Pueblos en la frontera Santa Elena-Manabí
El límite entre las provincias de Santa Elena y Manabí exhibe pueblos, negocios y ambientes que atraen la visita de viajeros.
La primera ocasión que tuve conciencia de los escenarios de esa frontera provincial fue hace siete años, cuando una amiga me comentaba que con el novio le gustaba darse escapadas románticas de un día al poblado costero de Ayampe (Manabí).
Parte de la historia de esa pareja, al parecer, estaba escrita sobre la arena que cubre ese rústico balneario que, a primera vista, no presenta grandes ambiciones de centro turístico masivo (la playa está sembrada de pequeñas rocas). Pero eso dio lugar al desarrollo de un pueblo que defiende su tranquilidad al no dejarse llevar por los excesos que pueden traer las oleadas de turistas: un letrero indica que está prohibido acampar, la música en alto volumen y los vehículos en la arena.
Eso pensaba el sábado de la semana anterior cuando caminaba por esa playa rocosa, quizás buscando el sitio donde mi amiga, según me comentó, solía sentarse junto con el novio frente al océano tranquilo para ver el atardecer. Suena romántico. Pero no lo fue tanto cuando, durante una discusión sobre esas arenas, ella se puso de pie para decirle: “Ya no quiero hablar contigo. Me voy a Guayaquil por mi cuenta. No me sigas”. Ingenuo él, le hizo caso, lo cual terminó con esa relación y con las visitas a ese balneario que sigue esperando parejas para que vayan a escribir sus historias sobre la playa.
Quizás cada roca corresponde a una pareja que pasó por aquí. Posiblemente también a un surfista, ya que Ayampe también es destino de olas. Esos atractivos han generado la operación de pequeños hostales y comedores en la playa. El más reciente se llama Restobar Los Corales, cuyo menú anuncia cocteles, pollo, carnes y mariscos.
“Ayampe es un pueblo para descansar”, dice la administradora de este negocio, asentado en la calle principal que lleva a la playa. En ese local encontramos a la dueña de la cercana tratoría PizzArte. “La gastronomía también caracteriza al poblado. Y la seguridad”.
Los negocios con carácter se siguen asomando. Algo más al norte (seguimos del lado de Manabí) opera Pau Pau Grill & Restaurant. Este local junto a la carretera sorprende con sus jardines bien cuidados. Me detuve por la curiosidad de conocer más sobre ese restaurante de buena estética.
Sus letreros anuncian música en vivo las noches de los sábados (20:00; cierran 22:00), también estos especiales: combo bife de chorizo con chimichurri de la casa, ensalada rusa y copa de vino. Otra opción: tagleatelli artesanal con tomates cherry, nueces y albahaca, en crema de trufa.
Glenda Vélez es la dueña de este negocio que busca brindar una opción gastronómica distinta, para incluso motivar a los turistas de Guayaquil a que vengan con la seguridad de comer bien, tomarse un coctel y escuchar música en vivo, para luego descansar en algún hotel junto a la playa.
Ayampe también tiene la particularidad de contar con un bosque que crece saludable a orillas del homónimo río, el cual está habitado por hermosas aves que atraen a los expertos en avistamiento de pájaros.
Rumbo a Santa Elena
La carretera al sur nos lleva a la provincia de Santa Elena. La frontera de cruce tiene la particularidad de alejarnos del escenario marino para hacernos penetrar en una zigzagueante carretera en plena montaña. Se trata de la llamada zona de los cinco cerros, cuyas curvas en el camino hacen recordar las vías de la Sierra.
La carretera tuvo que ingresar a la cordillera porque, en esta área, la costa termina con un pronunciado acantilado que al parecer hizo imposible la construcción de la vía en el margen oceánico. Sin embargo, esa característica geográfica ha sido aprovechada por hosterías como Atamari Lodge, que brinda espléndidas vistas desde sus instalaciones.
En plena montaña, la carretera exhibe un desvío secundario hacia la costa, que nos lleva a un pueblo que se ha mantenido ajeno al desarrollo turístico. Se llama La Rinconada, que se ubica cuesta abajo; es un pequeñísimo poblado de pescadores que nos permite apreciar su tranquila dinámica.
Una cancha de tierra con cinco niños jugando es el único ajetreo que se respira en esta tarde de sábado, en la cual el atardecer comienza a asomarse desde un pequeño mirador de madera que apunta al océano, justo por encima de los botes que usan los pobladores para capturar su sustento del mar.
Estamos en el límite. Más abajo está el poblado de La Entrada, famoso por el local de Los dulces de Benito, un amable pastelero que tiene éxito con sus tortas. Los carros suelen parquearse en ese local, que respira diagonalmente al paradero turístico del poblado, con rústicos comedores, que tiene como atractivo un monumento dedicado a las ballenas jorobadas. Es como si el salto de esa ballena inmóvil nos diera la bienvenida a la provincia de Santa Elena. (I)
Contactos: Pau Pau 098-594-8984; PizzArte Tratoria 098-642-2705, Atamari Lodge 303-5430; Dulces de Benito 278-0048.