Genómica nutricional
Una nutrición personalizada, adaptada a nuestro genoma, ayudará a alimentarnos saludablemente, según el científico José María Ordovás, uno de los mayores expertos mundiales en nutrigenómica.
Cada día los científicos ponen atención al estudio del genoma humano, todo lo relacionado con el ácido desoxirribonucleico (ADN) que se encuentra en el interior de las células.
En el ADN están las instrucciones que las células necesitan para dirigir sus actividades. En cada célula hay entre 20 y 25 mil genes que transportan la información hereditaria y la transmiten de una generación a otra.
Según el científico José María Ordovás, experto mundial en nutrigenómica –ciencia que estudia la relación de los genes con la nutrición–, la genética es estable en un ser humano durante su vida y su ADN es el mismo en las células del hígado, el corazón, el cerebro o la piel, entre otras. Sin embargo, la epigenética cambia dependiendo del ambiente al que el individuo está expuesto.
La epigenética, agrega, se puede definir como el puente entre el medio ambiente y nuestro ADN. “Dependiendo de lo que comemos, bebemos, el estrés, entre otros, esta se modifica y hace que nuestros genes se expresen o estén silenciosos. Lo cual, naturalmente tiene un gran impacto sobre nuestra salud”.
El doctor Ordovás explica que en nuestros genes queda grabada nuestra interacción con el medio ambiente a través de generaciones. Nuestros antepasados, dice, han ido evolucionando para adaptarse a ambientes cambiantes. “En cada generación se generan en nuestro ADN mutaciones nuevas, la mayor parte de ellas no tienen efecto sobre nuestra salud o fenotipo (rasgos particulares), pero otras son importantes y pueden ser positivas o negativas”.
“Si aparece, por ejemplo, una mutación que ayuda a vivir en condiciones de poco oxígeno, entonces aquellos que vivían en el Himalaya y tenían esa mutación sobrevivían mejor, se reproducían más y por lo tanto la frecuencia de esa mutación aumentó en esas poblaciones y quedó ‘grabada’ en su genoma”, detalla Ordovás, quien, además, es investigador del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) y director científico de IMDEA Alimentación en Madrid, España.
Otro ejemplo de ‘grabación’, dice Ordovás, es la dieta. Las mutaciones hicieron que algunos humanos pudieran consumir leche durante toda la vida, en lugar de solo los primeros años; esa mutación se extendió asombrosamente por la Europa ganadera por las ventajas del consumo de un alimento rico en nutrientes al que los demás no tenían acceso, porque les sentaba mal.
Problemáticas diferentes
La situación del ser humano hace miles de años, menciona Ordovás, era muy diferente a la actual. La esperanza de vida era mucho menor y la mortalidad en los primeros años, mucho más alta.
Por lo tanto, refiere, no habría tantos problemas cardiovasculares, obesidad, diabetes, enfermedades crónicas asociadas con el envejecimiento. Nuestros antepasados tenían sus propios problemas. A pesar de eso es interesante repasar las medicinas antiguas europeas y las asiáticas y ver cómo en los tratados se hablaba de diabetes.
Por otra parte, indica Ordovás, las momias en diferentes partes del mundo muestran señales de aterosclerosis (endurecimiento de las arterias). Es muy probable que tuvieran problemas gastrointestinales como lo demuestran las ‘medicinas’ que llevaba consigo Ötzi, el hombre que falleció hacia el 3255 a. C., aproximadamente a los 46 años, y que fue encontrado en los Alpes. “Quizá la salud de nuestros antepasados esté más basada en nuestra idealización de esos tiempos que en la realidad”.
Nutrición personalizada
La alimentación actual, añade Ordovás, contrasta con la alimentación de los antepasados y con los genes que hemos heredado de ellos, y eso ha causado el aumento en la prevalencia de las enfermedades crónicas.
“No es la adquisición reciente de nuevas mutaciones la que hace aumentar la prevalencia de enfermedades, sino el conflicto entre los genes que hemos heredado y el estilo de vida actual, que incluye alimentación y sedentarismo”. Según el investigador, para tener buena salud a través de la nutrición genómica y transmitirla a las futuras generaciones “lo que se debe hacer es personalizar más las recomendaciones nutricionales”.
Para ello, explica, tenemos que conocer el genoma de las personas y hacer recomendaciones acordes a esto. “Para algunos, el genoma funciona mejor con una dieta baja en grasas, para otros con una dieta baja en hidratos de carbono, para otros puede que haya que cambiar las horas a las que comen, de acuerdo con sus genes reloj”.
Miradas desde Ecuador
Desde que se logró decodificar el ADN en el proyecto genoma humano nació la ciencia conocida como Genómica Nutricional, según la médica en nutrición Gia Crespo Biaggi. Este estudio es importante para realizar una verdadera nutrición personalizada. Si bien el 70% de nuestro peso está modulado por el ambiente (alimentación, ejercicio, hábitos de vida), el 30% está en el ADN.
“El conocimiento de la genética de cada persona permite realizar recomendaciones nutricionales, ejercicios físicos y vitaminas personalizadas. Un programa basado en el ADN que lo hace único, inmejorable y que le va servir el resto de su vida”, asegura Crespo. Lo que se busca, agrega, es entender el riesgo de cada persona de padecer enfermedades, cuáles predisposiciones genéticas tiene de absorber bien o mal ciertas vitaminas y cuál es el ejercicio ideal.
“La era actual, posgenómica, es el nacimiento de la verdadera medicina preventiva. No buscamos atender a los enfermos, sino mantener sanos a los pacientes. Aunque falta mucho por aprender, los consejos dietéticos clásicos tienen sus días contados”.
Genes ecuatorianos
Con una prueba genética de la mucosa bucal se puede conocer qué tipo de nutrición requiere una persona. Al frotar el hisopo se desprenden células muertas de la mucosa. Esta muestra es enviada a un laboratorio de genética confiable.
Según la doctora en nutrición Micaela García, este examen le ha permitido entender qué tipo de alimentación y ejercicio es el indicado para cada paciente. Uno de los genes que se estudia es el llamado MTHFR. Este gen tiene relación con la absorción del ácido fólico. Cuando una persona tiene la variación genética homocigota se encuentra en gran riesgo de no absorberlo eficientemente. La deficiencia de ácido fólico está relacionada con síntomas como cansancio constante, abortos espontáneos, depresión clínica, fibromialgia, entre otras.
“Para estos resultados, la indicación es la suplementación con una fórmula especial de ácido fólico que ya existe en el mundo. Las estadísticas dicen que un número importante de ecuatorianos son portadores de esta variación genética”.
Si se conoce la genética de las personas, indica García, se puede además conocer en qué rango de frecuencia cardiaca debería ejercitarse cada paciente para quemar más grasa y cuántas horas a la semana debe realizar la actividad. Además, se estudia la forma cómo cada persona crea masa muscular y se puede recomendar ejercicios específicos si esta es la meta de esa persona.
Dormir agrega García, es fundamental para mantener un peso saludable e incluso más importante para perderlo. “En Ecuador estudiamos el gen Clock, que está relacionado con el reloj interno de nuestro cuerpo”. “Gracias a esta información podemos recomendar estrategias para dormir mejor o medicación natural o farmacológica; o si según su genética les conviene hacer ejercicios físicos de día o de noche”.
EN LA PRÓXIMA DÉCADA
Esta investigación, dice Ordovás, se está llevando a cabo los últimos años y se espera que en la próxima década se utilice de forma habitual la nutrigenética o la nutrigenómica, que son los nombres técnicos de la nutrición personalizada.
UNA NUEVA EDUCACIÓN
“Lo que tenemos que transmitir a las siguientes generaciones es precisamente el concepto de alimentarnos saludablemente de acuerdo (o en concierto) con los genes que hemos heredado”, concluye el especialista en genómica.