Intimidad y depresión
Tengo cinco años de relación con mi esposo, dos años de novios y tres de casada, una bebé de casi un año. Ahora yo tengo 30 y él 39. Cuando lo conocí era un hombre espectacular, como hasta ahora. Vivimos bien, somos felices, gozamos de una vida buena. Pero después de un año de novios su deseo sexual bajó demasiado, cuando salí embarazada no me tocó ni un solo día, cuando di a luz al cabo de tres meses abordé el tema porque él no mostraba ningún tipo de interés en siquiera tocarme, algo mejoró por el lapso de dos meses, pero hoy ha vuelto a lo mismo.
Soy una mujer delgada, alguna vez fui de cuerpo atlético. Cuando toco el tema de su poco deseo sexual él dice que ya va a mejorar, que es su culpa. Sé que me ama más de lo que yo a él, pero esto me tiene deprimida, pasó más de un año sin tocarme y él seguía como si nada.
Jamás dejaría a mi esposo, pero sé que viviría infeliz el resto de mi vida. Ya no quiero ni tratar el tema con él, puesto que me siento denigrada como mujer al rogarle un poco de intimidad. Creo que mi depresión se nota aun cuando sea en un par de líneas. Ayúdeme a salir de esta depresión.
María,
Guayaquil
María, gracias por escribir. Buscar ayuda es el segundo paso para solucionar una situación crítica, el primero es reconocer que existe un problema.
Indudablemente, usted se encuentra atravesando desde hace un tiempo considerable una crisis de autoestima, padece una contraposición de ideaciones como resultante de la descompensación vivida en su joven matrimonio: por una parte argumenta que “era un hombre espectacular, como lo es hasta ahora”, sostiene que “vivimos bien, somos felices, gozamos de una vida buena”.
Si las cosas fueran así, usted tendría una serie de sensaciones de ensueño de gran felicidad; su esposo sería inigualable, es obvio que no. Incluso se atreve a afirmar que él la ama más de lo que usted a él; realmente, el viejo adagio de “rostros vemos, corazones no sabemos” es una realidad. No existe un termómetro del amor para medir la calidad de este, ni su profundidad, ni su integridad. Tampoco el matrimonio debe ser un concurso de quien ama más, aquello de que debemos amarnos con la misma intensidad y con igual pasión ambos, es una quimera. Siempre uno ama más que el otro. Es su compañero el foco del problema. Usted es la afectada directa en segunda instancia, el primero es él.
El mismo hecho de que no la tocase durante un año y transcurriera el tiempo sin que para él pasase nada lo evidencia. No debe sentirse denigrada, pues es a quien no le otorgan el débito conyugal. Manifiesta que jamás dejaría a su esposo, pero sostiene que no desea vivir infeliz el resto de su vida. Cuando existe una dificultad de este tipo en cualquier matrimonio, la solución proviene de ambos, pero principalmente de él, algo le está afectando: crisis precoz de la segunda edad, traumas de niñez, traumas derivados de anteriores relaciones, dificultades psicosomáticas, problemas físicos, crisis existencial, inseguridad masculina inadecuadamente compensada. Cualquiera de estas, una combinación de las mismas u otra no mencionada.
Requieren urgentemente hablar de la situación sin ningún remilgo, franca y directamente, sin utilizar ningún tipo de desconsideración y con mucho respeto en el diálogo. Ignorar la situación es similar a manejar una moto en dirección a un precipicio con los ojos vendados. Es imprescindible que busquen ayuda individual y de pareja para solucionar dicha situación con el emprendimiento de su esposo y la consideración suya. Es necesario no buscar culpables, sí soluciones. Ustedes pueden. (F)
Dr. Eduardo Santillán,
Ph.D. neuropsiquiatra, psicoterapeuta de individuos, parejas y familias, especializado en afectividad crítica, adicciones emotivas, psicosexualidad y en casos complejos y traumáticos.
Telfs.: 098-720-2411, 098-017-5745.