Costa Rica: Ecología y turismo
“El Parque Nacional Corcovado, con un área de 425 kilómetros cuadrados, ha sido declarado por la revista National Geographic como el sitio más biodiversamente intenso en el planeta”.
Partir de un lugar querido cuesta. Sobre todo porque siempre existe la incertidumbre de si habrá retorno, y de ocurrir, “nosotros, los de entonces, ya no seremos los mismos”. Dejo entonces Costa Rica con nostalgia, con su verde quemándome los ojos y un nudo en la garganta al contemplar el mar tras las montañas.
¿Será que volveré un día a este país de pura vida?, y sobre todo a la joya de mi corazón: el Parque Nacional Corcovado. Con un área de 425 kilómetros cuadrados, Corcovado ha sido declarado por la revista National Geographic como el sitio más biodiversamente intenso en el planeta. Y, en efecto, la palabra intenso lo define enteramente, en los silencios que lo habitan, en el canto de sus aguas, en sus 140 especies de mamíferos, 367 especies de aves, 117 especies de anfibios, y más de 6.000 especies de insectos.
Internarse en sus bosques es volver al principio de la vida. Y no precisamente porque los avistamientos sean sencillos. Pueden transcurrir horas sin un encuentro que no sea con una lagartija, o más seguramente una serpiente coral o Fer-de-lance. Y, sin embargo, el espíritu se explaya en la frescura del bosque mismo, donde apenas penetra 3% de la luz solar entre árboles antiguos que abren sus copas.
Partiendo del puesto de guardaparques de San Pedrillo, a dos kilómetros de distancia, se llega a una cascada maravillosa donde es posible nadar y energizarse. Hay que cruzar el río de aguas claras, sumergiéndose hasta las rodillas, o el pecho (según el tamaño del explorador/a). De vez en cuando aparece un cocodrilo americano que contempla a los bañistas de lejos, o surgen monos araña de entre la floresta, indicadores de que el sito es bastante prístino.
No en vano este parque se conoce por conservar el bosque primario más grande de toda la costa pacífica de América y representar uno de los últimos reductos de bosque tropical húmedo de tierras bajas que aún existe en el planeta. Los bosques costaneros han sufrido superior impacto por su fácil acceso a especies madereras comerciales y por haber estado más cerca de los centros mayormente poblados.
Sin embargo Corcovado, anclado en la península de Osa, la última saliente al sur de la costa pacífica de Costa Rica, resiste; lo ha salvado su aislamiento. Las carreteras son escasas y en mal estado; se accede por aire, en avionetas pequeñas, o por mar, desembarcando en playas de oleajes aterradores, donde solo expertos pangueros se atreven a adentrarse. Existen pocos pueblos en sus alrededores, como el encantador Agujitas, que vive básicamente del ecoturismo, es decir, entiende la importancia de mantener Corcovado libre de todo mal.
En el corazón del parque, cerro arriba, se reportan jaguares, ocelotes, pumas e incluso de vez en cuando la casi extinta águila harpía. Otras especies que hacen de Corcovado su refugio son perezosos de dos y tres dedos, el caimán de anteojos, tamanduás, osos hormigueros, monos capuchinos, aulladores, monos ardilla. En sus ríos y entradas de mar es también común ver tiburones toro.
Cabalgo a lo largo de la playa de Caletas, en la zona de amortiguamiento del Parque. Las palmeras se inclinan ante un Pacífico furioso que revienta entre rocas volcánicas de unos cuarenta millones de años de edad. Un par de guacamayas me contempla desde lo alto, avanzo en el bosque con un caballo al que poco le importa si hay espinas o ramas atravesadas. Al final del camino, otro río desemboca en un mar encrespado, y frente a mí, los cerros esmeralda de Corcovado. ¿Qué puede haber más pura vida que esto?