Efraín Rivera Vega: Su labor en A.A.
“No buscamos que el mundo sea abstemio. Nuestro objetivo es lograr la sobriedad emocional y llevar el mensaje a otros alcohólicos”.
La primera vez que el panameño Efraín Rivera Vega asistió a una reunión de A. A. le dijeron que era una ‘organización desorganizada’. “¡Si lo hubiera sabido antes, no habría ido!”, dice el psicólogo clínico y actual presidente de la Corporación Alcohólicos Anónimos del Ecuador. Curiosamente, en los grupos encontró disciplina. No había la obligación ni el deber de dejar la bebida. “Si quieres, puedes hacerlo. Si no, no pasa nada. No se critica ni se censura. Tu problema ahora es nuestro problema”.
Esa filosofía lo convenció de quedarse. En los últimos 35 años ha conocido historias de hombres y mujeres, ancianos y jóvenes (desde los 14 años, afirma), de toda condición social y diferentes líneas espirituales. Un famoso ejemplo de esto último es el sacerdote y cantautor francés Aimé Duval, autor de El niño que jugaba con la luna, un relato de la lucha contra la bebida y el encuentro con A. A. “Usó el seudónimo de Lucien, pero pidió que después de su muerte se incluyese su nombre completo. Ese libro ha hecho un bien al mundo de los sacerdotes”.
Reconocimiento y fases
Rivera dice que es difícil entender que la enfermedad no es el alcohol. “Eso es solo el síntoma. La enfermedad es la vida ingobernable. No tiene que ver con la moralidad o el desempeño. Algunos alcohólicos son trabajadores y puntuales. Otros son lo opuesto. Hay los superagresivos y los tremendamente tímidos. Unos son lujuriosos y otros son fieles a su pareja. No hay un modelo para diagnosticar”.
Sí hay características y la primera es la negación. Lo niega él o ella, la familia, los conocidos. Una excusa frecuente es: “Entonces todo el mundo es alcohólico, porque todos mis amigos beben”. Por supuesto, concede Rivera, ya que el alcohólico se rodea precisamente de aquellos que lo acompañan en la bebida.
Para reconocer el alcoholismo, dice el psicólogo, hace falta tocar fondo. “No es ser internado en una clínica, estrellarse en el auto o matar a otro. Uno de mis primeros pacientes dice que su fondo fue una frase que le dijo su hija pequeña, que probablemente escuchó de la mamá. Fue suficiente para tomar la decisión de ir a los grupos. En cambio, otro se había divorciado, sus hijos eran adictos, andaba en silla de ruedas producto de un accidente por alcohol, y seguía bebiendo. No tocó fondo, esa palabra o hecho que hace que la persona reflexione y busque ayuda”.
Otra característica es la inestabilidad emocional. “El alcohólico es intenso, vive y muere así. Es simpático. Se enamora cada vez como la primera. Es egocéntrico (no egoísta). El egocentrismo es una etapa del crecimiento en la que se fortalece el yo, muy importante en la infancia. De esa etapa se pasa a la socialización: percibir que hay otros y que hay reglas, como compartir. El alcohólico no llegó a la socialización”.
Por eso, cuando la persona se integra a Alcohólicos Anónimos, lo primero que experimenta es la aparición del otro. Esto se logra con una tarea básica, limpiar el baño. Si no quiere hacerlo, se le explica que todos lo han hecho antes que él. “Hay que bajar el orgullo mediante el servicio”, indica Rivera. Después viene barrer. Con el tiempo recibe las llaves para abrir el grupo, puntual, pues si a las 20:05 llega alguien desesperado y encuentra la puerta cerrada, probablemente se irá a beber. “Está aprendiendo disciplina”. Luego viene hacer el café y servirlo.
Rivera comenta que en esta fase algunos se van. El que se queda puede pasar a recoger la contribución voluntaria, contarla y entregarla al tesorero. Comienza a ejercer su honestidad. Dependiendo de su conducta, puede ser representante de Servicios Generales. De ahí sale un delegado a la conferencia anual, donde se discuten y votan las sugerencias de los grupos.
Luego de dos años de ser delegado se puede ser custodio clase B, que es la máxima responsabilidad. En el país hay seis custodios clase B, dos de ellos salen a eventos internacionales como la Conferencia Mundial y la Redela (Red de las Américas, de la que son miembros los países americanos desde Canadá hasta Argentina), que en 2013 fue en Ecuador. “Nos han anunciado que tendremos que apadrinar a otro país en el que la estructura sea más frágil”.
Los miembros no alcohólicos
No es requisito ser alcohólico para asistir a los grupos y servir en A. A. De hecho, estos miembros tienen gran importancia, pues desempeñan la presidencia y vicepresidencia y son los voceros oficiales de la comunidad. Esto es así en consideración a la tradición de anonimato de los miembros alcohólicos. “Los no alcohólicos no gobernamos nada. Somos la cara de A. A. al público”, dice Rivera, custodio durante dos años y presidente de la Corporación durante ocho.
Ese periodo terminará en noviembre de este año, durante la Cena de la Gratitud, en la que asumirán los cargos de presidenta y vicepresidenta las dos candidatas que se han preparado con Rivera para este fin. “Salgo de la presidencia, pero voy a seguir en los grupos. Ya estaba ligado a ellos aun cuando no conocía toda la estructura de A. A.”.
Los grupos y la familia
En Guayaquil hay 18 grupos activos de A. A. “Es muy poco. En Cuenca hay 45. Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud, el 12% de la población mundial tiene problemas de alcoholismo. De acuerdo con la última encuesta en Guayaquil, diríamos que apenas 10 mil personas han dejado de beber por A. A., grupos evangélicos o recomendación médica”.
Los grupos abarcan también a la familia. Al-Anon es el espacio para los familiares adultos de los miembros de A. A. Para los niños está Alateen. La mayoría funciona en iglesias como Santa Gema, la Alborada y Santa Teresita, mientras otros son independientes y tienen su propio local. También existe una ‘reunión’ impresa, la revista Sobriedad, que incluye artículos escritos por los miembros. Está considerada, según Rivera, entre las tres mejores publicaciones de A. A. en América Latina.
Pero el texto base de A. A. es el Libro Grande, del fundador Bill W., que contiene los doce pasos. Rivera resume: “Empezamos a practicar los doce pasos en nuestras vidas diarias para que nosotros, los alcohólicos, y todos a nuestro alrededor podamos encontrar la sobriedad emocional, que no se encuentra de una vez para siempre, sino todos los días, solo por hoy. La pierdo y vuelvo a la carga, a
encontrarla”. (D.V.) (I)
Datos adicionales
Autogestión
A. A. no recibe contribuciones externas, y los aportes de sus miembros tienen un tope: “Si alguien quiere dar más de $ 500 al año, no puede”. De allí se pagan los viajes de los delegados. Rivera afirma que es preferible que mil miembros den un dólar cada uno a que diez personas den $ 100. “Así pueden sentir que esto es de ellos”.
Redes sociales
Se han creado grupos de chat para comunicar eventos, reflexiones, peticiones de apoyo y debates. “De repente, uno está temblando, y a la medianoche envía un mensaje, y le responden compañeros de todo el país para hacerle sentir que no está solo”.
Los primeros anónimos
Alcohólicos Anónimos surgió como una hermandad de socorro mutuo ideada por el norteamericano Bill W., un corredor de bolsa que había perdido todo por el alcohol, y había empezado a encontrar la sobriedad mediante el Grupo Oxford, una organización evangélica que le fue recomendada por su antiguo compañero de bebida Ebby Thacher.
A pesar de asistir, Bill tuvo una recaída y fue hospitalizado en diciembre de 1934. Durante su estadía tuvo una experiencia religiosa, una iluminación. El médico no le dio explicación para eso (opinaba que el alcoholismo, más que una falta moral, era una enfermedad física y obsesión mental), pero le sugirió aferrarse a la experiencia, “pues hoy estás mejor que ayer”. Al recibir el alta, comenzaron sus esfuerzos por ayudar a otros a mantenerse sobrios. No tuvo mucho éxito hasta que durante un viaje de negocios, sintiéndose debilitado y necesitando hablar con alguien que lo comprendiera, conoció a Bob S., un cirujano al que convenció de dejar la bebida definitivamente el 10 de junio de 1935, una fecha celebrada en A. A.
De su experiencia con Grupo Oxford, Bill retuvo la práctica de las reuniones informales, de una serie de pasos para rehabilitarse y de trabajar por otros sin fines de lucro. Escribió el libro Alcohólicos anónimos, del cual la sociedad adquirió el nombre, y que ahora es conocido como El libro grande, el texto base de A. A. De él se desprenden las doce tradiciones, entre las cuales el anonimato es fundamental. En 1951, la OMS reconoció oficialmente el alcoholismo como una enfermedad. Los médicos comenzaron a recomendar a sus pacientes que acudieran a A. A. Y eso le fue dando prestigio al grupo. La revista Time enlistó a Bill W. como una de las personas más importantes del siglo XX.
“Esto no nació de una teoría, porque los fundadores no eran médicos. Ellos se basaron en la práctica, se equivocaron, corrigieron en el camino”, opina el presidente de A. A. en Ecuador, Efraín Rivera. Bill decía que los pasos y las tradiciones se construyeron en el yunque de la experiencia”. En la década del 40 hubo un crecimiento y A. A. se extendió a Europa y América Latina. El año pasado la reunión mundial fue en Varsovia. Se calcula que 3 millones y medio de personas se están recuperando gracias al programa.