Viven con los suegros
Hace 18 meses, mi hoy esposa me dio la noticia de que seríamos padres. Ahora vivimos con mis suegros (porque la regla dice que la hija no tendría mejor atención durante el embarazo y posparto), y por mi situación económica, y por no perderme esas etapas, accedí a mudarme con ellos.
Hoy el problema principal es la sobreprotección con el niño, el encariñamiento abrumador que tienen con él, se siente como si quisieran opacar mi labor como padre, la cual tengo bien clara. Si algo le falta al bebé, ellos lo compran sin consultar. Quieren pasar con él la mayor parte del día aunque nosotros estemos en casa, y el niño se ha ido habituando tanto a ellos, al punto de llorar cuando lo cargamos su mamá o yo. Para dormir, solo lo puede hacer tranquilamente con ellos; con nosotros, no.
Para mi esposa yo estoy mal, y debería agradecer la ayuda que nos están dando (y callarme). No puedo decir mucho porque no es mi casa y la hija no me ayuda. He estado a punto de decirle que es mejor que me vaya, pero tengo a mi hijo de por medio y nunca quise que él pasara lo que nos tocó a mis hermanos y a mí cuando mi padre dejó a mi mamá.
Milenial desesperado,
Quito
Milenial, agradecemos su franqueza. Indudablemente, las formas de crianza que tuvo cada uno de los esposos, la variación entre un hogar funcional y otro disfuncional, el nivel socioeconómico, los hábitos y costumbres, marcan una real diferencia y una carencia de armonía. La vida matrimonial es exclusivamente de dos, no de tres o cuatro (incluidos suegros). Su esposa no ha asumido adecuadamente su rol de madre y esposa, dada la sobreprotección de los padres, que extienden al nieto.
También es perceptible que no tuvieron un tiempo apropiado de conocimiento previo al matrimonio, como amigos, enamorados y/o novios. Usted tampoco ha asumido un verdadero rol de esposo y padre, sea por un motivo justificado o no. Es posible que su esposa haya delegado o entregado casi toda atención que necesita el niño a la mamá, volviéndose la criatura hiperdependiente de los abuelos, lo cual no es nada saludable.
Usted cometió un error muy significativo al consentir que los tres se fuesen a vivir con sus suegros, dado que “el que se casa, casa quiere” o deben ser “harina de otro costal”. De usted también depende el resultante de esta equivocación, dado que entregaron poder a los padres de ella para manejar la situación a su gusto, ella apoyando esas actitudes y conductas y usted sin decir nada. Sus suegros y el niño se han vuelto coadictos.
Es imprescindible que usted abandone su aparente comodidad del que deja hacer y comience a desempeñarse adecuadamente. Dialogue con su esposa en un lugar neutral, en una cafetería, patio de comidas o parque; exponga sin elevar la voz pero con firmeza y ecuanimidad lo que siente, y solicítele que se ocupe más del niño. Propóngale que en un cierto tiempo deben independizarse, sea paciente y no espere de manera inmediata que ella se acoja a sus aspiraciones. Si no existe un progreso significativo en un tiempo coherente, acudan a un terapeuta de pareja y familia. Como último recurso, salga usted de dicha residencia, de ninguna forma debe temer que se repita lo que atravesó con sus hermanos por el abandono de vuestro padre del hogar, porque usted nunca dejará de ser padre si cumple sus responsabilidades y se transforma en un modelo digno para su niño. Deje esa posición de hijo de familia y esfuércese vigorosamente por independizarse, trabaje y trabaje. No debe engañarse, dado que tampoco sus suegros y esposa le permiten ser padre. Concientícese, planifique, organícese y actúe con valentía y con respeto. (F)
Dr. Eduardo Santillán
Ph.D., neuropsiquiatra, psicopatólogo clínico, neuropsicólogo; psicoterapeuta de individuos, parejas y familias, especializado en afectividad crítica, adicciones emotivas, psicosexualidad y en casos complejos y traumáticos.
Telfs.: 098-720-2411 y 098-017-5745.