Decir sí a todo, ¡no!
Uno de los grandes problemas de aceptar siempre lo que otros piden es que no escuchan, y deben aprender a hacerlo.
Seguro conoce a personas que dicen sí a todo. Los especialistas en psicología aseguran que se debe al deseo de agradar y de esta manera ser aceptado. Según la psicóloga clínica Pilar Villavicencio de Peralta, hay quienes piensan que diciendo sí a todo, logran ser considerados parte de grupos familiares, sociales y laborales. Por este motivo, llegan al sacrificio en el sentido de aceptar algo con lo que no están muchas veces de acuerdo.
Es perjudicial, agrega, porque se pueden producir situaciones nefastas que van en contra de la moral, la salud física y mental, y el aspecto económico. Los niños y adolescentes están expuestos a muchos riesgos y situaciones peligrosas, por eso deben aprender a identificar el riesgo y decir No, si es que la situación lo amerita. Para ello, hay que tener carácter para definir lo que se desea conforme a los principios y metas de cada uno.
Para el psicólogo clínico Gabriel Moreno, la necesidad casi impulsiva de decir sí a todo, en la mayoría de los individuos, es producto de la baja autoestima que produce la necesidad ilógica de agradar a los otros, un temor irracional a la confrontación, y dependencia emocional. “Siempre se muestran como tímidos o, por el contrario, como sociables, pero muy complacientes y en exceso atentos. Y en algunos casos indecisos y dependientes de las opiniones de otros”.
Estos seres, dice, pueden anticiparse a las posibles consecuencias o reacciones de negarse a una solicitud y siempre logran imaginarlas catastróficas, exageradamente adversas. “Basan su valía y estima en la imagen que creen que los demás tienen de ello, imagen que es muy frágil”.
También, explica Moreno, el desarrollo de este hábito está relacionado con la sobreprotección, a la timidez, a la desvalorización de la persona en la infancia, ya sea por palabras denigrantes como insultos o por maltratos, o castigos excesivos. En otras palabras, a la minimización de la imagen, valía y autosuficiencia del individuo desde la infancia.
Escuchar y pensar
Uno de los grandes problemas de las personas que dicen sí a todo es que no escuchan, y deben aprender a hacerlo. Incluso, en una ocasión, el papa Francisco dijo que hay que reconocer los valores de los demás para entender sus demandas. Escuchando, dice Villavicencio, se identifica la situación, se tiene la opción de evaluarla y definir si aceptar o no.
Asimismo, alguien impulsivo contesta rápidamente: afirmativo o negativo. Y efectivamente muchos de los sí que dice, agrega, no son analizados desde una realidad objetiva, pues se apresuraron en contestar. Es mejor tomarse un tiempo prudencial para analizar y razonar acerca de la situación y contestar de una manera más objetiva. “Al contestar rápidamente, hay mayor riesgo de equivocarse y después surgir arrepentimientos acerca de las decisiones tomadas”.
Decir sí es beneficioso cuando la valoración y la reflexión sobre lo que se pregunta es positiva. Es decir que quien contesta afirmativamente está de acuerdo, conforme a sus valores y a sus planes de vida.
Riesgos de peticiones
Decir siempre sí, menciona Moreno, enfrenta a la persona a riesgos. Esta pierde la posibilidad de independencia en su criterio. También es sugestionable, por lo que puede ser inducida a actos y situaciones con las que no esté de acuerdo, destructivas o perjudiciales para ella misma.
Asimismo, agrega, corre el riesgo de estar constantemente presionada a contradecir sus juicios, sus propias opiniones, incluso su moral, lo que genera constantemente un conflicto interno por lo que con toda seguridad vivirá bajo presión y estrés. “Frecuentemente pierde la posibilidad de un trato equitativo, igualitario y horizontal con los demás, pues al no hacer prevalecer sus propias decisiones, consentirá el menosprecio de su individualidad, facilitando relaciones personales basadas en el poder y el abuso”.
También, explica Villavicencio, decir sí siempre, puede poner nuestra vida en riesgo de muerte, ya que cada ser humano debe estar consciente de sus capacidades y limitaciones, conocer hasta dónde puede llegar.
“En los niños y adolescentes el riesgo es mayor, porque se está viviendo épocas en las que el consumo de drogas y exceso de alcohol está en casi todos los niveles”, asegura.
Además, agrega, si a un adolescente le proponen consumir drogas y alcohol, y decide hacerlo, podría producirse una sobredosis que puede causarle la muerte. Sería conveniente que este tenga la suficiente información sobre los peligros a los que está expuesto, riesgos de salud física y mental, y el soporte de un hogar funcional que le brinde el apoyo emocional necesario para no involucrarse en situaciones peligrosas.
¿En qué casos es difícil decir no? Coméntenos
Aprender a decir No
Las personas que siempre dicen sí a todo, deben aprender también a decir no. Para ellos, dice Moreno, es necesario aceptar que existe un problema y reconocerlo. De qué forma se manifiesta, en qué momento y con qué personas, pues esto ayudará a descubrir cuál es la fuente del hábito. Es posible que este comportamiento solo se presente, por ejemplo, con compañeros en el trabajo, con la pareja, con el jefe, pero no con los padres, con quienes pueden mostrar incluso rebeldía.
Como decir sí a todo se forma como un hábito ligado a lo emocional, por ello puede ser desaprendido con el hábito contrario. La persona puede entrenarse a decir que no, y es necesario que comprenda que este entrenamiento la someterá a un estado de tensión, pues significa salir de una posición de confort.
Finalmente, todo hábito, físico, conductual y sobre todo emocional pone al individuo frente a un ideal que, para alcanzarlo, demandará fuerza de voluntad y valentía. Puede empezar a entrenarse diciendo que no en peticiones sencillas, frente a gente con la que se siente un más cómoda, y a medida que avanza, intentará hacerlo frente a peticiones más complejas y personas menos cercanas.
Por último, agrega Moreno, será necesario también que se asuman las consecuencias de decir no, que usualmente se suponen como peligrosas e intimidantes, como un reto. Simultáneamente y para que los cambios tengan un efecto duradero y profundo, es necesario que la persona tenga un acompañamiento de un psicólogo, con el que pueda explorar los motivos más personales de esta conducta, relacionados con la formación de la persona, sus creencias inconscientes y la interrelación con otros hábitos emocionales. (S.M.de. C) (F)