Hijo acusa a mamá
Tengo 42 años y no sé educar a mis hijos. De mi primer matrimonio tengo un hijo de 21 años y del segundo, una niña de 11. Hasta hace poco ella era mi gran compañera y mi consuelo, pero ahora que está entrando a la pubertad dice que se ha dado cuenta de que yo soy la mala de la familia, tal vez porque la obligo a que se preocupe por sus pertenencias.
Tengo un modesto negocio de venta de lubricantes en el que trabajo de lunes a domingo y de seis de la mañana a ocho de la noche. Además, todas las responsabilidades tanto económicas como personales las afronto. Mi esposo tiene un vehículo en el cual trabaja, pero lo que gana solo le alcanza para sus propios gastos. Mis dos hijos pasan conmigo, ya que el negocio queda en la misma vivienda, así que nunca los he tenido abandonados. Sin embargo, el problema en sí es mi hijo. Él es muy inteligente y tiene muchos talentos artísticos, no es drogadicto ni consume licor y tampoco es fiestero, pero me trata muy mal. Cuando le pido que me ayude en el trabajo no lo hace y siempre dice que está ocupado, y si lo obligo, me dice frases con palabras soeces.
Le he pagado dos años de Medicina y actualmente está en segundo año de Leyes en una universidad particular, pero según él, yo nada le he dado en esta vida y dice que es mi obligación mantenerlo. Necesito que me digan qué debo hacer para que entienda que soy su madre y no tiene que tratarme así. Lo que más me da tristeza es que le suceda una desgracia, ya que la Biblia dice: Honra a tu padre y a tu madre, y él no lo hace.
Lucía,
Babahoyo
Creo que sería conveniente que analizara de dónde viene la conducta de su hijo, ya que él es producto de lo que ha vivido en su hogar, se predica más con el ejemplo que con las palabras. Su esposo no ha sido el proveedor de la familia y eso también es bíblico. No es posible que usted asuma el rol que no le corresponde, es decir, el de padre.
Aconsejar sin tener todos los elementos para hacerlo no es fácil.
La invito a que reflexione en su propia conducta, en aquello que sus hijos están recibiendo y en entender que la educación va más allá de las órdenes y mandatos. También es entender y aceptar su propia individualidad, sus intereses y gustos. Si bien es cierto que esperamos que los hijos nos ayuden y apoyen, también es cierto que tienen el derecho de escoger lo que desean para sus vidas, aunque esto no sea lo que nosotros quisiéramos.
Tenga una conversación abierta y sincera con sus hijos, pero desde lo que ellos sienten, es decir, escúchelos y no trate solo de que la escuchen a usted, pues debe estar abierta al cambio en sí misma de ser necesario, porque como padres también nos equivocamos.
Estoy segura de que si se pone en el lugar de ellos de forma empática y trata de comprender sus necesidades y deseos, podrá abrir un canal de comunicación y no una imposición de órdenes. Esta posición le permitirá también transmitirle lo que para usted es importante, y seguramente estarán en mejores condiciones para escucharla y respetarla.
No olvide que las personas solo crecemos en la medida que asumimos las consecuencias de nuestros actos. Le deseo mucha suerte y no olvide que si necesita ayuda, lo mejor es pedirla antes de que sea demasiado tarde.
Rosita Sánchez Laserna,
psicóloga y terapeuta familiar. Telfs.: 285-5407, (09) 961-0288.