiempo perdido en la crítica de lo que hacen los demás”.
Perdonando a los enemigos
El abad se reunió con su alumno preferido, y le preguntó cómo iba su progreso espiritual. El alumno respondió que estaba consiguiendo dedicar a Dios todos los momentos de su día.
–Entonces, apenas te falta perdonar a tus enemigos.
El muchacho se quedó perplejo:
–¡Pero si no me hace falta! ¡Yo no odio a mis enemigos!
–¿Tú crees que Dios te odia?
–¡Claro que no!
–Y sin embargo tú pides su perdón, ¿no es verdad? Haz lo mismo con tus enemigos, aunque no sientas odio hacia ellos. El que perdona, está lavando y perfumando el propio corazón.
Los visitantes indeseables
–No tenemos puerta en nuestro monasterio –le comentó Shantih a un visitante.
–¿Y qué hacen con los ladrones?
–No hay nada valioso aquí dentro. Si lo hubiese, ya se lo habríamos dado a quien lo necesita.
–¿Y las personas inoportunas, que vienen a perturbar la paz?
–Las ignoramos, y entonces se marchan —dijo Shantih.
–¿Solo esto? ¿Y da resultado?
Shantih no respondió. El visitante insistió algunas veces. Viendo que no obtenía ninguna respuesta, resolvió marcharse.
“¿Has visto cómo funciona?”, se dijo Shantih a sí mismo, sonriendo.
El discípulo embriagado
Un maestro zen tenía centenas de discípulos. Todos rezaban en el momento adecuado con la excepción de uno, que se pasaba el día borracho.
El maestro fue envejeciendo. Algunos de los alumnos más virtuosos empezaron a discutir quién sería el nuevo líder del grupo, aquel que recibiría los importantes secretos de la Tradición.
En la víspera de su muerte, sin embargo, el maestro llamó al discípulo bebedor y le transmitió los secretos ocultos.
Una verdadera rabia se apoderó de los demás.
–¡Qué vergüenza! –gritaban por las calles–. ¡Nos hemos sacrificado todo este tiempo por el maestro equivocado, que no sabe ver nuestras cualidades.
Escuchando el alboroto del lado de fuera, el maestro agonizante comentó:
–Yo tenía que transmitir estos secretos a un hombre que conociese bien. Todos mis alumnos eran muy virtuosos, y mostraban apenas sus cualidades. Eso es peligroso; la virtud muchas veces sirve para esconder la vanidad, el orgullo, la intolerancia.
»Por eso elegí al único discípulo que yo conocía realmente bien, ya que podía ver su defecto: la afición a la bebida.
Proverbios del espacio cibernético
“Nada resulta tan embarazoso como ver a alguien realizando algo que tú asegurabas que era imposible”. Sam Ewing
“Quien tiene salud, tiene esperanza. Y quien tiene esperanza, lo tiene todo”. Anónimo árabe
“El tiempo invertido en nosotros mismos elimina el tiempo perdido en la crítica de lo que hacen los demás”. Anónimo