La ‘utopía’ de amar al enemigo

22 de Abril de 2018
Dayse Villegas

El amor revolucionario, insurgente y generoso es el centro de tres reflexiones que lo proponen como fuente de justicia social.

El amor es una labor como de parto, empieza diciendo Valerie Kaur, abogada y activista de derechos civiles norteamericana. Temible, sangrante, imperfecto y dador de vida, una decisión que tenemos que hacer una y otra vez: entrar en labor por otros, incluyendo los que no son como nosotros, los que se nos oponen y los que nos lastiman. Pero también por nosotros mismos.

A esto Kaur denomina el llamado de nuestros tiempos. Lo experimentó en su propio parto, relata, pero también durante las horas que pasó documentando las historias de los sobrevivientes de los atentados del 11 de septiembre de 2001. También durante el proceso judicial por la muerte de un amigo practicante de la religión sij, asesinado por usar un turbante y llevar barba. Y, posteriormente, en la decisión de acompañar a la familia de la víctima a llamar al culpable y comunicarle su perdón.

Así, manifiesta, aprendió que el amor debe darse en tres direcciones. Amarse solo a uno mismo es narcisismo. Amar solo al oponente es autodesprecio. Amar solo a los que son como nosotros es ineficaz. En cambio, propone ver al otro como una parte de nosotros a la que aún no conocemos. Ver la herida del que nos causa una herida. Y decidir amar aunque cueste respirar y hacer fuerza, como en un parto.

Motivada por este aprendizaje, Kaur creó el Proyecto Amor Revolucionario y ofreció una charla durante una conferencia TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño) en 2017, en la que expuso sus principales puntos:

-Interesémonos por los demás. Escuchemos sus historias. Las historias de los otros pueden hacer el milagro de convertir a extraños en hermanos.

-Protejámoslos cuando estén en peligro. Rehusémonos a odiar.

-El perdón es ser libre del odio. Veamos al que nos hirió, no como un monstruo, sino como gente como nosotros.

-Atendamos las heridas de nuestros oponentes, incluso sabiendo que no podemos sanarlas. Es una decisión moral y pragmática, que abre la posibilidad, antes inimaginable, de la reconciliación.

-Amémonos a nosotros mismos, porque la rabia no atendida se convierte en odio. Nos amamos cuando, en medio del dolor, nos rehusamos a dejar que este se endurezca hasta ser odio.

La reconciliación con otro ser humano no se puede exigir. Se dan pasos de apertura, pero siempre depende de la respuesta del otro. Es un proceso que conlleva heridas, dolor, desconfianza. No es un acto instantáneo”.
Ángel Manzo

El amor insurgente

Parte de la libertad humana es la opción de desear el mal al otro, reflexiona el teólogo y pastor evangélico Ángel Manzo. “Cada ser humano tiene la decisión ética y consciente de abrirse a los otros hacia el bien o hacia el odio”. Esto, más que obligarnos a vivir a la defensiva u ofensiva, nos invita a mirar la vida con realismo, cuidando las relaciones de amistad que desarrollamos. Porque es posible que aquellos que se llevaban bien y tenían química, de repente terminen como antagonistas. “Los seres humanos vivimos con esa contradicción anclada en nuestros corazones, capaces de crear y ser buenos como de hacer el mal”.

De igual manera, amar al otro es también una posibilidad, pero no algo que simplemente nacerá, dice Manzo, sino que exige el desarrollo de la virtud. “Para tener una mirada distinta del otro es necesario el descubrimiento de buenos hábitos y prácticas. Cuando saludo al otro, estoy construyendo virtud. No es algo que nace así por así”.

Es algo que se ejercita particularmente en las crisis. “Cuando vemos al otro más allá de las diferencias, del dolor que nos causa y el mal que nos procura, encontramos los aspectos comunes y nuestra humanidad se despierta”. No es solo el dolor, sino toda experiencia humana. “La urgencia por la vida hace que se superen estas barreras”.

La propuesta de Jesús, sostiene, es radical “porque él reemplazó la postura de amor al amigo y odio al enemigo por un amor superior, capaz de hacer el bien al enemigo”. Es un amor que no espera que caiga del cielo una justicia automática, sino que sabe que esta tiene que ser practicada aquí, siguiendo ese modelo extraordinario. “El ejemplo de Jesús impactó tanto a sus seguidores, que las primeras comunidades cristianas enseñaron este principio: No pague a nadie mal por mal, sino procure lo bueno delante de todos. Ame ‘a pesar de’”.

Suena utópico y exigente, reconoce. Lo es. Demanda cambiar las actitudes y diferencias por un compromiso real por la vida. “Pero es un signo que nos puede llenar de esperanza. Yo llamo a esto la insurgencia del amor. Ser rebeldes con armas diferentes”.

¿Cómo comunicar esto a los que no aceptan esa visión? La respuesta, aclara, no está en los sermones. “En este siglo estamos llamados a dar signos de esperanza. Se trata de mostrar un camino diferente. El del amor, traducido en las relaciones y vivencias humanas. Esto hace que aun aquellos que no quieran aceptar nuestra opción puedan respetarla y quizá sean alentados a tomar ese camino”.

Protejamos el gozo, porque en él podemos ver incluso la oscuridad con nuevos ojos, no como la oscuridad de la tumba, sino como la del vientre: una transición, el comienzo de una nueva vida”.
Valerie Kaur

Romper la barrera del ego

Todos tenemos emociones aflictivas, empieza diciendo el maestro budista Khenpo Phuntsok Tenzin. “Entonces, proyectamos en el otro estas emociones y decimos que tenemos un enemigo”. Sin esas emociones, resume, no hay enemigos.

Y si, por el contrario, sabemos que alguien nos odia, no hay motivo para ‘engancharse’ con esa emoción ajena. “Debemos entender que el miedo surge del ego, de aferrarse a uno mismo. Entonces, es mejor ocuparse de sanar nuestras propias emociones y no de sentir odio o miedo”.

¿De qué manera, entonces, ver al otro? Con paciencia, amor y compasión. “Lo mejor que podemos hacer es mandar amor hacia esa persona. Si no podemos hacerlo, entonces lo mejor será ignorarlo, evitarlo, pero no actuar con igual violencia”.

En cambio, cuando el enemigo tiene problemas o pasa por una tragedia, podemos rescatarlo y apoyarlo. “En ese momento no hay odio. A veces, hay peleas entre hermanos, con los padres o hijos, eso no es bueno. Esas peleas crean mucho karma (acción que deja huellas que se reflejan en nuestras vidas) negativo. Para crear karma positivo se debe actuar con amor”.

Quien desea reconciliarse con el enemigo, ya es capaz de hacerlo. “Puedes ir a hablar de frente con esa persona y decirle: Yo no tengo odio contra ti, quiero ser tu amigo, ya no quiero más peleas. A veces las personas se pelean por trabajo, por dinero... pero cuando el ego baja, nos podemos dar cuenta de que no queremos mantener ira en nosotros, y podemos liberarnos del odio”.

EDUCACIÓN EN AMOR

Si Kaur ve el amor como un trabajo de parto, Manzo lo pone como materia de estudio. “Es algo que tenemos que aprender. No estamos ejercitados para amar. Quizás tenemos la vocación, pero no sabemos cómo. A quienes más amamos, más lastimamos”. Al estar en pareja y ser padres, menciona, nos damos cuenta de que lo más fácil en la convivencia es odiar. Tenemos que aprender los afectos y necesitamos medios y personas que nos ayuden en esto. En la Biblia, concluye, el amor es una de las muchas facetas de un fruto compuesto, algo que se cultiva, la metáfora de algo que no nace y llega a buen término si se lo deja a su suerte, sino que necesita intervención, proceso y tiempo. “Las instancias religiosas tenemos una profunda responsabilidad, porque somos llamados a la esperanza, pero contradictoriamente, no siempre se modela este amor. Tenemos profundo trabajo en el discipulado. Hay que volver a las cuestiones prácticas y desde ahí vivir la fe”.

Enojarse porque el otro se enoja es muy común; pero no es lo mejor. La mejor práctica para combatir la rabia es practicar la paciencia, el amor y la compasión por esta persona y todos los seres”.
Khenpo Phuntsok Tenzin Rimpoche

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